Otaku es un término japonés para referirse a las personas con intereses obsesivos, particularmente anime, manga y videojuegos.
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“Tron Legacy” es la quintaesencia del film Otaku. Los Otakus son de origen japonés pero ahora alcanzan el rango de tribu global, según la teoría posmoderna de Michel Mafesolli.
Los Otakus se niegan a crecer, gozan de su estatus de sentirse jóvenes por siempre y oscilan entre posiciones tecnofílicas y tecnofóbicas.
Por un lado, celebran el empeño de la historieta gráfica por desnudar al Mago de Oz de la dictadura cibernética. A tal efecto, veneran el cine de los Hermanos Wachowski, del fallecido Satoshi Kon, Mamoru Oshii, Katsuhiro Ôtomo y George Lucas(de “THX 1138″ a “Clone Wars”). En pocas palabras, encarnan el arquetipo del hombre “consparanoico” del tiempo presente. A su parecer, el planeta tierra es un mundo feliz gobernado por una autocracia corporativa invisible.Entonces el lado oscuro de la fuerza merece combatirse con sus propias armas.
Por el otro, los Otakus gustan disfrazarse de personajes de “La Guerra de la Galaxias” y disfrutar del reconocimiento diferido del cambio de identidad, a través de la lógica del “second life”. De ahí la posibilidad de cuestionarlos y reducirlos a la condición de un movimiento rosa e ingenuo, de apocalípticos integrados.
Por todo ello, le rinden culto a la versión original de “Tron”, aunque sea y suene contradictorio,como una banda sonora compuesta por “Daft Punk”,medio indie,medio mainstream.
El dueto francés sigue escuchándose maravillosamente bien, pero hoy al servicio del ratón Mickey, cuyo historial de cooptaciones y asimilaciones de su disidencia, con objetivos pragmáticos y comerciales, es harto conocido. Ya lo hizo con la pandilla surrealista durante los años de la posguerra. En el tercer milenio, es el turno de comprar,con millones de dólares, a los chicos malos de la música electrónica, en beneficio del mercadeo de lo cool de la marca Disney, dispuesta a amoldarse a los gustos contemporáneos de su demanda, a hacer concesiones demagógicas y populistas, para subsistir y perpetuarse en la cúspide del poder.
En consecuencia, su logotipo del castillo se recubre de neón, a fin de albergar a los viejos y nuevos incondicionales de la familia “Tron”,devenida en una legendaria franquicia del tamaño de una atracción de parque temático, donde se venden franelas,juegos de video y fantasías de diverso tipo.
Es el reino artificial de la oferta kistch y melancólica, diseñada por los arquitectos del deseo nostálgico. No en balde, cuentan con el respaldo de una maquinaria trasnacional, equipada para cumplir sus designios y caprichos, cual mecenas cibernético y ubicuo al estilo de Hal 9000.
Verbigracia, “Tron Legacy” además de pagarse una partitura de lujo, también ostenta un soundtrack de hits y temas de los ochenta, bajo al amparo de su rockola VH1 de éxitos de la cultura pop.Gancho,cebo y zanahoria industrial de miles de espectadores.
La película se convierte así en un fenómeno multimediático, de cuarta generación, más allá del alcance de la pantalla bidimensional. Un evento, un simulacro de ciencia ficción, en un entorno carente de acontecimientos reales. Por ende, “Tron Legacy” debe entenderse y comprenderse en dicho contexto de paradojas,absurdos y singularidades,aparentemente irreconciliables.
De hecho, la cinta sería como el matrimonio perfecto de David Bowie(en su fase Ziggy Stardust) con el empaque retroglam de Lady Gaga, a la gloria de la teología de la liberación de la escuela new age, después de la operación de salvataje de Obama en “Avatar”, a favor de la resistencia de terciopelo(de los deportes extremos), de la rebeldía como negocio(en clave de moteros intranquilos a lo “Easy Rider”,”Top Gun” y “The Wild”) y en oposición a los herederos empresariales o computarizados de la era Bill Gates,aferrados a su política de protección de derechos de autor.
En respuesta, el héroe de la partida es como un hijo perdido de Julian Assange, obcecado en compartir el conocimiento,la luz y la verdad al margen de la fronteras del feudo corporativo.
Por ironías de la vida, Disney vuelve a erigir un tabernáculo de laboratorio,alrededor de sus figuras antagónicas por antonomasia:los piratas, los bucaneros,los ladrones,los Robin Hood y los sediciosos.
De seguro, la minoría justificará semejante incongruencia.La mayoría,si acaso,la distinguirá. Por su parte, los críticos etéreos preferirán soslayarla. Sea como sea, el problema es evidente. Sólo basta leer las declaraciones del director,Joseph Kosinski,para comprobarlo.
“Es una historia que advierte sobre el mundo en que vivimos, en el que algunos se relacionan más con su computadora que con la gente de verdad”.
Yo siendo él, me olvidaría del prejuicio con la computadora,gracias a la cual se generó la ilusión de duplicar la cara de Jeff Bridges. Para rematar,luego afirma:”Una de las más grandes lecciones del film es que no puedes ignorar este mundo.Necesitas enfocarte en lo que es importante. En la película es la relación del padre con su hijo real,no aquella con su hijo virtual”.
Por consiguiente, el subtexto redunda en el argumento universal y predecible del narciso,del prometeo afectado por un serio complejo de Edipo.
El guión mezcla y fusiona,como en la comiquita del monstruo Milton, un leve toque de la sabia de Shelley en Frankestein y el choque paterno filial de Luke con sus dos padres en blanco y negro.
Dependiendo de las circunstancias, Jeff Bridges resucitará a cada uno. Incorporará a Yoda, como lo asegura el colega Robert Andrés Gómez,en los momentos de introspección Zen.Asumirá el papel de Dart Vader, en su variante de Clu.Por último, se autoinmolará como “Obi Wan” y “Morfeo” en pro de la destrucción de la estrella negra,de la “Matrix”.
Ergo,el sol saldrá para todos en un happy ending apaciguador, de reivindicación de la utopía del macho alfa y Playboy, secundado por su chica de la puerta de al lado, ataviada para la ocasión fetichista.
Salvando las distancias, se trata de la reconfirmación de la tesis de Oliver Stone para “Wall Street 2”. Es decir, la misión de los niños lindos es extirpar y sacar de la línea de juego a las manzanas podridas del sistema.
Clásica teoría puritana de la filosofía progresista e hipócrita del Hollywood concienciado.Es el anticapitalismo embustero y codicioso a lo Michael Moore.
En el ínterin, cámaras lentas y planos de infarto, pondrán en jaque y tela de juicio la capacidad del crítico para marcar distancia,ejercer su oficio y discriminar el grano de la paja.
Algunos optarán por fingir demencia,cruzarse de brazos,tirar la toalla,resignarse y arrollidarse a los pies del rey desnudo,a pesar de su falta de consistencia. Lo aplaudirán a rabiar por su esfuerzo técnico y lo elevarán al olimpo del género,junto con “2001”,”Metrópolis”, “Solaris” y “Blade Runner”.
En lo personal, reconozco el impecable acabado plástico,el humor negro de ciertas secuencias, y el ánimo de experimentación con el lenguaje canónico.Hay encuadres e instantes valiosos para regalar y compartir,no exentos de lirismo y humanismo.
Me preocupó la homofobia implícita del segmento en el bar.Mención aparte para la actuación de Michael Sheen.
Lamentablemente, los defectos y las irregularidades del libreto acaban por opacar las virtudes antes mencionadas, por no hablar de la farsa del 3D.
En resumen, el legado de “Tron” perdura en la proyección de su utopía virtual, mientras se diluye como mensaje de aliento,subversión,búsqueda de la libertad y reconciliación con nuestra esencia.
La culpa no es del realizador, ni de la vaca, ni del rebaño de animadores. Es de la rata o del ratón disfrazado del color y del tono de moda. Desenmascararlo es una cuestión de principios.
Por algo, sus empleados continúan en huelga.Sobre sus espaldas recae el peso de los recortes salariales,la crisis y la depresión.
De igual modo,»Tron Legacy» es el caballo de troya de la Disney en su cruzada contra el contenido alternativo de la web 2.0.
La guerra cibernética de la era youtube y Wikileaks,pica y se extiende.