La película narra la historia de un viaje de regreso a “Sudamérica”, el de un ave en busca de sus orígenes y raíces para garantizar la supervivencia de su especie. A partir de allí, la cinta aflora una serie de tensiones y conflictos de interés, a la hora de retratar a una cultura distinta y diferente como la brasilera.
En primer término, el film supone la quintaesencia del Hollywood en fuga, a la caza desesperada de mercados alternativos, con el mismo propósito del protagonista de la cinta: evitar la extinción de una forma de hacer cine a la viaje usanza clásica dentro de los estudios.
De hecho, ello supone una de las constantes temáticas de la Twentieth Century Fox Animation,casa productora del film, desde el éxito de “La Era del Hielo” y sus respectivas secuelas, donde el mensaje del libreto sublima y encarna el miedo ante el peligro del fin de una época y de un período pasado.
En efecto, el argumento de “Río” gira en torno a la superación de tal adversidad, como si fuese la gran obsesión de las compañías americanas del ramo.Recuerden el subtexto de “Toy Story 3” y “Up”.
Por defecto, se recupera el patrón de la nostalgia reaccionaria de la Disney, mientras descubrimos el rediseño posmoderno de su formato y su modelo de negocios en tiempos de crisis y depresión.
No en balde, como lo dijo el colega Alexis Correia, “Río” constituye la actualización del paradigma del Ratón Mickey para la segunda guerra mundial, cuando buscó ampliar sus dominios y encontrar refugio en el Sur, por sus problemas con los sindicatos y los acreedores(Gonzalo Jiménez dixit).
Entonces surgió el proyecto de “Los Tres Amigos” como momentánea tabla de salvación financiera, a la gloria de los principales “nichos” de la compañía, a reconquistar en su cruzada imperial: México y Brasil. Así, la segunda nación fue representada por el arquetipo de “José Carioca”, el famoso y políticamente incorrecto “Loro Fumador”,siempre con su sombrerito, su paraguas en mano,su puro a medio consumir, su acento marcado y su permanente disposición a reafirmar el estereotipo de la caricatura del latino cantarín,al calor de la Samba y del Tico-Tico.
Exotismo infantil reconvertido en kistch al estilo de la banana chiquita de Carmen Miranda. Otro caballo de Troya de la meca en su patio trasero, desechado tras el advenimiento de la prosperidad y la bonanza en el esplendor de la era del baby boom. Comenzaría la decadencia del sueño dorado de los aztecas, los porteños y los cariocas por compartir una tajada de la torta del monopolio controlado por Estados Unidos.
En consecuencia y mutatis y mutandis, “Río” viene a resucitar un cuento conocido y trillado, pero ahora saldado con ligeros cambios de contenido y empaque. Me explico.
Para empezar, a José Carioca lo dieron de alta y lo sustituyeron por un inseguro e inofensivo pichoncito de “Parrot Jungle”, de “Animal Planet” y de parque temático cuchi. Su misión es aparearse con una hermosa pareja, clonada del ADN de Anne Hathaway,la princesa de las fantasías húmedas de la dominación masculina instalada en Beverly Hills.
Al lado de los tórtolos, de la dama y del vagabundo, figura la típica galería disfuncional en la tradición de “Libro de la Selva” y “Madagascar”. Darwinismo para niños despojado de su parte diablo y esterilizado para la ocasión a través del filtro antropomórfico de la domesticación del reino salvaje.
Para el poder, los mamíferos son la máxima sublimación de la alteridad,y por ende, deben ser domeñados, colonizados,doblegados y humanizados según la lógica de las pasiones del melodrama.
Los personajes de “Río” oscilan entre el folletín de golpe de pecho y la culebra de “Red O Globo”, el libro de autoayuda y el best seller de Paulo Coelho, el fetichismo del carnaval en Sambrodomo y el chiste cruel a costa de la miseria ajena. En pocas palabras, es la revisitación de la dieta demagógica de la televisión basura hecha en casa por los creadores de “Xuxa” y sus equivalentes de “Sábado Sensacional”. Olvídense de la estética del hambre de Gluber Rocha, del neorrealismo de Walter Salles,del fresco de «Ciudad de Dios» y de la dureza de “Manda Bala”.
En “Río”, la favela es un lugar de paso, un decorado de fondo, dibujado con trazos de viñeta maniquea, de tarjeta postal, de portada de revista, de código binario.
Por un lado, prevalece una imagen populista del gueto, a comparar con el lente idílico y falso de la cámara del Gran Hermano venezolano, por medio de su hegemonía comunicacional, tipo programa de “Vive TV” y “TVES” en el barrio.
Por el otro, compendia las fobias y temores de la clase media, frente a su periferia, reducida a la condición de una madriguera de ratas,rateros y ratones.
Precisamente, el pecado original y la fuente de maldad de la ficción, procede de los techos de cartón y de los ranchos de la capital, pues allí se albergan las conspiraciones y los centros de operaciones de los villanos de partida, los cuales trabajan con total impunidad. El héroe mesiánico les dará su merecido, en el happy ending, al salir del closet y armarse de valor.
En la actualidad, casi todos los relatos de iniciación, nos hablan en el lenguaje de la lección militar. Para crecer, es necesario aprender a pelear y defender un patrimonio. Es una obsesión bélica derivada de la retórica de la propaganda castrense. Léase, una apología de la filosofía de reclutamiento para el medio oriente, en venganza por el once de septiembre.
Lo peor de “Río” llega en el desenlace. Ahí su cinismo e hipocresía moral alcanzan el status de una cuña de responsabilidad social, para brindar albergue a los niños pobres del tercer mundo, desheredados de la tierra.
Cine de almas caritativas, con complejo de culpa, tras la huella de Bono, Angelina Jolie y Brad Pitt. Capitalismo con rostro humano, de vocación socialista, deconstruido por Zizek en “Primero como Tragedia,después como Farsa”.
Cojan dato, manipuladores de cerebros del PSUV.
Mascarada de difícil digestión,amparada por las causas conservacionistas del partido verde,las banderas de «Greenpeace» y el ecologismo de nuevo cuño,recomendado por la doctrina paternalista a sus vecinos.
Dañan el ambiente como nadie y luego nos sientan en el banquillo de los acusados.
Me quedo con “Orfeo Negro”, aunque mal pague.
Atención con el epílogo. Es un canto a la ley de Inmigración de Obama, impulsada por los republicanos.
“Río” nos despide con una oda musical a la deportación de los guacamayos brasileros, bajo el chantaje de la reproducción, y de la exportación de los chicos abandonados por el subdesarrollo.
Vaya confusión,vaya paradoja de la aldea global.
En ambos casos, huele a trampa para engatusar a bobos,made in BRIC.
“Río” es un disfraz y un traje a la medida de Lula,confeccionado por el fashion etnocéntrico.
Es su “Cocalero”, su “Al Sur de la Frontera”.
Por desgracia, abrirá una tendencia y un filón a largo plazo.