Ayer en la mañana la ciudad amaneció comentando la noticia del asesinato a sangre fría de una joven de 19 años para robarle un blackberry.
No es primera vez que ocurre, y además este inicio de año ha sido particularmente sangriento. Recuérdese que hace poco fue asesinado un joven en Las Palmas desde un carro en marcha. La última cosa que ese muchacho hizo, fue ir a la planta baja de su edificio a abrir la puerta a un visitante. De pronto salió de la nada un carro del cual hicieron los disparos. No hubo robo, no hubo palabras. Solamente los tiros.
El malandro mata si opones resistencia. El malandro mata si no tienes dinero o un celular como el que él anda buscando. El malandro mata por gusto, por acumular «millas de vuelo» en el mundo malandreril. El malandro mata por la misma razón por la cual el perro se lame las bolas: porque puede. El malandraje es imposición, la ley de la selva. El malandro nos ha impuesto un toque de queda no-oficial y un estricto código de vestimenta y conducta. Caracas se ha vuelto una ciudad signada por la paranoia y la violencia.
Cierto que la delincuencia no es un fenómeno nuevo. Hace veinte años se mataba por unos zapatos «Yoldan», que eran entonces símbolos de status al igual que hoy los Blackberry. Pero nadie puede negar que la violencia asesina ha escalado desproporcionadamente en los últimos diez años. Los delincuentes están fuera de control. Esa es la amarga verdad, que algunos no quieren ver.
Sería muy interesante y constructivo discutir las causas. Si queremos una solución efectiva y duradera en el tiempo tendremos forzosamente que saber qué mal queremos curar. Tampoco me convencen las soluciones al uso. ¿Deporte? no creo que solucione nada eso de llenar los barrios de canchas. ¿Educación? No sé, aparentemente tampoco funciona demasiado (una mala persona que estudia no va a convertirse en una mejor persona, sólo va llegará ser una mala persona más instruida) y es muy a largo plazo.
Se ha dicho mucho que el gran problema que tenemos es que en Venezuela los hogares bien constituidos son una ínfima minoría: me refiero a los que, independientemente de su conformación, logran dar afecto, formación y atención material a los niños. Puede ser, no sé.
Me parece que la causa de tanta violencia es el resentimiento, y que él viene del deseo de obtener todo sin esfuerzo. La gente acá tiene la sensación de que la sociedad le debe algo, que les debe dar casa, comida, manutención, empleo (pero no trabajo). Culpa sin duda de 50 años de clientelismo político, de un izquierdismo estupidizante mal entendido. Creo que por ahí van los tiros. Creo que hay que enseñar a la gente que las cosas se obtienen trabajando, que nadie nos debe nada, que si no tenemos casa no es porque «nos excluyeron» sino consecuencia de nuestras propias malas decisiones financieras. Que si hay inflación no es porque «los acaparadores» y «los especuladores» suben los precios a propósito sino porque aquí no se produce nada.
¿Cuál es la solución a este problema? Posiblemente la represión es parte de la respuesta porque tenemos que buscar algo que funcione inmediatamente. En una sociedad por completo envilecida como la que tenemos actualmente, no parece posible. Ese es otro tema interesante para la discusión: ¿estamos por completo perdidos?