En estos días he observado con estupefacción las discusiones en la blogósfera venezolana orientadas a inscribir al recientemente difunto exPresidente de Venezuela, Carlos Andrés Pérez, como un gran demócrata. Amén de su desempeño económico (área que no manejo lo suficiente como para hacer alguna acotación significativa), lo que motiva esta nota es la argumentación sostenida en torno a dos de los episodios más cruentos de la historia democrática venezolana, la insurrección de Puerto Cabello o «Porteñazo» y el 27 de febrero de 1989.
El discurso de aquellos que buscan disculpar o minimizar la responsabilidad del exPresidente Pérez en estos hechos apunta hacia la inevitabilidad histórica, es decir, la necesidad de cortar por la raíz la sublevación y los saqueos en aras de preservar la República. Se intenta inscribir la masacre de civiles y la violación de Derechos Humanos que hubo en cada caso, con el manto de un «daño colateral» inevitable.
Permítanme entonces una pequeña digresión al respecto. Cuando se es un Jefe de Estado y se dispone de todo un aparato militar-represivo en la palma de la mano, se exige, no solamente un uso discrecional de tal máquina asesina, sino un alto grado de responsabilidad.
La política se maneja entre dos fronteras claramente delimitadas: la diplomacia, el consenso y la búsqueda de compromisos, en un extremo, y la represión violenta e indiscriminada del otro.
No pretendo escribir loas al pacifismo utópico inaplicable sino poner en tela de juicio el acto de invocación de la fuerza militar, por un lado, y la magnitud de la respuesta, por otro. Es decir, me parece obvio que en ambos casos el espacio para la diplomacia y el debate era inexistente. Las razones de esto tienen mucho que ver con la torpeza política, sobre todo en el caso del Caracazo, donde una cadena de decisiones fundamentalmente tecnocráticas, sin ningún apego a la realidad de la sociedad venezolana de la época, crearon la situación trágica que todos conocemos.
Sin embargo, Carlos Andrés Pérez decidió cerrar el puño del Estado y desencadenar toda su furia sobre la población en una reacción extremadamente desmesurada que dejó, previsiblemente, miles de muertos. ¿Son estos muertos «daño colateral» que pueda justificarse en el marco de una acción legítima del Estado? Obviamente, no.
Tanto en el Porteñazo como en el Caracazo la respuesta estríctamente militar, de restauración del orden público, pudo haber sido otra.
Carlos Andrés Pérez decidió, de manera coherente con su personalidad megalomaniaca y egocéntrica, retirarle el bosal al perro rabioso de la milicia y desencadenarlo en medio de una población civil, con el fin de asentar su posición de dominio político. El exPresidente de Venezuela juzgó necesario afianzar la posición de poder del Estado que él representaba con un torpe y desorientado puño de hierro que dejó como legado una montaña de cadáveres.
Con el inmenso poder inherente a un jefe máximo de las Fuerzas Armadas debe venir no sólo la inmensa responsabilidad en la toma de decisiones que apelen a este cuerpo, sino la inevitabilidad del juicio histórico. Lo siento, pero en lo que al uso de la Fuerza Militar se refiere, no hay espacio para errores de cálculo o disculpas. Cualquier desliz que viole Derechos Humanos y riegue la sangre de inocentes no debe ser perdonado por la sociedad civil, sea en Nagasaki, Fallujah o Puerto Cabello.
Tampoco me parece exagerado exigir que, en la discusión del legado de Carlos Andrés Pérez, estos dos hechos (a los cuales podríamos agregar muchos más) tengan un papel central, en vez de ser relegados a un simple pie de página de su mandato. Igual que denuncié con vehemencia la ilegal guerra en Irak y exijo que esa infame página de la historia norteamericana esté en el tope del expendiente de George W. Bush, no perdida en medio de referencias a otros aspectos de su mandato, me parece justo que los civiles que perdieron la vida por el uso desmesurado de la Fuerza Armada por parte de CAP en 1962 y 1989, tengan la relevancia que se merecen.
Es por ello que afirmo que Carlos Andrés Pérez acudió a la fuerza bruta de manera prácticamente criminal debido a lo desmesurado de la respuesta. No creo tampoco que haya sido un error de cálculo: CAP se valió de la sangre de los venezolanos, primero para forjarse una imagen de aguerrido anticomunista capaz de controlar al país, luego para limpiar los desaciertos de sus apuestas económicas.
Estos dos capítulos no deben ser barridos bajo la alfombra de la historia.
Estamos de acuerdo,sacar a militares en vez de autoridades que puedan reprimir sin uso extremo de la fuerza y armas letales,debía haber prevenido lo que venia con el paquete económico pero la responsabilidad debería ir también de los que instigaron al saqueo,muchos de los cuales están mandando en el gobierno,y es de mas decir que no creo en militares…y bueno eso de ser un agerrido anticomunista no me parece que quería aparentar,si no,por que Fidel Castro fue a su nombramiento como presidente del segundo mandato?
Hay que preguntarse si lo ultimo era un desacierto económico? No lo sabremos,no las concreto…
Sin ánimo de polemizar (al menos no en esta ocasión) voy a hacer una pequeña digresión con respecto al Porteñazo, creo que el gobierno de Betancourt hizo lo correcto en una época tan inestable y tan difícil como fue el inicio de los ’60 en un país que recién salía de una dictadura, que estaba lleno de guerrillas comunistas y es que hay que llamar las vainas por su nombre, El Porteñazo fue una asonada, léase golpe de Estado, cívico-militar para derrocar el gobierno legítimamente electo de Romulo Betancourt. Las víctimas de El Porteñazo no eran inocentes ni mansas palomas, eran insurrectos, golpistas y lo que intentaron es exactamente lo mismo que intentó Chávez el 4F de 1992.
Con respecto al Caracazo, no voy a justificar el asesinato a mansalva de civiles desarmados, pero no estoy seguro de que CAP (quien no fue, no es y obviamente ya no será santo de devoción) haya ordenado el uso de la fuerza letal contra los saqueadores durante esos días. Por otro lado, como ya se ha dicho, tampoco creo que los saqueos hayan sido tan espontáneos como se nos ha vendido, razón por la cual, como lo dijo Pec, hay una responsabilidad también de parte de quienes instaron los saqueos.
Muy util la observacion de lenguaeniple con respecto a El Porteñazo (1962). La Operacion de El Porteñazo (a pocos meses de El Carupanazo)fue Militar en su comienzo, y posteriormente civico-militar al unirse al movimiento la mayoria de los guerrilleros presos (del carupanazo) en el Castillo Libertador (Hermanitos de la Caridad como los hermanos petkoff, german lairet, lugo rojas, etc). La Operacion Contra-Insurgente fue netamente militar; tanto asi q Betancourt (como CAP durante el caracazo) pierde el control de la operacion…los militares se encargan del asunto, para afuera los civiles que no tienen ni idea de echar plomo parejo e indiscriminado.
La funcion de CAP durante ambos alzamientos fue de informarle por radio a la poblacion de la situacion, no tuvo papel operacional.
Saludos
Durante el Gobierno de Betancourt CAP de Diputado (Jefe de la fraccion de AD) a Director del Ministerio del Interior y luego a Ministro.
Saludos
Gracias por los aportes, Lengua y Edgar. Definitivamente, son puntos a tener en cuenta para la reflexión.
Sólo quisiera aclarar que este artículo va orientado a manifestar mi disconformidad con la gestión de CAP en estos tenores, y sobre todo a afirmar que me parece conformista, por decir lo mínimo, que los venezolanos ahora canten loas a su persona y quieran vendérnoslo como el gran demócrata del siglo XX.
Yo crecí durante los gobiernos de Blanca Ibáñez I y CAP II, y tengo muy fresco en la memoria las grandes actividades represivas de dichos gobiernos, sobre todo hacia los estudiantes. ¿No fue CAP Presidente y responsable de la muerte del padre de Jorge Rodríguez, líder de Causa R molido *a patadas*?
Que ello haya sido «necesario», «justificable» o qué sé yo son temas para reflexionar, lo que me parece imperdonable es que ahora vengan a decirme que lo mejor que pudimos tener era Carlos Andrés Pérez y que debíamos aceptar su gobierno y no quejarnos porque podíamos siempre terminar peor (verbigracia).
Personalmente, la falta de memoria del venezolano es casi criminal y ha conducido a las peores decisiones políticas de nuestra historia. Puede que me equivoque, pero me da vergüenza que la MUD, saque un comunicado lleno de halagos hacia CAP, ¡que desatino de relaciones públicas tan grande!
No debemos participar en esta edulcorización de CAP, no creo que ayude al país. A este paso, en el 2012, cuando Chávez pierda y se aferre al poder, tendré que leer exhabruptos sobre lo «democrático» que era Pinochet porque se bajó después de un referendum. Así de cortos de vista somos los venezolanos.
Por eso vivimos la desgracia actual.
Saludos a ambos.
«Amén de su desempeño económico (área que no manejo lo suficiente como para hacer alguna acotación significativa)»
«(…) donde una cadena de decisiones fundamentalmente tecnocráticas, sin ningún apego a la realidad de la sociedad venezolana de la época, crearon la situación trágica que todos conocemos.»
Contradicción.