El secreto de sus ojos es otro hito de nuestro costumbrismo cinematográfico, otro de sus éxitos bienales de taquilla apoyado en los mismos actores, los mismos recursos y la misma complacencia mutua entre el director, los espectadores y los críticos.Es un poco como el fútbol: parece haber un deseo unánime de que el cine argentino triunfe y nos incluya de algún modo en su imaginario.Pero con ese cinturón de seguridad y ese ambiente de satisfacción universal no se hacen películas geniales.Ni siquiera buenas películas.
Quintín.
El Oscar fue como un Mundial, porque ha sido una alegría compartida por todos los argentinos.
Cristina Fernández de Kirchner.
Juan José Campanella viene a ser la proyección de dos modelos políticos aparentemente enfrentados pero afines,el de Menem y el de los Kirchner.Del primer presidente,el director argentino comparte el gusto por la privatización de los afectos,desde el ámbito de lo público en la época de su desmantelamiento y absorción,bajo el amparo de las recetas importadas por el consenso de Hollywood.
Tremendo autogol.
De ahí su reconocimiento por parte de la Academia,suerte de FMI para América Latina y el resto del mundo.El Oscar,como institución,premia el esfuerzo de la colonia por duplicar el estándar del cine de la meca. Por ello, es el cajón de sastre de Iñarritu y compañía. Así lo verdaderamente diferente y alternativo de la globalización,deberá quedar por fuera. Léase Apichatpong Weerasethakul y los chicos de la escuela tailandesa.
Para decirlo en términos “porteños”, Campanella es el perfecto cineasta del Sur para concederle la estatuilla,en lugar de los incómodos,periféricos y personales Lisandro Alonso,Lucrecia Martel y Pablo Trapero,a quienes se les excluye a conciencia.
De tal modo,el galardón lanza un mensaje claro,diáfano y paternalista: me encanta verme como narciso en el espejo subdesarrollado de “El Secreto de sus Ojos” y nunca me reconoceré en algo distinto a él. Cojan dato y línea,jóvenes aspirantes al trofeo.
En paralelo y de manera contradictoria, Campanella es el director de Cristina por excelencia,de la llave justicialista y peronista,cuyo padre fundador pasó a mejor vida.Me refiero al caso de Néstor,por supuesto.
Salvando las distancias, Juan José encarnaría la ideología retroprogresista del clan demagógico en el poder, al recoger las banderas del compromiso por el revisionismo del pasado de “prohibido olvidar”,aunque según una moralidad de dudoso origen,cercana al “ojo por ojo” del vengativo Quentin Tarantino,después de la caída de las dos torres. La famosa tesis de Adrian Martin aplicada a “Bastardos sin Gloria”, “Kill Bill” y “Death Proof”.
En consecuencia, el señor Campanella fue recibido con honores de estado en Casa Rosada,junto con Darín y Francella,mientras la inquilina repartía elogios y se tomaba la potestad de ejercer el oficio de crítica oficial: “la fuerza de las miradas,la fuerza de las escenas,lo que han podido transmitir ustedes como actores desde los actos de heroismo cuando volcaban el cuadro.Francella irreconocible,lo cual demuestra que es un gran actor.Ricardo,todos,hasta el violador.Yo le decía a Ricardo,cuando lo llame para felicitarlo, que es una película, un alegato contra la pena de muerte.Revela toda la dimensión de las víctimas.”
Palabras falsas y huecas,por demás,a la altura del populismo y el oportunismo del telefilm,con su tono solemne y melodramático de reivindicación historicista.
En realidad,como en Venezuela con “Zamora” y “Miranda”, la película de Juan José Campanella, “El Secreto de sus Ojos”, resume la impostura de retroceder en el tiempo,para evadir los problemas del presente y darlos por superados en un canto al conformismo del happy ending.
Por tanto,la pieza lejos de contribuir al esclarecimiento y al desvelamiento de una memoria reprimida,tiende a encubrirla y ocultarla con un manto de banalidad y reduccionismo de folletín kitsch legitimado por la industria de consumo cultural.Por ende,la ficción reconcilia a propios y extraños,alrededor de la simplificación de los traumas de ayer y de hoy.
Aquí el tema es el terrorismo y la corrupción judicial en el contexto del ascenso de la “Triple A” de la mano de Isabel Martínez,único chivo expiatorio citado con nombre y apellido.Estratégicamente,el resto de los culpables y responsables son omitidos,autocensurados y disimulados entre guiños indirectos. Hasta ahí llega el perfil de la denuncia del realizador de “El Hijo de la Novia”,siempre lastrado por la reacción y el conservadurismo de las ideas y las mentalidades cuadradas.
En su enfoque maniqueo,las mujeres siguen siendo estereotipos al servicio de la dominación masculina.Isabel es la madre mala(en oposición a la buena de Cristina),Irene Menéndez-Hastings ocupa la casilla del objeto de deseo inalcanzable o del amor imposible a conquistar y Lilliana Colotto de Morales funge de la virgen violada indispensable para clamar por el llamado del jinete pálido encargado de ajustar las cuentas con los villanos,limpiar la escoria de la ciudad y salvar de las garras del pecado al pueblo maltratado por sus forajidos.Mitología western de tebeo elevada al rango de dogma de fe.
Por consiguiente,el esquema binario también impide comprender los matices y las complejidades del contenido de fondo,donde la escala de grises y matices brilla por su ausencia en beneficio del trazo grueso a blanco y negro(sello de fábrica y marca de la casa).
Por encima, la estructura del relato se narra como un thriller demodé bastante sonso,predecible,monocorde y unidimensional,apenas conmovido por el mentado “bing bang” de una plano secuencia efectista en un estadio. Robótico clímax orgásmico de una faena de trámite saldada como un serie de suspenso enlatado, a través de la rutina y del sistema de las tres cámaras frente a una puesta en escena carente de identidad,secuestrada por la literalidad y el humor prefabricado de los diálogos.
Las frases declamadas por los intérpretres,mueven a la risa por lo cursis y ridículas.Recuerdan al peor de los Solanas de los años ochenta,al lirismo sonrojante de Subiela,a la verborrea de Adolfo Aristarain y al naturalismo de diseño de Sorín.Quintaesencia de una escritura argentina estancada en la grandeza nostálgica de su teatro,de su clasicismo condenado a morderse la cola.
Para colmo,la fantasía de la hipocresía mayor sucede y acontece cuando arriba el desenlace.Atención porque voy a describir la absurda y grotesca conclusión.
Entonces,el protagonista vuelve a consentir la tortura como método de escarmiento al margen de la ley,para de inmediato cruzarse de brazos, guardar silencio,ir al encuentro de su media naranja y clausurar la puerta del tribunal, en nombre de la reconstitución de la república y el saneamiento de la democracia.
Mutatis mutandis, se nos invita a cerrar los ojos y a ser cómplices no de la pena de muerte,sino de la aplicación de la justicia por la propia mano, ante la inoperancia de las instituciones y la bancarrota de la burocracia.
Y si en “Bastardos sin Gloria” un genocidio se pagaba con la misma moneda obscena de un genocidio(Cahiers Du Cinema dixit), en “El Secreto de sus Ojos” un crimen conseguirá su castigo con otro crimen,a espaldas de la constitución,la declaración de los derechos humanos y la convención de Ginebra.
Ergo,el subtexto del argumento coincide con la filosofía punitiva,inquisidora y disciplinaria del “Acto Patriótica”, a la luz de “El Camino de Guantánamo” y “Standard Operating Procedure”.
Se explica la sobrevaloración de la película en las altas instancias de la esfera mediática y los conflictos de interés.
Es el instante de corregir el eufemismo de Cristina.“El Sueño de sus Ojos” no es un alegato contra la pena de muerte,fantasma “yanqui” de la izquierda divina.En verdad, es una defensa puritana y pacata de la doctrina Bush,de las prisiones clandestinas,de las detenciones y privaciones de la libertad,sin el debido proceso.
Irónicamente,“El Secreto” se quiere de avanzada.Por desgracia nos lleva para atrás al punto de rozar con las prácticas de López Rega, Videla y los gorilas del desastre de Las Malvinas.
En su código de ética, Darín se contenta con desaparecer a un asesino,pues se lo merece.Para mí, celebrar semejante revanchismo es equivalente a regresar a la era de las cavernas,a la etapa de la cacería de brujas y el lejano oeste.
No en balde,el largometraje rescata el anacronismo del ámbito qualité y de época,amén de un repertorio desfasado de signos de distinción.El maquillaje y el tinte exageran involuntariamente el cariz de caricatura novelera.
La dramaturgia episódica y lineal,atravesada por flash backs,hiede a rancio y se estira como la goma de mascar.Las acciones pecan de redundantes y las situaciones engrosan el manual del formato de misterio,sobre la base de un suspenso ingenuo.
La subtrama romántica,de separación y reencuentro,destila y desprende un tufo de soap ópera infumable.
Compararla con «Casablanca» es una locura.
Al borracho lo matan y lo redimen con su sacrificio ejemplar.
En suma,Campanella pretende heredar y resucitar un aire de tragedia épica,“bigger than Life”,ya al borde de la extinción. “El Secreto de sus Ojos” la acaba por sepultar en la fosa común de las aflicciones colectivas.
Explotación sentimental y sentimentaloide de los martirios y los complejos de culpa.
Pornografía blanda y barata del ánimo de superioridad de los actuales ciudadanos evolucionados y civilizados.
Ellos nos dicen:vean,miren,comprueben,antes fuimos bárbaros y salvajes.Ahora somos felices,comemos perdices y cumplimos nuestros sueños(a pesar de guardar esqueletos en el armario).
Me evoca peligrosamente el discurso de cierto caballero optimista del siglo XXI, dedicado a manipularnos con la satanización de sus antecedentes.
Sea como sea,al status quo le conviene la alegoría y la metáfora de “El Sueño de sus Ojos”.
siempre lo digo, si Kafka fuese latinoamericano seria un escritor costumbrista
Bien dicho.
Un abrazo.