El “Cisne Negro” es otra especie de la fauna sobrevalorada del cine posmoderno.Se quiere el último “perro verde” de la temporada,un objeto volador no identificado,pero en realidad no pasa de ser el clásico ornitorrinco de la industria independiente,disfrazado de rara avis,de pájaro de fuego,de cuervo gótico en extinción.
Su grado de pomposidad y vanidad lo asemejan a la figura del “Puppy” de Jeff Koons del Guggenheim de Bilbao,enfermo de importancia por fuera aunque hueco y vacío por dentro.
Desde ahí pretende entonar su “Réquiem por el Sueño” del ballet,al criticar la imperfección de su sistema de perfección,cual versión light de las lecturas y teorías duras de Michel Foucault,gran antecedente de la escuela deconstructiva del autor de la pieza,Darren Aronosfky,quien comparte con el filósofo francés la idea de desnudar la estructura de alienación,vigilancia y castigo de las sociedades disciplinarias de occidente,a partir del enjuiciamiento y la impugnación de su orden institucional.Así fue en el pasado con la clínica,el american dream,la televisión basura,el espectáculo deportivo,el capitalismo,el cálculo matemático y la ilusión de la inmortalidad,con resultados bien dispares.
Ahora le toca el turno a la casa y a la fuente de origen de Margot Fonteyn,Alicia Alonso,Rudolf Nureyev, Mijaíl Nikoláyevich Baryshnikov y el maestro Vicente Nebrada.Es decir,los representantes de una forma de danza ortodoxa ya cuestionada,refutada,rebatida y remozada por sus propios cultores.
Incluso el cine lleva tiempo discutiéndola y exponiéndola en paños menores,bajo la sombra de la pesadilla expresionista.Es el caso de la mítica,“Red Shoes”,el “Doctor Caligari” del arte de las zapatillas de punta.Estilizado melodrama noir dirigido por Michael Powell en 1948.
“Black Swan” llegaría a la cartelera seis décadas después para hacer una revisión del mismo discurso fantástico,en la tradición de un cuento de hadas de terror a la manera del Ratón Mickey,según las coordenadas del lenguaje alternativo asimilado y deglutido por el mercado de lo cool,como el encuentro de “Tangled” de la Disney con el pedante Lars Von Trier de “Dancer in The Dark”.No son las únicas deudas,homenajes,plagios y alusiones implícitas en el metraje de la obra.
En tal sentido,desenmascar su contenido metaliguínstico deja en evidencia las limitaciones y alcances del proyecto.
A grosso modo,el director le practica también una operación de “Inception”,de saqueo intelectual, a sus múltiples e innumerables referentes.De Polanksy retoma el curso esquizofrénico de sus doncellas caídas en desgracia, de “Repulsión” a “La Semilla del Diablo”.
Imita el deja vu y la entropía del experimento underground de Maya Deren,»Meshes of the Afternoon».
A Croneneberg le replica su trágico enfoque de la mutación kafkiana,duplicando las trágicas consecuencias de la distopía de la “nueva carne”.De hecho,banaliza las metáforas sadomasoquistas y alucinadas de “Videodrome”,“The Fly”, “Crash”, y en especial,de “Madame Butterfly”.
Por último,para no extendernos demasiado,recicla el juego de espejos de David Lynch alrededor de la personalidad escindida de sus protagonistas desesperadas.Recuerden “Inland Empire”,“Mulholland Drive” y “Twin Peaks”,donde los reflejos devuelven una mirada tortuosa de la identidad y los fantasmas interiores conspiran contra la estabilidad emocional de los personajes de “Cabeza Borradora”.
Entonces queda claro el retroceso y la regresión de la fotocopia,“Black Swan”.Si a ello agregamos el pésimo guión y la terrible interpretación del conjunto,el saldo final es difícil de rescatar.
El libreto encadena clichés,reduccionismos y estereotipos con una frivolidad pasmosa.El rollo psicológico de la Portman hiede a rancio manual de escritura basado en una esquemática adaptación de las supercherías de Freud y compañía.
Hay ausencia del padre y una madre castradora,como en “El Exorcista”;un instructor faústico y explotador,sacado de alguna caricatura inverosímil al uso;una secundaria rival de telenovela juvenil intensa;un cuadro tópico de despertar de la represión erótica y un argumento de fondo cercano al folletín.
Lo peor es el absoluto encubrimiento del subtexto conservador y reaccionario,cuyos blancos son los jóvenes, las mujeres y por supuesto,las manifestaciones de la pasión sexual,asociadas a la violencia,el trauma,la degeneración y la corrupción de los cuerpos.
Aquí Darren Aronosfky regresa a su terreno favorito de descenso a los infiernos y demonización de las relaciones naturales de pareja,al dibujarlas como posesiones satánicas de mentes perversas.En “Réquiem For a Dream” era la violación racista y pornográfica de la víctima del “macho mandigo”,el Belcebú dominante de la fantasía hard core.En “Black Swan” es el simple rito onanista convertido en una secuencia diabólica de tintes lésbicos.
A semejante universo de pecado,culpa y maldad,el realizador le propina su respectivo castigo babilónico.Sus heroínas vírgenes carecen de la posibilidad de redención y el inquisidor las condena a morir en la hoguera de sus ambiciones desmedidas,como alegoría de la competencia salvaje y el darwinismo contemporáneo.
Repetición del modelo moralista de “Social Network” y “127 Horas”.
Por ironías de la vida, la puesta en escena se ve obligada a remedar por defecto el acabo plástico de “Juana de Arco” de Dreyer,con el objeto de disimular el desafortunado perfomance de la actriz principal,a través de la técnica del primer plano.Lastimosamente,el truco es en vano.Verbigracia,la opinión del especialista,Isis Wirth:
Uno de los grandes desaciertos del filme es que Natalie Portman no es una bailarina. Aunque haya estudiado danza clásica hasta los doce años, aunque se haya sometido a un intenso entrenamiento (si bien es doblada en las escenas bravas de puntas y fouettés por Sarah Lane, del American Ballet Theatre) de 5 horas diarias, o haya nadado un kilómetro al día, supongo que para adquirir musculatura, porque para lograr la imagen de que los brazos son alas que atraviesan el agua no se necesita nadar tanto. Es por lo menos ingenuo cuando en un plano de Portman se exagera la posición de “en dehors” (hacia afuera), típica del ballet, y por la que se reconoce a los bailarines fuera de la escena, cuando caminan. Como Portman no connota esta disposición, que es el resultado de años, la exageración para decir: “Miren, es una bailarina”, es ridícula.Y no me voy a referir a los pies de Portman. No hay prestancia alguna de la bailarina clásica, mucho menos tratándose de una supuesta primera bailarina de una de “las mejores compañías del mundo”. Si bien los planos de Portman cuando baila privilegian el busto (pero jamás por debajo de éste), la cabeza, los brazos, no son ni el busto, ni el cuello, ni los brazos de una bailarina. Bref, Portman no posee el físico adecuado.
Para rematar,el profesor Vincet Cassel no sabe mover el esqueleto con soltura y Mila Kunis tampoco entiende la magnitud del compromiso.Lo mejor es cuando se desata de verdad y baila drogada en la discoteca,mientras evoca el ritmo de la danza macabra de “La vie Nouvelle” de Philippe Grandrieux.
El resto es igual de falso,mentiroso,manipulado e infantil.Por consiguiente,molesta la arrogancia de Darren Aronosfky, al buscar imprimir la letra y la palabra definitiva sobre el tema.
No obstante, su “Cisne Negro” lejos de cavar la tumba del ballet para augurar por su futura resurrección,lo acaba por apuñalear por la espalda en beneficio de sus inflexibles negadores,torquemadas y desconocedores.
Llena de prejuicios y adulteraciones,la cinta no soporta el menor análisis de contexto.
Las primeras bailarinas del Ballet de Nueva York y del Bolshoi,no llegaron allí por acostarse con el coreógrafo de la partida,por suerte de principiantes,por sustituir a una antigua luminaria en horas de retiro o por comer toronjas en la mañana.Una niña desequilibrada jamás lograría ascender al tope de la pirámide. Antes debe sortear pruebas,audiciones y ensayos.
Ciertamente,el mundo del Ballet no es una perita en dulce.Yo descubrí su rígida burbuja de poder y autocracia estalinista,gracias a mi hermana,bailarina al servicio de Nina Novak,academia Tempo y demás hierbas.La vi sufrir y llorar,pero también reír y gozar de alegría.Todavía en mi familia le debemos al ballet momentos de satisfacción y felicidad.Es parte de mi memoria y no la puedo olvidar.
Precisamente,mi problema con “Black Swan” es su falta de matices,su dimensión maniquea en blanco y negro(del abismo triturador de almas).
La máquina se devora a sus hijos y los sacrifica en el pedestal del éxito.
Con todo,me gustaron las escenografías,el uso de la música,el montaje,el ritmo del desenlace y el obvio parentesco con “El Retrato de Dorian Gray”.
Ni hablar de la vinculación con “Dr Jekyll and Mr Hyde”.
Lo demás es un cúmulo de lugares comunes del efectismo gore.No en balde,la mecánica de espanto y brinco de “Cisne Negro” parece una revisión engreída de “The Grudge” y “The Ring”.
Artificio puro y baladí en nombre de la presunta reformulación de «El lago de los Cisnes» de Piotr Ílich Chaikovski.
Trampa «qualité» y «kistch» a la gloria del star system.
Sus nominaciones al Oscar certifican la chatura del ejercicio.