¿Saben algo? No son pocas las veces que siento que este mierdero nos lo hemos ganado. Así, de lo más cristiano (aunque soy ateo), como nos lo enseñaron las sagradas escrituras: todo lo que nos pasa es un castigo de Dios, un suplicio que nos merecemos por pecadores.
Ayer, falleció Carlos Andrés Pérez, una de las ratas más infecciosas que haya dado Venezuela. Un grandísimo hijo de la gran puta, culpable de numerosos actos de corrupción; pero sobre todas las cosas, culpables de uno de los hechos más infames de la historia contemporánea venezolana. Me refiero, obviamente, al 27 de febrero de 1989.
Si la mía es la generación marcada por el 11 de abril de 2002, la anterior es la generación marcada por el 27 de febrero, el llamado Caracazo.
Durante varios días (pero sobre todo el 28 de febrero y el 01 de marzo), las fuerzas policiales y militares perpetraron una serie de horrendas violaciones a los Derechos Humanos: ejecutaron personas, cazándolos en sus casas, y luego, los echaron en fosas comunes, dando pie a uno de esos episodios que definen el ser venezolano, esa infamia, casi nazi, llamada “La Peste”.
“La Peste” es una zona del Cementerio General del Sur, la cual fue tomada por cientos de familiares de los desaparecidos durante El Caracazo, quienes luego de mucho buscar, encontraron las fosas comunes, donde reposaban los cuerpos de sus familiares “desaparecidos”.
Muchos de estos familiares constituyeron Cofavic, una organización dedicada, desde aquellos días y hasta nuestros tiempos, al esfuerzo porque estos hechos no quedaran impunes; y además, dedicada a la promoción y defensa de los Derechos Humanos en Venezuela, gracias, principalmente, a la admirable labor de la doctora Liliana Ortega (y vamos a ver cuantos pajúos salen a decir que Ortega es una chavista resentida).
Además de este horrible episodio, Carlos Andrés Pérez es la representación perfecta de todo lo que está mal en Venezuela: del ejercicio de la vida pública para fines privados, de la corrupción más descarada; no sólo por lo que se robó, sino por cómo le hipotecó la filosofía corrupta a buena parte de los venezolanos.
Personalmente, recuerdo cuando mi mamá me dijo que votaría por él, ya que según sus palabras: “él ya robó, y ahora no va a robar sino a gobernar”. Así de mediocre, cretino y conformista es el pensamiento de nuestros padres, una generación patética, cómplice de la podredumbre moral de nuestra clase política, partera del resentimiento y patrioterismo barato llamado Chavismo.
Carlos Andrés Pérez representa el culto a la pobreza, la creación de la miseria desde el estado para garantizarse el voto mayoritario. Imposible olvidar esos episodios infames de repartición de latas de leche, de bultos escolares, de latas de sardina y planchas de zinc a cambio de un voto. Imposible olvidar que CAP es uno de los grandes responsables de esa política que el chavismo ha continuado.
Políticos como CAP necesitan volver miserable a la población, en vez de darles educación y herramientas para el progreso. Prefieren ponerles la comida en la boca, para poder manipularlos eternamente. En palabras de Joaquín Ortega: “En pocas palabras, el desempleo sólo favorece a todo gobierno que pretenda ser aclamado y no discutido, y por ende trabajará -aunque suene irónico- para que todo trabajador pierda cualquier ocupación remunerada que no esté vinculada directamente a sus actividades -es decir, las actividades del gobierno- En pocas palabras: crea las condiciones ideales para que el trabajador se vuelva presa fácil del clientelismo o que sencillamente acepte salarios por debajo de su valor real, de manera que, al final del día, terminará dándole gracias a Dios porque tiene un empleo, aunque sea miserable”.
Eso sin nombrar las barraganas, la podredumbre moral, el ejercicio pérfido del poder, al estilo de los más decadentes emperadores romanos. Y mejor ni me pongo a hacer un recuento de todo los casos de corrupción, porque este post quedaría demasiado largo.
Sin embargo, ayer, apenas se anunció la muerte de CAP, comenzó uno de esos espectáculos que te hacen pensar: coño, es que esta gente se merece todo lo que le pasa. Un aluvión de cursilería barata que iba desde: “Estoy destrozad@ por la muerte de ese gran demócrata”, pasando por: “Que horror, no puedo creer que algunos se alegren de la muerte de un gran venezolano”, y cerrando con mi favorito de todos: “Admítanlo, Carlos Andrés Pérez fue el mejor Presidente de Venezuela”.
Señores, señoras: SUCK MY MOTHERFUCKER Y TRANSCULTURIZADO DICK!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!
Si después de 12 años todavía hay que explicarle a los adecos que fue lo que hicieron mal, estamos recontrajodidos.
Yo a CAP no tengo nada que agradecerle, sino mucho que reprocharle. Le reprocho el ser uno de los autores intelectuales de esta desgracia llamada Hugo Chávez Frías. Le reprocho el haber asesinado a cientos de mis compatriotas, abusando del poder que democráticamente se le otorgó para gobernar, no para pisotear a los ciudadanos. Le reprocho todo lo que representa.
¿Que si me alegra su muerte? Digamos qué hay cierto espíritu mojigato, típico del mundo occidental y de la forma conservadora en que asumimos el hecho de morir, que me impide decir que estoy feliz porque alguien se muere. Pero, francamente, no lo lamento, como no lamenté la muerte de Pinochet.
Que haya en Venezuela gente tan (disculpen, llevo rato pensando en una palabra amable y no encuentro ninguna) IMBÉCIL como para creer que CAP es algo así como ‘lo contrario a Chávez’ y que por eso debemos andar con esa ristra de mamagüevadas, me pone a pensar seriamente en que no saldremos de esta mierda en un largo rato.
Definitivamente los venezolanos, todavía no aprendemos nuestra lección.