El verdadero padre de la comedia escatológica recibió el nombre de John Waters y su obra pasó de las catacumbas del undeground a las marquesinas de la oferta monopólica, mientras sufría un natural proceso de decantación.
Recuerdo haber visto “Cecil B. DeMented” en una sala vacía del complejo multiplex de Coconut Grove,cuando su estrella comenzaba a declinar, fagocitada por quienes eran sus enemigos naturales(las cadenas de distribución,producción y exhibición).
Después de ella, sólo pudo estrenar “A Dirty Shame”, aunque con severos cortes de censura. Sería una de las tantas víctimas y chivos expiatorios de la nueva cruzada conservadora de la era Bush,junto con los creadores de “South Park”.
Hollywood consentiría el ego del presidente republicano y del espectador promedio de la época, al imponer el modelo de la comedia romántica post-once de septiembre. Banquete favorito del menú audiovisual proporcionado como Soma por las aerolíneas del Mundo Feliz.
Por algo,como respuesta,surge el documental del 2006, “This Film is Not Yet Rated”,protagonizado por Waters,Tray Parker y los demás condenados por la insólita cacería de brujas de la “Motion Picture Association of America”,bajo la sombra de Jack Valenti.
No por casualidad,en el mismo contexto,la filmografía de los Hermanos Farrely deriva y deviene caldo de cultivo de la corrección política,a través de una serie de películas de parejas anodinas como “Fever Pitch” y “The Heartbreak Kid”.
Muy atrás quedaban los tiempos de sus obras maestras del absurdo y el sin sentido de los noventa: “Dumb and Dumber”, “Me, Myself & Irene” y There’s Something About Mary”.
Fue la cumbre estética de su paradigma de “cacá,pedo y pis”,amado por los liberales y odiado por los retroprogres. Aun así, a la larga terminaría siendo aceptado hasta por la crítica académica y esnobista de Film Comment.
En el único lugar del planeta,donde la siguen considerando un anatema y un tabú es en la provinciana isla de Caracas,el santuario de los periodistas “chorongas”,de sensibilidad trasnochada y rococó.
A ellos,como siempre,les dedico mi comentario de hoy,a favor y en contra de “Pase Libre”,para hacerlos convulsionar como hipsters delante de un espejo quebrado(retomando las palabras del estimado colega,Claudio Medina).
En su descargo,la cinta supone el regreso de los “brothers” por la puerta grande del humor negro,la sátira social y la deconstrucción nauseabunda de la clase media de los suburbios,retratada con saña de caricaturista de brocha gorda,a objeto de desnudar su hipocresía moral.
Aparte, hay una impecable dirección de actores asentada en un reparto sitcom de quitarse el sombrero,encabezado por Owen Wilson,Jason Sudeikis y Christina Applegate. En lo personal,no me gustó Jenna Fischer en el papel de la sufrida Maggie,pero tampoco molesta o echa por tierra el esfuerzo.
Los demás cumplen el trabajo de despertar y estimular la sana carcajada del respetable,al punto de escupir y tragarse las cotufas(Carlos Caridad dixit).
Claudia y yo la gozamos como forma de terapia de choque,celebrando sus chistes de consumo de sustancias ilícitas,de guerra de los sexos y de reflejo del vacío de la sociedad del bienestar.
Como en una adaptación malsana de Samuel Beckett,los personajes sucumben a la muerta lenta de la espera de Godot, entre falsas promesas de ruptura y fallidas búsquedas de libertad,fuera de la burbuja de cristal del matrimonio imperfecto.
Los días avanzan irremediablemente en una marcha de despropósitos y desatinos,cuyo destino paradójico es el retorno al refugio materno y freudiano del hogar.
Pero la vuelta a la casa no garantiza la felicidad por siempre,pues el epílogo reniega del happy ending tranquilizador,al sugerir la incapacidad de reprimir la tentación de la carne ajena y el deseo contenido de abandonar el nido familiar.
Los protagonistas deciden,de común acuerdo, fingir demencia y continuar encarnando la charada del enlace ideal,compartiendo una parrilla en el jardín con los amigos en estado de crisis madura.
En paralelo,tres son los principales problemas del guión.Uno,la fácil e inverosímil resolución del conflicto de Owen Wilson,ilustrada con sendas escenitas de rechazo culposo de la invitación a la infidelidad pecaminosa.Dos,la reaccionaria omisión,simplificación y satanización de cualquier encuentro erótico,al margen de las relaciones estables.Último,el tufillo de sermón conformista,de tradición clásica.Chapado a la antigua manera del vano ayer,para fungir de válvula de escape de la depresión.
Típico ejemplo de un mensaje aleccionador en pro de la resignación.
Sea como sea,se presta a la discusión,a pesar de su “automordaza” y su reiteración de fórmulas agotadas.
Recomendada(con ciertas reservas).
Abstenerse incondicionales del Festival de Cine Francés.
Atención con la magistral parodia de un almuerzo en la mansión de unos ricos bobos,no lejanos a nuestros materialistas histéricos y sifrinos cuarentones de la boliburguesía.