Aprendo mucho leyendo a mis colegas. Por ejemplo, antes de escribir mi comentario de hoy,tuve ocasión revisar docenas de críticas halagadoras en portales de la web,aparentemente serios.
En mi pequeña investigación de campo,descubrí el consenso alrededor del caso y la plena uniformidad de criterios en el uso de términos o frases como “canto a la vida”,“esperanzadora”, “un triunfo del cine independiente”, “edificante” y “radical”.
También conocí la experiencia del visionado de la cinta, por parte de ciertos periodistas afectos a contar anécdotas,cuyas descripciones pueden competir, en meticulosidad quirúrgica, con el contenido del guión basado en la historia del alpinista Aron Ralston,quien se vio obligado a amputarse un brazo con una navajita después de caer al fondo de un precipicio en un gran cañón de “Utah”,mientras una roca le impedía la movilidad física de su extremidad derecha.
Aquí es cuando los periodistas aprovechan el trámite para proyectar sus complejos e instintos reprimidos de libretistas del género gore,versión comedia escatológica,bajo la impronta de un ramillete de la cursilería,donde abundan comentarios ridículos por el estilo de “en el momento cumbre de la amputación, por poco yo vomito como James Franco”, “el director no dulcifica la historia sino la cuenta con pelos y señales”, “la secuencia de la bebida de la orina me revolvió el estómago” y “debí cerrar los ojos ante la escena de la fractura de los huesos”.
En mayor descargo de la pieza, mis compatriotas de la “internacional” de la prensa, no ahorran y escatiman recursos retóricos para exaltar las supuestas virtudes técnicas y conceptuales de la empresa.
Rescatan el trepidante montaje paralelo de pantalla dividida en tres a la manera de Abel Gance y Brian De Palma. Reconocen el esfuerzo audiovisual del diseño de la banda sonora, en perfecta consonancia con la dimensión metafísica de la fotografía, heredera de la paleta western de “Butch Cassidy and the Sundance Kid”(citada como referencia por el propio autor).
Admiran ecuménicamente el resultado y el balance general del conjunto al levantar sus pulgares con emoción. En resumen, les gustó y les fascinó al punto de coincidir por completo en el concierto hueco de la intersubjetividad.
Por eso, hoy quiero desentonar de cara a la falta de disenso en el debate. Por supuesto,no pretendo ser el primero o el último de la fila.
Esperamos contar con el respaldo de ustedes,aunque igual agradeceremos la oposición y la resistencia.
Para ir directo al grano, “127 Horas” es otra prueba fehaciente de la caída de Danny Boyle por el despeñadero creativo de Hollywood,tras su beatificación por la pésima “Slumdog Millionaire”,sin olvidar pequeños desastres a la carta de los estudios como el bodrio de “Vidas al Límite”, la hipócrita “The Beach” y la no menos tramposa,“Millions”.
Si a ver vamos, solo dos largometrajes se salvan de su filmografía: las modernillas “Trainspotting” y “Shallow Grave”, pero tampoco es para tanto.Ambas incubaban y guardaban la semilla futura de la autodestrucción para el hombre de “Sunshine”.Es decir,las dos anticipaban las contradicciones internas del sello “cool” y políticamente incorrecto atribuido al promotor de “28 Days Later”.Me explico y lo resumo en un párrafo.
Sus obras son la síntesis estética y ética del caballo de Troya de la industria frente a los jóvenes.Por un lado, embelezan la mirada del público adulto contemporáneo a través de un empaque dizque alternativo, entre el kistch de la vena “artie” y el diseño “trendy” de la escuela pop, en fase de “trash deluxe” digerido por la cadena Viacom.Cultura pop marca MTV y VH1(100 % actitud). Leyes vigentes en el montaje de cuanto parapeto 2.0,sale al mercado por puro interés de cooptación adolescente.Es la norma de la red en Venezuela.Verbigracia, el chiste de la moda de la televisión digital.Puro cascarón vacío,pura promesa de ruptura y al final es la nada absoluta.
Por el otro, en el mismo sentido, los argumentos de Boyle rayan en la banalidad mainstream del relato moralizador canónico, conservador, reaccionario,choronga y retroprogresista.Verbigracia,el texto de “127 Horas” desciende con brío y orgullo a la escala de la clásica moraleja sonsa del patrón de la autoayuda,derivada del saqueo de las teorías del psicoanálisis(antes de “El Anti-Edipo”)y de las tesis de Joseph Campbell alrededor de la mitología universal.
Ergo, el protagonista resucita de sus cenizas luego de sufrir el típico calvario de la tradición culposa del melodrama actual,centrado en las debilidades y fortalezas del narciso hipercomunicado. Ya sabemos el principio y el desenlace de semejante lugar común por la sucesiva y conductista reafirmación del estímulo,a la usanza de “Mar Adentro”,“Golpes del Destino”,“Las Invasiones Bárbaras”, “Blind Side”,”Mi Pie Izquierdo” y “Discurso del Rey”.
Sea como sea, el mensaje se repite y se repite ad nauseam como el happy ending reparador de una novela de Paulo Coelho. Cálmese,tranquilícese,descanse,no desespere.Los problemas y las adversidades siempre tienen solución y redención en las películas de ahora. La pregunta es por qué. La respuesta es simple.
En tiempos de crisis y depresión, la sala oscura todavía puede fungir y servir de terapia para calmar las ansiedades de las masas,cuando las malas noticias son la norma.
En dichas cintas, las instituciones(públicas y privadas) se lavan olímpicamente las manos, dejando en las espaldas del ciudadano común la responsabilidad por encontrar el camino de la felicidad. Es el colmo del cine individualista en la era del vaciamiento y la demolición del estado del bienestar. Agresiva justificación(directa o indirecta) de las políticas de ajuste y flexibilización laboral. Campaña de encubrimiento de los efectos del paro y del hundimiento de la bolsa de valores.
Para Boyle y compañía, la existencia y el mundo son así de sencillos y fáciles de mejorar. La suerte nos llega en forma de castigo(“127 Horas”) o de milagro(“Slumdog Millionaire”).
Durante cinco días, el alpinista egocéntrico aprende su lección de porno tortura en la cámara de los lamentos de Danny Boyle, santo inquisidor de la comarca,especie de “Jigsaw” de la globalización de las pasiones ombliguistas y de los sueños de conquista a pesar de los obstáculos.
Aron Ralston perderá su brazo, será rescatado por un helicóptero del diserto como en “Babel”(alegoría de su ascensión al olimpo) y se ganará sus alas en el cielo,en el paraíso del “american dream”,en compañía de los suyos,de los cuales quiso prescindir.
Boyle recicla “La Pasión de Cristo” para renegar de la conclusión de “Last Days” de Gus Van Sant, incapaz de pactar con el diablo de la deshonestidad como su camarada de ruta.
¿Es una película,una operación de marketing o una publicidad de “Just Do It” de la Nike?Yo la consideraría la “Cast Away” del 2010.Aquella era la celebración de Fedex y Wilson. “127 Horas” es la sofisticada propaganda corporativa de Gatorade y afines, como reclamo de la trascendencia y la vigencia de la fórmula de la meca.
Su éxito de taquilla parece avalarla.
A la gente le encanta su discurso de aliento(seudopoético y romántico) amparado por un batería de equipos de última generación.
El artificio digital rinde sus beneficios. Los chicos de “Facebook” la rescatan como credo. Es su mea culpa. Por algo comparte la ideología del film de David Fincher.
Atención:nadie es autosuficiente,ni Marck Zuckerberg,ni Aron Ralston.
¿No es una belleza?
Pare de sufrir con la gesta heroica del Lance Armstrong del deporte extremo a ritmo de música épica new age.