El Festival de cine francés terminará el lunes. Luego, la cartelera cinematográfica venezolana volverá a ser lo que es: una vitrina pletórica de producciones hollywoodenses que ofrece pocas opciones a aquellos cinéfilos que buscan una mayor diversidad cultural.
Ni películas asiáticas ni latinoamericanas. Apenas unas pocas europeas. El catálogo de ese tipo de filmes en Venezuela aún es limitado, sobre todo en el interior del país. Y, para los directivos de las principales distribuidoras locales, parte de la culpa la tiene el espectador.
“Hay un tema de formación. Se acostumbró al público local a una sola mirada y se habituó a que solo vean las producciones de los estudios de Hollywood”, explicó Bernardo Rotundo, presidente del Circuito Gran cine, una organización dedicada a la difusión del cine de arte. “A la hora de hacer su selección, la gente siempre va a preferir esa tendencia”.
Esa es una teoría: al público nacional no le gusta ese tipo de cine. “Esa es la experiencia que tenemos comercialmente. La gente no las va a ver”, dijo José Pisano, director de programación de Cinex. Y quizás tiene razón. De las 100 películas más taquilleras de 2010 en Venezuela, 89 fueron producciones o coproducciones estadounidenses, ocho venezolanas, una del Reino Unido y otras dos coproducciones provenientes de países europeos.
Las principales cadenas de cine del país (Cines Unidos y Cinex) tienen mucho que ver. “Ellos apuestan al producto cuyos resultados económicos sean elevados. Prefieren exhibir una película taquillera, que les asegure el público suficiente para generar ganancias económicas y poder soportar esa infraestructura de costo. Y no los podemos criticar. Ellos no son coleccionistas, son empresarios que quieren maximizar sus ingresos”, indicó Rotundo.
También hay otro problema: el dinero. “La distribución es cara. Hay que pagar un mínimo garantizado en dólares. Las copias están muy elevadas, también los trailers y las estrategias de promoción. En líneas generales, los costos de una película pequeña, en condiciones muy favorables, no cuestan menos de 100.000 BsF.”, dijo el director de Gran Cine.
Los festivales son una opción para abaratar gastos y para que el público se acerque a ellos. “A través de los festivales hemos demostrado que es posible que el público responda masivamente a ver estas manifestaciones cinematográficas. Así, poco a poco, se forma un espectador crítico”, concluyó Rotundo. La cartelera de cine local también necesita arte.