aunque ya hayas falsificado tu acta de defunción
volverás del océano para reposar la sangre sobre tierra firme.
de la tierra de los bolsillos
sólo se piden monedas,
de la tierra de los bolsillos
se hacen grandes cosas
para recordar las pequeñas
dispuestas a la luz del sol
rodeando el estómago desnudo
que podría haber sido
también el de una desconocida
que recostada en la tierra sobre su espalda manchada
miraba las nubes pidiéndote un sólo vehículo
para viajar hasta la muerte.
volverás haciendo preguntas
sobre los vidrios rotos de tu casa
y de las huellas del cachorro
acomodado en la esquina de la cocina
bajo el calor de los ventanales recalentados
cuyas huellas confundiste primero con las de tus hijos veinte años atrás.
si los encontraras ahora, de seguro que no te reconocerían.
sólo verían a un tipo decente con la mirada confundida
quizás a minutos de comenzar a beber de nuevo,
y a patear los postes de teléfono.
de seguro me saludarían sin saber mi nombre, son buenos muchachos;
los mejores de su generación, sin duda.
recuerdo con que precisión cuestionaban
las tareas que se les encomendaban,
y después salían a jugar riendo y burlándose
de lo que habían visto en la televisión.
teníamos verdaderos amigos con los que salir a ver los relámpagos
con la esperanza inútil de que alguna vez viéramos caer uno que iluminara algún terreno baldío.
respetábamos el sonido del trueno,
cada uno, yo creo que a su propia manera,
y con el mismo acuerdo de dedicarse unos segundos
para crear y decir una frase que describiera
el hambre insaciable por ver las imágenes de los ancestros regresar de los rosarios que santifican
nuestras camas…