Les confesaré algo: siempre me pareció que la política universitaria era de lo más aburrida. Nunca me interesé, a pesar de ser estudiante, en el debate de asuntos académicos. En el año 2007, cuando fui un dirigente político juvenil de ligas menores, me fastidiaba sobremanera al ser interrogado sobre temas como la autonomía universitaria. En lo que a mi respecta, más que transformar la universidad (en mi caso, la UCV) me parecía (y me sigue pareciendo) que era el país lo que había que cambiar. Digamos que la política universitaria me resultaba tan tediosa como lo es la “política a secas” para mucha gente.
He comprendido, con el tiempo, por qué la política universitaria me parecía tan somnífera. Nunca fui del tipo de estudiante “apolítico”, porque siempre me ha interesado el tema ideológico. Todo se resume en que, ganara quién ganara, la universidad seguiría siendo la misma, especialmente la mía, que era y sigue siendo pública, sencillamente porque se aplicaban los mismos programas, los mismos métodos administrativos y los mismos métodos de financiamiento, independientemente de quién triunfara en la contienda electoral. Posteriormente nacieron las diferencias: unos quisieron más intervención del gobierno en el Alma Mater y otros lucharon por conservarla como estaba sin proponer nada nuevo. Algo muy parecido al resto del país.
Radiografía de “los dos bandos”
Hablar de una confrontación “izquierda/derecha” en la Universidad Central es bastante erróneo. Si bien, el oficialismo ha asumido la bandera de la izquierda, la oposición no ha asumido la bandera de la derecha, y no porque quiera ocultar sus intenciones, sino porque no se identifica con ninguna posición ideológica y se jacta de ello. El oficialismo actúa como Don Quijote, sólo que no alucina con Molinos de viento, sino con fascistas e imperialistas que quieren privatizar la universidad. Los otros, simplemente están para “defender espacios”, pero están tan interesados en la educación gratuita y el comedor gratuito como sus contrincantes.
Mal que bien, basándose en su ideología, el oficialismo ha propuesto reformas basadas en su postura ideológica, cosa que la oposición no ha hecho, al considerar el tema ideológico algo ajeno a “la casa que vence las sombras”. Fieles a sus ideales, los chavistas han hecho propuestas un tanto descabelladas y populistas como la eliminación de las pruebas internas, las cuales responden, sin embargo, a un problema existente: la mayoría de los estudiantes de la UCV no pertenecen a las clases populares, sino a la clase media. La oposición, no obstante, suele obviar ese tema en los debates, y no propone otra alternativa.
Un diagnóstico errado
El diagnóstico que hacen los oficialistas respecto al supuesto capitalismo implementado desde las aulas universitarias es falso. En primer lugar la libertad de cátedra permite que cada profesor amolde la materia según si criterio. Hay, en teoría, pluralidad de pensamiento. En la práctica, el discurso predominante en las escuelas de la Facultad de Ciencias Sociales es el socialista, moderado o radical, e igual sucede que en algunas escuelas humanísticas, pero no es algo impuesto por la universidad o el gobierno nacional.
Puede que el problema de la universidad sea totalmente lo contrario a la formación de “capitalistas”. No se fomenta la creatividad o el emprendimiento, se forman profesionales cuya aspiración es a tan sólo conseguir un trabajo estable, con quince y último, no importa si es un Ministerio. Ello no es necesariamente malo si existe la otra opción. Por otro lado, el considerar las evaluaciones una manera de promover la competencia, y por ende, el capitalismo, es algo tan simplón como eliminar las pruebas internas.
La inclusión una propuesta excluyente
¿Es excluyente la selección nacional de fútbol por no permitir que alguien como yo forme parte del equipo?¿Es excluyente un conservatorio de música por no permitir a gente sin oído rítmico ni melódico estudie teoría y solfeo?. Son interrogantes tontas, a juicio de muchos, y sin embargo, cuando se pregunta si la universidad es excluyente por hacer pruebas internas, muchos responden “si”. Pero si yo no estoy apto para jugar en la selección de fútbol o para ser músico, no debo sentirme inferior por ello. Simplemente no tengo la aptitud para ello.
Es cierto. La mayoría de los estudiantes de la UCV (una universidad pública) pertenecen a los estratos medios y altos. Obviamente existe una falla en el sistema escolar medio y diversificado. Pero hay más: ser un profesional con título universitario no es la única manera de ser alguien, y tanto el gobierno como la oposición insisten en que si. Tener título universitario es como tener un título nobiliario. Ambas tendencias quieren un país de licenciados y doctores, sin comerciantes, sin plomeros, sin electricistas. En el caso gubernamental tenemos una bonita valla publicitaria con una mujer dándole gracias a Chávez porque “antes era artesana, y ahora doctora”.
¿Significa el párrafo anterior un menosprecio a los estudios superiores?. Para nada. Todos tenemos nuestras propias aspiraciones y merecemos ser premiados por nuestros méritos. Tampoco es malo medir el conocimiento, aunque también se aprende más mediante la experiencia. Pero ser un profesional universitario no es la única manera de ser útil, ni es la única manera de adquirir saber, ni es lo único que nos hace merecedores de una vida digna. Gramsci, un gran teórico marxista a quien odié en sexto semestre, debe estar revolcándose en su tumba. Para el, los obreros y técnicos también eran, a su manera, intelectuales, es decir, personas necesarias con una formación de otro tipo.
Y después de tanta crítica…mi postura seudo-liberal
No quiero caer en el “ni-nismo “. He votado por el movimiento estudiantil opositor por la misma razón que he votado por la MUD: soy contrario a los ideales del gobierno, y voto por un sistema plural en el cual gente como yo pueda participar. Pero si nos quejamos de la falta de una alternativa, debemos plantear otras.¿Tenemos los liberales alguna propuesta para “transformar” la universidad?.
No podemos caer en el dogmatismo liberal de que “la solución es privatizar lo que es público”, no sólo porque vivimos en un país pobre, sino porque tenemos un sistema en el cual hay universidades públicas de renombre e institutos universitarios pagos de calidad inferior, lo cual derrumba cualquier argumento del tipo “lo privado es mejor”, el cual podría ser cierto en otro contexto.
La mayoría de los estudiantes de la UCV (el caso conocido por mi) son de las clases media y alta, pero eso no niega la necesidad de incluir más personas de clases humildes. Con ello no quiero decir, repito “que todos deben entrar a la universidad”, o “que el que no estudia en la universidad es un Don nadie”. Simplemente se trata de dar más oportunidades a quienes quieran entrar, y en un país estatizado, lamentablemente, hay que pensar en como dar oportunidades desde el Estado.
La propuesta liberal no dogmática, en un país como Venezuela, en lo referente a las universidades, debe basarse en la búsqueda de otros caminos para financiar los institutos educativos públicos, bien sea a través del patrocinio privado (si, privado) o a través de la creación de ingresos propios, los cuales no deben basarse únicamente en cobrar un bolívar fuerte por semestre. También se propone otorgar becas en universidades privadas a estudiantes de escasos recursos. Todo ello disminuiría considerablemente el gasto público asociado a la educación superior. ¡Basta ya de andar mendigando los impuestos de los contribuyentes o los productos de la renta petrolera. Cuando el Estado gasta, se castiga al ciudadano!. El Estado no regala nada, nos quita, y después reparte. Que lo entiendan los rectores, decanos y dirigentes estudiantiles.