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RELIGIÓN, POLÍTICA Y DESARROLLO COMUNITARIO: EL PASTICHO A LA VENEZOLANA

 

Si algo encabronó a la comunidad LGBT venezolana, de la lamentable publicación en Notitarde el domingo 17 de Abril de 2011, fue la amenaza de muerte lanzada por la Arquidiócesis de Valencia. De acuerdo a la cita central en la diagramación del mencionado artículo:

Si alguno se juntare con varón como con mujer, abominación hicieron; ambos han de ser muertos, sobre ellos será su sangre (Lv 20: 13).

Si eso no es una incitación al odio, pido al Pbro. Miguel Romero que me de la etiqueta que, de acuerdo a su parecer, debo usar para referirme a esta frase asesina tan directa.

En todo caso, el impasse ha dejado en evidencia varias cosas importantes, las cuales paso a enumerar:

  1. Internet es una herramienta útil para aplicar uno de los mensajes de Amnistía Internacional, a saber, si hay testigos es más difícil que los actos violentos lleguen a su realización.
  2. En este sentido, las redes sociales son cruciales a la hora de articular la comunidad LGBT en Venezuela la cual, finalmente, comienza a cristalizar.
  3. La posibilidad de llevar a cabo este 1×1, en el que a cada estupidez lanzada por la iglesia católica se le opone la respuesta en cambote del colectivo, tiene un peso importantísimo para limitar el abuso y la violencia simbólica que provienen de una institución que aún no es consciente de los límites dentro de los cuáles debe mantenerse.
  4. Tal y como demuestran los comentarios a mi artículo previo, así como la respuesta de xluis, existe una gran confusión respecto a términos como agresión, violencia, dominación, resistencia y lo que se entiende por consenso en un escenario democrático.

Antes de pasar a los dos últimos puntos que quiero reseñar, me permito poner algunas definiciones:

La agresión es por encima de todo, la energía que nos mueve (además de, o en conjunto con, la pulsión sexual – Y bueno sí, ya se que vendrá algún post cargado de sociobiología o vaya usted a saber cuál disciplina materialista para «deconstruir» este planteamiento). El bebé que se abre paso a través de la vulva, el gato que despedaza a un ave, el niño que muerde una manzana o se come un pedazo de carne… Ninguno de estos seres vivientes ejecuta la acción con cariño, precisamente. Hay un imponerse y, en ciertos casos, un destruir necesario, con los cuáles la vida se afianza y continua. En definitiva, sin la agresión seríamos vegetales, o estaríamos muertos.

Ahora, una cosa es agresión y otra  violencia. Un acto se torna violento cuando la aniquilación del otro sirve al mantenimiento de cierto status quo, cuando se ejerce sólo para mantener el orden existente; tratando de frenar el cambio o el movimiento que la vida parece desplegar como proceso. Así, violento es el intento de la iglesia católica por intentar conservar, luego de varios siglos de haber perdido la batalla, una posición que, como muestra la respuesta de la Arquidiócesis de Valencia (este será mi último punto) sólo existe en la cabeza de unos pocos sacerdotes.

A propósito de esto, una forma particular de violencia es la violencia simbólica, bien estudiada por sociólogos como Pierre Bourdieu, donde el intento de aniquilación se hace a través de las palabras, de imponer al otro una definición que lo mutila y lo deja sin voz. De allí la obsesión de la jerarquía católica por enfatizar la idea de «desorden moral» en los homosexuales, o de botar espuma por la boca ante la aspiración de que las uniones entre personas del mismo sexo se llamen matrimonio. Lo que más aterra a los cristianos en general es que a los gays se les reconozca como seres humanos con voz y voto; como similares, a la misma altura ontológica y moral. En una palabra, seres con dignidad.

Precisamente por esto es que Benedicto XVI podría considerarse terrorista, pues usa la violencia simbólica, con zaña, en contra de un grupo específico. Lo hace de manera desubicada e impertinente, cada vez que puede, como pataleo de ahogado. De todas sus intervenciones (que comienzan formalmente con ese documento absurdo y ridículo, La Pastoral para el Cuidado de las Personas Homosexuales), su acto terrorista más evidente es el de difundir en un foro sobre medio ambiente la idea de que los homosexuales «atentan contra la creación». ¡Le hablan de calentamiento global y miren con lo que sale el anciano! Si esto no es desespero, pues que alguien (¿Ratzinger, quizás?) me diga que etiqueta debo usar para referirme a este exabrupto.

Precisamente por esto es que surge la resistencia. Los intentos por frenar la dominación, es decir, esa violencia que lleva a los gays a ser colocados donde la iglesia católica pretende colocarlos. Y con esto cerramos el círculo. Si alguien te quiere ver muerto, no es precisamente con sutilezas que vas a defender tu vida o, por lo menos tu dignidad. Es con agresión, con la fuerza de la vida. Y sí los cristianos no jodieran la paciencia como lo hacen -joden, joden y joden-, tratando de convertir al resto del mundo a sus creencias, la comunidad LGBT no tendría por qué resistir como lo hace. Pues bien visto, sólo hay reacciónes para frenar la violencia religiosa.

Quizás esto es lo que descuadra a los observadores heterosexuales quienes, incapaces de empatizar con la opresión que el colectivo LGBT sufre, creen que tienen una respuesta «excesiva» que «promueve el odio», cuando su intensidad es precisamente la que se necesita para frenar las pretensiones colonialistas de la iglesia de Roma. Friederich Nietzsche lo dice mejor en el primer capítulo del Zarathustra, De las Transformaciones del Espíritu: pero en la soledad del desierto, ese camello que lleva una pesada carga (la de la violencia simbólica que lo reduce en su ser) se transforma en león; él quiere conquistar su libertad como se conquista una presa y ser señor de su propio desierto. Quizás las mujeres, los negros, los aborígenes… cualquiera menos los varones heterosexuales, están en la posición para entender esto.

¡Así que incitación al odio mis polainas! A este ataque que se encubre como el amor de una madre que nadie llamó hay que oponerse con la furia de un león que, como dice el filósofo, usa «el santo decir NO» ante el abuso del dominador. No te acepto en la posición que crees que ocupas. Ubícate Ratzinger y ubícate Miguel Romero que las locas no son más los mariquitos tristes que se escondían en los armarios pensando que estaban enfermos. A cada burrada eclesiastica responderemos con argumentos y con leyes, leyes que son seculares y no católicas. Porque esto es lo que pasó en el incidente Notitarde- Colectivo LGBT, que nadie había notado que el camello es ahora un león.

Con esto paso a mis dos últimos puntos. El primero, la respuesta evasiva del diario Notitarde la cual, en pocas palabras, se lava las manos diciendo «no nos manden quejas a nosotros sino a los curas». Me pregunto yo ¿donde queda el derecho a réplica? ¿Secundan la violencia simbólica y luego no se hacen cargo de su responsabilidad? ¿Por qué un espacio para la iglesia católica y no para los evangélicos, o los gays? Nietzsche tiene un nombre para este tipo de personajes, en el mismo libro; los llama pálidos delincuentes; seres despreciables que luego de matar no se sienten a la altura de su crimen; se horrorizan al ver el cuerpo y dicen «no puede ser, así no soy yo». Pero bueno, no importa, ahora tenemos las redes sociales, podemos informarnos y armar el alboroto, aunque la respuesta que obtuvimos haya sido escueta. Algo es algo y por algún lado se comienza.

Finalmente, el punto más importante, a mi entender, es la respuesta desubicadísima de la Arquidiócesis de Valencia.

  1. «Sabiendo que la misericordia y el amor de Dios alcanzan cualquier clase y raza social». ¡No nos interesa a donde llega esa fulana misericordia! Estamos en una sociedad secular y dentro de la iglesia lo que quieran; fuera de la iglesia, en el escenario social, respeto e inclusión de la diversidad sexual.
  2. «Exhorta constantemente a tratar con delicadeza y compasión a quienes posean esta condición». ¡No nos interesa su lastima ni su condescendencia! Somos sanos, podemos ser felices, y lo vamos a ser mucho más cuando dejen de decir tantas estupideces. Nosotros tenemos voz propia y esa idea de los mariquitos tristes y llenos de angustias existenciales son el resultado de frases tan pavosas como la que cito en este párrafo. Los que salimos del closet y desarrollamos nuestra identidad sexual vivimos vidas plenas (no así los que llenos de culpa se meten al seminario).
  3. «…como hijos de Dios están llamados también a cumplir la voluntad del Padre en sus vidas». ¡No pedimos que nos bautizaran! Por cierto, curiosamente, la iglesia se rehusa a aceptar los documentos de apostasía. Por otro lado, los que seguimos dentro de la religión católica, definitivamente, lo hacemos porque tenemos una idea de Dios distinta a la que nos quiere vender el Vaticano.
  4. «Nuestro trabajo es de Cristo y para Cristo, nuestra misión es lograr que todas las almas se salven y acepten el amor redentor del Señor». ¡Basura! No queremos ser salvados porque no hay nada de qué salvarse. Esa salvación de la que hablan es válida solo para ese 17% del mundo que dice profesar la fe católica. De manera que la «acción pastoral» es una manera eufemística de llamar los intentos de dominación y colonización religiosa. Estamos en una sociedad secular y claro que tienen derecho a expresarse, no a pretender que la sociedad se rija de acuerdo a sus reglas. Nadie los obliga a abortar, nadie los obliga a tener sexo recreativo. Si tienen fe y siguen la biblia, los católicos sabrán controlarse ¿no? El punto acá es simple: no nos queremos regir por la moral cristiana ¿será que, finalmente, lo pueden entender y, por supuesto, aceptar? La comunidad LGBT exije su derecho a usar sus cuerpos como les venga en gana. Y ustedes no tienen ningún derecho, ninguno, de meterse en la vida de los demás, especialmente si ese prójimo no profesa la fe católica.

5. «La Iglesia como madre y maestra no desoye las críticas». ¡Arribistas! ¿A estas alturas del siglo XXI, con qué moral pretenden ser madres, padres o guías espirituales? ¿Además, quién quiere una madre que condiciona el amor y hace chantaje emocional usando una idea de dios iracundo? Ubíquense, la iglesia católica en Venezuela y en cualquier parte del mundo es solo un sujeto social como cualquier otro, como los obreros, los estudiantes, o el colectivo LGBT (y den gracias a la tan mentada democracia, de otro modo estarían no al mismo nivel, sino más abajo).

A nadie le gusta perder sus privilegios, eso lo sabemos. ¡Pero hombre, que ya han pasado varios siglos desde que ocurriera la separación entre Estado e Iglesia! Ya como que es hora de superarlo, ¿no?

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