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A Single Man:El Chico que Miente


En su condición de crítico y fundador de la estética queer,Don Keneth Anger haría papilla a “Un Hombre Solo” por llegar tarde,por tergiversar su fuente de origen para complacer a los guardianes de la moral y por su aire de producto qualité,enfermo de importancia y en búsqueda de consenso.

De hecho,hasta consiguió la nominación al Oscar.Por ello,nada extraño resulta la buena acogida recibida por la cinta a su estreno tardío por Venezuela,donde nuestra crítica cursi,trasnochada,anacrónica,reaccionaria y demodé se presta a consagrarla en lo más alto del olimpo audiovisual.

Pero les tengo noticias,queridos colegas desinformados.Fuera de aquí, de nuestra aldea de provincia,“A Single Man” es vapuleada a diestra y siniestra por verdaderos cultores del oficio.Y no precisamente por motivos o razones homofóbicas.Al contrario,mi querido Watson.

Por tanto,amiguito esnob,déjame bajarte rápido de tu nubecita de 35 mm.Comienzo entonces con una cita de una mujer seria de Cahiers Du Cinema.Se llama Beatriz Navas y no escribe tus eternas ridiculeces pasadas por agua.Te invito a leerla,para sacarte la piedra.En el 2011 también voy por ti.Tómatelo personal si quieres.Me da igual.Yo cumplo con mi trabajo.Pincharte el globo.Y dice textualmente:

“La notoria vanidad de Tom Ford,uno de los hombres más poderosos y famosos del mundo de la moda,lleva a sospechar que su incursión en el cine no esté motivada por aportar algo al arte cinematográfico,sino por dejar una huella menos efímera que la que dura una temporada Otoño-Invierno.

El cine de Hollywood siempre presentó la homosexualidad como algo despreciable,temible o,en películas más livianas,de lo que reírse y compadecerse. “Philapelphia” y más recientemente “Brokeback Mountain” pretendieron acabar con esto presentando personajes homosexuales como héroes,pero también cargaban con un estigma y no sobrevivían a la tragedia.Por eso, los que hayan leído el libro de Isherwood perbirán una doble traición en la película de Tom Ford:por un lado,al suavizar al personaje restándole su sarcasmo y haciéndole políticamente más correcto;y por otro,añadiendo el elemento trágico de su intención de suicidarse.Ambas variaciones son innecesarias,pero la segunda,además,incompatible con el personaje”.

Por ende,el film encarna otro traje a la medida diseñado por y para el regocijo del omnipotente,egocéntrico y megalómano Tom Ford, después de cortar relaciones con la casa Gucci, cuya alicaída firma contribuyó a rescatar en tiempos de crisis.Sin duda, su gran mérito como arquitecto del fashion. De resto, podemos darlo por visto en el ámbito de las imágenes en movimiento, al literalmente volver a confeccionar el prototipo del uniforme indie y posmoderno,hecho de retazos,citas y plagios del mercadito vintage de lo cool, bajo la influencia de la gripe porcina del lenguaje retroprogresista al estilo de una cuña de concepto,supuestamente dura,a lo Toscani,cual publicidad de trapos y gentes irreverentes en cámara lenta,haciendo la señal de costumbre.Recomendable para fanáticos de los video clips de Lady Gaga.

Al respecto, la fotografía y el acabado de las texturas son palabras mayores,aunque le corresponden como crédito a Eduard Grau,pequeño monstruo en ejercicio descubierto por el quijotesco Albert Serra,autor de la gigante “Honor de Caballería”.

Por su lado, la principal virtud de la puesta en escena recae sobre los hombros de Colin Firth en el mejor papel de su carrera,antes de “El Discurso del Rey”,acompañado por la no menos solvente Julianne Moore,musa y actriz fetiche del maravilloso Todd Haynes,quien lleva décadas investigando en la materia ahora revisada por su imitador,Tom Ford,impostor de renombre con ínfulas de creador de vanguardia.Seamos sinceros,el pana es un “copycat” avalado por una cuenta de ahorros millonaria.Así es muy fácil.

Para rematar,el guión tampoco es obra suya,sino fruto de la reproducción mecánica de la novela homónima de Chistopher Isherwood,alterada en su espíritu durante el proceso de la adaptación para adecuarla a los intereses demagógicos al uso.

En consecuencia, queda poca tela para atribuir al corte y la costura de Tom Ford.Incluso,la condición de su impronta no soportaría el menor análisis histórico de contexto.Veámoslo en tres ejemplos didácticos.

Número uno,estéticamente roba de cuatro referentes ajenos y contemporáneos.A Gus Van Sant le fusila el ritmo y la cadencia entrópica de sus réquiems por el sueño americano.Además calca el modelo parasurrealista de David Lynch y Sam Mendes para deconstruir el pasado de posguerra,como una antesala del incierto presente pesadillesco de cacería de brujas contra la otredad y el pensamiento disidente.Por último,remeda los principios del underground sesentero de la costa este y oeste, entre el experimentalismo pop de Warhol y la atmósfera decadente del mencionado Keneth Anger,salvando las distancias. Tom Ford es un bebito en pañales al compararlo con el despiadado,satánico y subversivo responsable de las míticas “Fireworks” y “Scorpio Rising”.Ni hablar de las distancias con Visconti y Pasollini.

Segundo, el libreto responde a una estructura circular y laberíntica,mil veces explorada por Pedro Almodóvar dentro de sus melodramas inspirados en el expresionismo noir. Una herencia de la riqueza plástica de la imaginería colorista de Douglas Sirk,el padre de la soap opera kistch,multirracial y a favor de las minorías sociales.Uno de los momentos estelares de “Un Hombre Solo” representa una exquisita reflexión metalíngustica a la sombra del cuarto de espejos de “Todo Sobre mi Madre”,donde carteles y clones de antaño cobran el protagonismo de la trama. Aquí vislumbramos,casi como una fantasía sublimada,la interacción de un émulo de James Dean con un afiche de “Psicosis” como telón fondo,para remarcar las diferencias generacionales y las afinidades electivas del protagonista, en un ambiente onírico de desechos de la cultura de consumo como de “Wild at Heart”.

La mención del clásico del mago de suspenso, además obedece a la necesidad de hacerle un guiño al espectador avispado, porque el director es consciente y sabe cómo masajearle la autoestima a su demanda cautiva.Aparte,le envía una señal dramatúrgica para prepararlo de cara al desarrollo de un desenlace abrupto,inevitable y pesimista,propio del juego irónico de Alfred Joseph Hitchcock.Por desgracia, la música no corre por cuenta de un alumno aventajado de Bernard Herrmann y se convierte rápido en un cliché redundante.De lo peor de la banda sonora,pues lejos de abstraer,invade y le resta sobriedad a la propuesta.

¿Algo nos gustó?De repente la capacidad de confrontarnos con fantasmas imperecederos del vano ayer,como la mediocridad de la clase media de suburbio,la represión puritana del deseo y la inquisición aupada por un período de histeria colectiva a la luz de una conflagración bélica.Antecedentes naturales del mundo tras el once de septiembre.

Quizás la posibilidad de recordar el entorno festivo de incomunicación y alienación de los maestros italianos,de Antonioni a Fellini,a través de una simple secuencia de baile en un casa de una dama de capa caída,con ecos de “Sunset Boulevard”, “La Aventura” y “La Dolce Vitta”.

De seguro la ocasión de rememorar la desoladora conclusión de “Muerte en Venecia”.

Al final,todos buscamos lo mismo:el amor loco,el ideal platónico de belleza,la libertad plena de ser felices por siempre,el derecho a escoger una identidad y la superación del complejo culpa,del trauma,del dolor y del despecho.Allí sí me reconcilio con Tom Ford.

Mi guerra con él arranca cuando lo medito y lo cotejo con sus colegas,con sus lastres,con sus poses de niño terrible. Le falta la humildad de un John Maybury para “Love Is The Devil”, la insolencia trash de un John Waters y el desafío erótico de un Fassbinder.Todavía le toca aprender la lección glam de John Cameron Mitchell.Por lo pronto,es un chico que miente.

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