Aquella mujer desnuda refugiada frente al mar, erguida bajo la lluvia
y el cielo de este extraño otoño que oscurece los eriales –
besa mi frente y déjame ir hasta donde los montes pierden su luz,
el antiguo desierto espera a que abramos nuestros ojos en el centro de todo…
Esta tarde, las aves nocturnas hacen la revolución en el corazón de los viejos,
recordamos la historia del fuego; que hay pueblo, porque hay deseo…
He regresado con el recuerdo de ver a un hombre morir
hablando de sus sueños, y toda palabra es reciente, mi voz se ha vuelto tímida,
hoy no quieres caer en el brillo de las pupilas, sentir el temblor de mis manos
para recibir carne y cristal de nuevo en tu vientre.
Pero debes saber, ha sucedido antes, ha ocurrido durante milenios
en estas llanuras oscuras; cierra tus ojos, respira profundo.
Puedo ver en el sentido que comienza a nacer de mi pecho
los nombres de cada una de las criaturas que esperan al costado del camino,
puedo recorrer la noche de los condenados, puedo por fin,
hablar con los espíritus del viento como lo hacían nuestros antepasados…
Los recuerdos aparecen brillantes en las frentes de nuestros muertos, esperan
por la fragilidad, por el fin de caminar junto a nosotros para ver sus imágenes
mostrarse en el agua…tu imagen se desborda desde las palmas de mis manos,
se refleja durante horas en cada lugar como una lluvia de estrellas
en la ciudad y sobre el océano, el primero de los hermanos en comprender
los pasos que cruzan el silencio del espacio, la petición de las figuras nocturnas
encumbradas en los roqueríos que han venido a dejar sus testimonios…
La paz de las visiones de tus retinas cubriendo el campo maltratado,
los ríos de lluvia, los pasos de las madres desesperadas entre la niebla
en búsqueda de sus hijos, sus inmortales manos jóvenes.
La voz grave del viento entre las hojas
me muestra el principio de los hermanos obligados a separarse
aparentemente olvidado;
tu cuerpo fue la rosa que le entregué al misterio.
La tristeza sentida cuando se sabe que se dejará de escuchar la risa
de los seres queridos, que no tendremos la oportunidad nunca más de descubrirnos
en las puertas secretas de las tardes húmedas
donde pedimos de la vida lo que queríamos,
no podrá ser contestada una vez ya en el último umbral de los sueños
por el corazón herido que antes nos habló con cariño y sabiduría
de sus encuentros en el imperio,
sus consejos ahora en el final del tiempo son las palabras silenciosas de los esclavos
mirando sus destinos en el fuego,
la sangre seca de las venas que se mezcla con la tierra para la memoria de la lluvia.
Aparecen tus palabras, el horizonte abierto para los animales del amanecer,
todo mi coraje; quiero que mis ejecutores vean de frente al sol,
tener la tranquilidad para retener el sonido de la lluvia,
quiero que sepan lo que le harán al sonido del mundo,
a sus vertientes de sangre en mi sangre…
Pediste a las luces que viste elevarse
un consejo que jamás se extinguiera, por un padre serio y profundo
ante la poderosa presencia del caos,
anunciaste la paz de los moribundos
que limpiaban con dedicación la sangre de los frágiles pies de los niños.
En el camino de las sombras descubrieron tu rostro pálido y luminoso
tus lágrimas en ese salón nocturno resplandecieron
bajo el crepúsculo del dragón, volvieron a esperar otros doscientos años
y de la fuerza de tus brazos, sacaron los cristales de las que están hechas
tus lejanas y ardientes palabras, para mí, la brisa que despierta
al corazón de la tormenta.
Mi pecho se desarma a terrones,
el mar golpea con más fuerza que nunca
en los templos de roca que se elevan desde la profundidad de la tierra olvidada
donde descansa la sangre oscura de los tiempos
en el regazo de los espíritus del silencio…
Hemos seguido nuestra voluntad con la memoria de los corazones sangrantes,
nos aceptarnos hermanos, comprendimos no entender
el origen de la luz de las constelaciones
para llegar hasta este momento en que te recordamos bajo la luna
esperando que la brisa tibia que cruza las llamas de paso a la lluvia…