“Repitan: Yo no mataré. Yo venceré. Yo no estoy loco. Yo leeré. Yo perdonaré. Yo no olvidaré.Yo lucharé, el día llegará. Yo bailaré. Yo soy La Vida Bohème”
“¿Por qué las entradas cuestan 250? ese es un precio que pueden pagar los niches. Las hubieran puesto a 500, así sólo entraba la gente cool”
El comentario no es mío, es de un seguidor de la banda en Barquisimeto, y es parte de una lista larga de quejas sobre la gira “La Contra” realizada por La Vida Bohéme durante diciembre del año pasado y enero de este año, anunciada como la última gira antes de entrar a estudio a grabar su segundo disco.
El comentario del güaro fue respondido por quien sea que maneje el fanpage de la banda en FB. Dijeron que ellos no tienen la culpa del alto costo de la entrada, que eso es responsabilidad de los organizadores y que en todo caso había dos tickets: uno para sólo ver el show, y otro para ver el show y compartir con la banda. Al rato, los comentarios fueron borrados. La banda fue castigada por el público, ya que en Barquisimeto no hubo un llenazo, como si los hubo en los demás lugares.
En Maracay, el concierto que estaba previsto en Galenos Club el 28 de diciembre no pudo realizarse. Primero, fue cambiada la locación a DèjaVu Bar, y una vez allí la Guardia Nacional no permitió la realización del evento alegando falta de permisología, los organizadores insistían en que sí tenían los permisos correspondientes. El show fue replanteado para el 8 enero en Casa Gómez, un salón de eventos de la ciudad. Todo comenzó fuera de la hora prevista, Alfombra Roja abrió el concierto sin mayores inconvenientes, luego se montó La Vida Bohème. Cantaron algunas canciones, se les fue la luz, y decidieron irse, la luz volvió a los 20 minutos, pero ya ellos se habían bajado. Luego de que la banda anunciara que no continuarían, se produjo un incidente entre el manager de la banda y el promotor del concierto. Aquí el video de lo ocurrido, extraído de la cuenta en Youtube de estoesmaracay.
Con todo eso en mente, ayer fui al cierre de la gira en la plaza Alfredo Sadel. El grupo había convocado a todos para que llevaran sus cámaras y registraran el concierto, para luego armar un documental llamado “Yo soy La Vida Bohème”, emulando lo hecho por Radiohead hace meses con su documental Prague_Nataly.
Llegando a la plaza me reciben con un anuncio: no se puede beber alcohol en la plaza, todos los que están bebiendo alcohol serán sacados de la plaza; la policía tiene órdenes precisas. Yo me tuve que ir con mis birras a otra parte. En realidad al Alcalde no le importa si tu bebes, de hecho le gusta que bebas. Toda la persecución contra “el consumo de alcohol en las áreas públicas”, no es más que una farsa, una pantomima para justificar impuestos.
Me explico: el Alcalde no deja que te tomes una birra que compraste a 6 bolívares tranquilamente en tú plaza, y de esa forma te obliga a beber en los locales de Las Mercedes, dónde cada birra cuesta 25 bolívares: el 60% de la birra se va al impuesto que el Alcalde le cobra al local. ¿Entiendes? El gobierno municipal es financiado con nuestras borracheras. Paradójicamente, tanto gobierno como oposición insisten en la tontería de que el problema de la violencia se resuelve con medidas de este tipo.
Total que me fui a beber mis birras encaletadas por ahí, no me dio la gana de gastarme las cuatro lochas que cargaba encima en 3 cervezas tibias.
Volví a la plaza minutos antes de que comenzara el concierto. La plaza estaba repleta, había gente alrededor del tolón y en la calle de enfrente porque la plaza no daba para albergar a todos los asistentes. Como pude me colé hasta el medio de la plaza y desde allí me dispuse a disfrutar el toque. Sin duda es un mérito que una banda sin patrocinio, y que realiza sus convocatorias usando principalmente las de redes sociales, logre una concurrencia como esa.
En líneas generales el concierto estuvo bien. Tocaron todas las canciones de su único disco, estrenaron dos temas: Hornos de Cal y otra cuyo nombre se me va ahorita, además de hacer dos versiones: I Fought The Law de The Clash, y un excelente cóver de Por el Suelo de Manu chao, de lo mejor de la noche.
No sé los que estaban adelante, pero desde dónde yo estaba el sonido no era el mejor, por momentos se iba el audio y el volumen era muy bajo.
En medio del concierto Henry, en una de sus tantas intervenciones al público, comentó: “El día de hoy nos quedamos quebrados, pero queríamos hacer este evento sin patrocinio. Todo esto fue financiado por ustedes, como ven aquí no hay logos ni marcas y queremos que así siga siendo”. Ya al final, volvió a comentar: “Esto no es una banda, es un puto ejército”, para tocar Nicaragua y dar por terminado el concierto.
Sin negar que LVB es la banda de mayor proyección en Venezuela, admitiendo que Nuestra es un gran disco, y reconociendo la gran conexión con el público que tiene el grupo, que quedó patente ayer con las innumerables interacciones entre el público asistente y la banda, pregunto: ¿cómo se explica que en Caracas hagan un buen concierto y en el interior las quejas abunden? ¿Se puede hablar de “La Resistance” cobrando hasta por compartir con ustedes? ¿La gente de Maracay y Barquisimeto no merece una disculpa?
Y todo eso lo digo porque hay una contradicción evidente entre una banda que se vende como alternativa y de protesta, pero en no pocas ocasiones se comporta como U2. Admitiendo que es difícil esa autofinanciación de la que hablaba el vocalista, no deja de ser revelador que los maracayeros hayan pagado 80 bsf. por quince minutos de concierto, o que los barquisimetanos hayan tenido que pagar una cantidad realmente abusiva por verlos.
El rock nacional vive hoy una enorme ebullición: hay más bandas y eso no puede negarse, pero el rock nacional peca de anodino e inofensivo. Y no es un asunto político, no estoy diciendo que las bandas deban cantar sobre asuntos políticos si nos les interesa. Me refiero a que las bandas deberían asumir posturas respecto a cosas como estas, los precios de las entradas, la utilización de espacios públicos para tocar, o los criterios de algunos locales para permitir la entrada de personas, porque increíblemente todavía hay locales que no te dejan entrar porque eres negro, o porque no tiene ropa de marca, o cualquier mierda de esas que cobijan el racismo y la discriminación con la excusa del derecho de admisión.
Estas y otras cosas son dignas de señalarse, esperando que los involucrados respondan, en vez de esconderse bajo el discurso complaciente. Ojalá lo hagan.