Hay una corriente de películas dramedy-indie-familiar que desde hace unos años están surgiendo con bastante éxito de la mano de directores jóvenes y ligeramente desconocidos, cargadas de soundtracks igualmente indie con una onda bruni-catpower-vampireweekendeosos.
Esto podría espantar a los que se mantienen renuentes a ver cosas demasiado modernillas, quizas porque saben que tienen algo de hipster por más que intenten alejarse de ello.
Toda esta terminología no importa, así como no importa el envoltorio brillante y rarito de films como Juno (2007), 500 days of summer (2009) y The Kids Are All Right (2010). Porque no sólo tienen en común sus paquetes gráficos dibujados a mano con tiza que los hacen ver muy cool, lo que me encanta de haberles dado una oportunidad es descubrir la sinceridad detrás de la cotidianidad que narran. La fanfarria es bonita pero accesoria.
En The Kids Are All Right, dos hermanos adolescentes (Mia Wasikowska, Josh Hutcherson) deciden encontrar a su padre biológico (Mark Rufallo) a espalda de sus madres adoptivas, una pareja interpretada por Annete Bening y Julianne Moore. La aparición de esta persona en sus vidas despertará emociones reprimidas en cada miembro de la familia y los montará en el cuadrilátero.
La autenticidad en las interpretaciones de las madres, totalmente merecedoras de los elogios que han recibido hasta ahora, ayudan a sentir que historias como estas son totalmente posible fuera de la pantalla, y que quien las está contando sabe de lo que habla.
The Kids Are All Right, con sus momentos tontos y otros no tanto, hace cuestionar (especialmente a los más románticos e ingenuos) las estructuras clásicas que tenemos sembradas culturalmente en nuestra cabeza de la familia y las relaciones, y no sólo me refiero al cuadro homosexual, sino también la dolorosa fragilidad de los compromisos humanos que ya en otro nivel nos planteó Marc Webb en 500 days of Summer.
Tal vez no hayamos vivido algo exactamente igual, tal vez no seamos una lesbiana pelirroja que tiene a Alicia del país de las maravillas como hija, pero sabemos de lo que hablan, lo entendemos y en algún punto nos afecta.
Aunque sigo pensando que su nominación al Oscar (como con otras de las 10 películas nominadas) es una burda y exagerada estrategia comercial, es un lindo argumento que de la mano de series como Modern Family, está mostrando con menos artificialidad las nuevas configuraciones familiares que cada vez se vuelven más comunes en occidente, y ya eso tiene su valor.