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Las Horas del Verano: Damnificados y Dignificados


Esperábamos una obra maestra de Olivier Assayas y nos conseguimos con un correcto film de arte, no necesariamente malo, pero sí lastrado por sus compromisos de mecenazgo, pues el patrocinio directo del Museo de Orsay le acaba de jugar en contra a la libertad de expresión y a la espontaneidad del director, quien parece debatido entre quedar bien con dios y con el diablo, sin terminar de definirse por uno u otro bando.

En efecto, lo peor de la película es su abierta cuña de la institución, al exhibir sus dotes para la restauración de una pequeña estatua adquirida a la familia protagónica, cuyo drama reside en confrontarse con la realidad de verse obligada a disponer y darle destino a las joyas, a las obras, a las antigüedades y al legado de la madre recientemente fallecida,casada con un pintor de ascendencia impresionista, también difunto.

Entonces, surgen los problemas y las contradicciones del guión, en cuanto busca responder a las inquietudes del realizador, mientras debe enaltecer,de algún modo,las necesidades y requerimientos publicitarios del impulsor del proyecto.

Así, el realizador rueda unos planos antisépticos y carentes de la menor personalidad, en los archivos,pasillos y bóvedas de la corporación, donde observamos el trabajo de los nobles empleados de la empresa y el empeño de los encargados de la colección, por organizar y preservar la herencia adquirida. No es mentira, aunque luce como un reportaje de la compañía, un comercial esnobista de una marca chic o una sucesión de viñetas acartonadas, iluminadas para la ocasión.Cero rastro de burocracia interna, inoperancia en el manejo de los recursos, hastío natural de los empleados y defectos normales de fábrica.

Por ello, en lo personal, me resulta más convincente,revelador y conceptual el esfuerzo de profesionales criollos como Ángela Bonadies y Juan José Olavarria, por desnudar la trastienda y el lado oscuro de los sistemas nacionales e internacionales de almacenamiento y acaparamiento de galerías, salas en exposición y afines.

Por ejemplo, en Bonadies descubrimos el absurdo kafkiano de reunir objetos de valor, de diversa procedencia, en un mismo espacio, como si fuesen artículos de consumo apiñados en el aparador de un súper mercado,reliquias de la abuela embutidas y clasificadas en un closet de lujo con aire acondicionado, tesoros desvencijados acumulados en el fondo de la caja de un banco.

Por fortuna, el cineasta no es inconsciente y en un momento de lucidez, recupera el juicio crítico para demostrar la total impostura del fenómeno. De hecho, los protagonistas son testigos de la rutina deshumanizadora de emplazar sus muebles en las salas gélidas y en los no lugares del Museo de Orsay. Allí recobramos al mejor Olivier Assayas.

De igual modo, logra callarnos la boca cuando se dedica a hacer cine en serio, bajo la influencia telúrica de los últimos impresionistas franceses: el Jean Renoir de la celebración de la vida,el Éric Rohmer de los cuentos morales en cuatro estaciones y el perspicaz Claude Chabrol del discreto desencanto de la burguesía de provincia, incapaz de salir de su burbuja de confort,de su círculo vicioso, de su vacío existencial. Angustias modernas desde un enfoque posmo, neoclásico y revisitador. No en balde, Olivier Assayas los estudió y analizó a todos en su etapa de editor de Cahiers Du Cinema.

Por consiguiente, “Las Horas del Verano” supone una obvia continuidad de la escuela parisina de la nueva ola, no en la tradición iconoclasta de Godard sino a la usanza introspectiva de François Truffaut,salvando las distancias.

En descargo de la puesta en escena, reivindicamos el reparto, el montaje sutil, el perfecto encadenamiento de los diálogos y la división del relato en tres segmentos: encuentro incómodo de la familia en la casa con la madre a punto de morir, secuelas de la muerte de la madre y conclusiones abiertas ante el desenlace trágico, de tintes Shakespeareanos, al estilo de “King Lear”.

En consecuencia, la reina madre convoca a sus tres hijos y aflora la hipocresía social en ellos, al constatar su absoluto egocentrismo y renuencia a ocuparse de los asuntos de la casa. Dos viven fuera de Francia, producto de la globalización, y encarnan el arquetipo de un país fragmentado,abstraído, polarizado,exiliado de sí mismo y en guerra con su identidad(la bandera de Sarko).

El último tampoco sabe comunicarse con la madre, la trata con impaciencia y asume por compromiso su idea de resguardar el legado de la familia. Sin embargo, al final, la opción termina siendo la del remate del patrimonio.

De seguro, sugiere el libreto,la indiferencia de sus hijos mató a la madre. En cualquier caso, la alegoría funciona como un llamado de advertencia hacia las generaciones de relevo, de cara a su pasado, a su memoria.

En manos de los chicos de hoy, nos dice la pieza, el futuro cultural de Francia se perfila incierto y sujeto a los vaivenes de la ética indolora, del individualismo, de la especulación.

Lastimosamente, en medio de semejante panorama desolador, la única alternativa parece radicar en el arca de Noé del Museo de Orsay, suerte de asilo y de albergue para protegerse de la tormenta de la sociedad occidental. Aquí Assayas se pasa de rosca.

Pero al menos, plantea un foro y un marco de discusión para el tema.

En Venezuela, los Museos no sirven por decreto y solo funcionan como centros de acopio y amparo de damnificados.

No olvidemos las denuncias de Miguel Miguel y Gerardo Zavarce.

¿Dignificados de la patria?

Yo les aviso.

Dios nos agarre confesados.

PD:mención aparte para el personaje del ama de llaves,auténtica heroína de la partida. Su mirada nos evoca al Bergman de “Fresas Salvajes”. Merecida dignificación de la tercera edad.

Por su parte, el retrato de los jóvenes me dejó insatisfecho. Lo sentí un poco reaccionario, conservador e idealizado, como de tarjeta postal para despedirnos en son de paz.

El epílogo no es un homenaje al cine impresionista.

Remeda un cliché barato de Hallmark Movie.

Brutal, como siempre, Juliette Binoche.

Estoy enamorado y le quiero escribir una carta cursi de Mont Blanc, con el apoyo del ICREA.

Es broma.

Se lo dedico a mis panas,Gabriel y Elena, por ser rebotados injustamente del concurso de marras

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