Ciertos directores y actores de la realeza de Hollywood, se empeñan últimamente en revelarnos y mostrarnos las cloacas de la ciudad de Boston.Tal sería el caso del niño dorado Ben Affleck, ex galán de Hollywood y otrora figura talismán del clan seudoalternativo de Kevin Smith,alrededor de la periferia de Nueva Jersey.
A propósito,los dos fueron triturados de igual manera por la máquina de picar carne de los zares independientes.Al menos,el realizador de “Silent Bob” siempre buscó la forma de mantenerse fiel a sus orígenes.
Por su lado,el mejor amigo de Matt Damon le vendió el alma a los Faustos de la meca,por un puñado de dólares,al protagonizar los bodrios de Michael Bay con el pentagonista de Jerry Bruckheimer.El cine de la seguridad nacional se lo tiene agradecido por su contribución para “Pearl Harbor” y “Armageddon”.
Con ellas,el galán había entrado por fin a la élite de los actores mejor pagados.Pero como en un cuento o una novela de Sofia Carmina Coppola(“Somewhere”), la estrella era infeliz a pesar de sus millones.
En palabras del crítico Pablo Vázquez,el nuevo rico de la fábula de Dickens sentía “nostalgia por el gueto”.Un sentimiento de culpa compartido por raperos como 50 Cent en “Get Rich Or Die Tryin” o por Leonardo Di Caprio también de regreso a las malas calles de Massachussets en “Infiltrados”(cuando en realidad se la pasa viajando en jets privados y solo pone los pies en la tierra acompañado por escoltas).
Salvando las distancias,allí residía la mayor contradicción antropológica de “The Town”,dirigida por la impecable promesa de “Gone Baby Gone”. El resultado nos brindaba un vehículo para su exhibición personal y existencial,no necesariamente malo,pero sí bastante hipócrita y tramposo.Es decir, un trabajo hiperrealista sobre una mafia de robadores de bancos,interpretados paradójicamente por clientes consentidos del sistema financiero.
Imagínense el símil, es como si Macri,Slim y Cisneros produjesen y encarnaran la secuela de “Feos, Sucios y Malos” de Ettore Scola.De imposturas así vive la infraestructura del celuloide.Verbigracia, lo mismo sucede con “The Fighther”,un artificio diseñado para ganar en el Oscar.
Es basado en hechos conocidos dentro de la épica del boxeo americano,narra una historia clásica de superación de la adversidad en tiempos de crisis,y para rematar,lo incorporan una constelación de niños dorados con salarios de seis cifras,a quienes les encanta disfrazarse de pobretones y perdedores de la clase media baja,después de cobrar cheques gordos por enmascararse como “Batman” y “Max Payne”.
Luego, la gente comenta la portentosa y milagrosa transformación de Christian Bale,al rebajar docenas de kilos para calzar los zapatos del drogadicto redimido,Dicky Eklund,a la usanza de las metamorfosis de Robert De Niro,paradigma del estilo del método a imitar.
No en balde, la academia recompensó al “Caballero Oscuro” por resucitar el espíritu camaleónico de “Toro de Salvaje”.Sin embargo,el contexto es diferente. Antes suponía la culminación de un modelo de disciplina alentado por la escuela de Lee Strasberg.Ahora es un deja vu,una fórmula y una receta prescrita para arrasar en la temporada de galardones. Idéntica a la dieta estricta a la cual se someten las candidatas de los concursos de belleza,a objeto de llevarse la corona.
Mutatis mutandis,hoy el general “John Connor” alza su trofeo en señal de victoria,por la misión imposible cumplida. Nacido para vencer,es su lema demagógico.
Curiosamente, lo consagraron por desplegar una gama de “tics” y por convertir a un personaje con matices en una caricatura de adicto al crack rehabilitado por la fuerza de “Los Golpes del Destino”.Típica moraleja de depuración, saneamiento,refinación y limpieza de la sangre.
Los yonquis siguen siendo estereotipos de alarma conservadora para el mainstream.El profesor Antonio Escohotado,especialista en la materia,se moriría de la risa con el mensaje y la estética sensacionalista de la pieza.William Burroughs debe andar revolcándose en su tumba. Igual Hunter Stockton Thompson.
No lo duden por un segundo,“The Fighter” es como el equivalente de una cuña institucional de larga duración, de responsabilidad social, de knockout a las drogas. Ronald Reagan la aplaudiría de pie con Nancy al son de «Just Say No», secundados por Punky Brewster.
Por su parte, Mellisa Leo recoge los frutos por encabezar a una familia disfuncional digna de un sitcom populista de los ochenta, de macho humor,tipo “Married with Children” al calor de colillas y peinados abombados por secador.Expresionismo doméstico de costumbres en la tradición proletaria y “blue collar” del show de Roseanne Barr.Recuerden “Precious” de Lee Daniels.
Aquí la madre posesiva y grotesca le declara la guerra a su hijo prodigo y al feminismo de a pie,al encasillar a la mujer en un corsé anacrónico y anticuado de manipuladora y explotadora Lady Macbeth(con visos de comedia enlatada).
La dominación masculina la celebra a rabiar,porque proyecta una de sus fantasías de reducción y simplificación de la alteridad.
El enfoque etnocéntrico de los yuppies en territorio extranjero,se salda con una falsa óptica documental entre “artie” y telefílmica y un happy ending cantado desde el inicio,a las órdenes de la imagen mesiánica de Mark Wahlberg.Descendiente de la dinastía de “Rocky” en el tercer milenio.
Si en 1976, la pesadilla a encubrir y superar se llamaba Vietnam-Watergate,en el 2010 el fantasma a conjurar recibe el nombre del “crack de la bolsa”,simple y llanamente.En dos platos,deja de fumar crack o piedra para darle respuesta al crack de lo social. Por tanto,el desenlace nos invita a consentir y compartir la filosofía de autoayuda de “127 Horas” y “El Discurso del Rey”.Para las obras nominadas,usted es el responsable por su presente y su futuro.
Otra apología del desmantelamiento del estado de bienestar por parte de la “doctrina del shock” de los restauradores inconscientes de los dogmas de Milton Friedman.
De los Chicago Boys a los Boston Boys.
Advertencia:los miserables son aconsejados y estudiados por supuestos autores comprometidos.En verdad,mienten y adulteran como reporteros paternalistas.
Me huele a la no ficción,“Agarrando Pueblo”,de Luis Ospina.
Para películas de boxeo,me quedo con “When We Were Kings”,“Gatica,el Mono” y “Fat City”.
David O. Russell es un pugilista amateur en la división de Leonardo Favio y John Huston.
La subtrama romántica del guión me provoca tirar la toalla.
Justamente la disfruté por Bale y su transformación, que de novedosa e impresionante no tiene nada, sino más bien es un vestigio de esa época cuando no era Batman y sus interpretaciones eran básicamente experimentos de sadomasoquismo (The Machinist por ejemplo) o vehículos para películas con ambiciones mayores que el talento (Equilibrium por ejemplo). De resto pues eso…carne de Oscar.
Buen punto,Juanito.
Saludos!
Sergio, no voy a tratar nada con relacion a tu articulo de cine, dejame decirte que vengo leyendo tus criticas o analisis desde hace tiempo, por lo mismo, tengo una inquietud que me gustaria plantearte. Me parece interesante que algun dia hagas un analisis o una critica (lo que prefieras) sobre la programacion del canal Tves. Obviamente que lo compares con el antiguo Rctv y su programacion, y que de alguna manera nos dejes ver que piensas o sientes de la programacion de Tves, los productos audiovisuales que alli se difunden y los trabajos de los productores nacionales independientes. Gracias. Disculpa la digresion del tema que planteas en tu post.
Ahora resulta que cada imagen de una película es un manifiesto social a favor de un modelo de vida, (siempre contrario a su gusto por lo visto) matizado por el irrelevante sueldo de los involucrados en el filme.
Presentar un personaje femenino de cierto tipo es “Encasillar a la mujer en un corsé anacrónico y anticuado de manipuladora y explotadora Lady Macbeth.”
Entonces ¿cada vez que se interpreta a una mujer hay que ver a qué arquetipo se asemeja para no herir susceptibilidades? Por favor. Es como la gente que dice que Los Simpsons es una vitrina de ventas del estilo de vida americano. Son expresiones artísticas y no necesitan seguir un patrón, expresar un modelo social que le guste, o no ser “hipócritas” como tanto sostiene.
Tampoco entendí, si es que tenía alguno, el sentido de la referencia a Milton Friedman.
La película, para quienes sí desean enterarse de qué se trata, ilustra el dilema que implica para cualquiera, seguir las tradiciones originarias de su familia (por inconvenientes que estas sean), abandonarlas del todo o intentar una vía para integrarlas pero de un modo distinto.