Los niños pobres hacen su peaje con un muñeco irreconocible de Judas. No quieren comprometerse políticamente, para no perder electores y potenciales contribuyentes a su causa partidista. Me detengo a verlos y observo como los conductores insensibles les pasan por delante y les tiran monedas al aire,como en aquella terrible película documental filmada por Lumiere en Indochina,bajo control colonial. En pleno siglo XXI, seguimos siendo etnocéntricos y deshumanizados ante la miseria ajena, a pesar de los mentados esfuerzos del gobierno por reducir las brechas de ricos y menesterosos. De dignificados de la patria, los pequeños pasaron a ser por decreto, damnificados a perpetuidad. ¿Quién los habrá traicionado? ¿Cuál de nosotros y de ellos, será su Judas?
En Chacao dos manganzones acompañan a un espantapájaros con la boina del Presidente, mientras se atraviesan por el medio de la calle. Detienen el tráfico de forma dictatorial e imponen su ley draconiana, derrochando impostura malandra delante de su ingenua clientela:los chicos lindos y los hijitos de papá del Country Club. Por casualidades de la vida, conozco al par de manganzones. No son malandros, trabajan como obreros de sol a sol ,y para rematar, simpatizan con el proceso. Pero se venden como oposición para sacarle dinero a los herederos de la mesa de la unidad, instalados en sus cómodas mansiones del Este de la capital.
Tres sifrinitos estacionan el carro para tomarse fotos con ellos, a través de su celular. Sus instantáneas ya deben formar parte de la colección itinerante y virtual de Facebook. Así Marck Zuckeberg instrumentaliza y capitaliza nuestra memoria urbana.
¿A quién quemarán los manganzones?¿ A un alter ego de su despotismo, de su doble moral, de su hipocresía? ¿A un arquetipo de su inconsciente colectivo?¿A una proyección de sus delirios del Chimborazo? ¿A un emblema de su flojera, de su oportunismo, de su parasitismo ideológico, de su dependencia, de su amor por el paternalismo limosnero? ¿A un resumen del estado rentista, burocrático y dadivoso? ¿A un máscara del poder?
Por último, los militantes del PSUV y los reposeros de Misión Cultura salen al ruedo para iniciar la quema de sus Judas aprobados por el respectivo órgano censor. Hacen piras y hogueras con piñatas de Ramos Allup, María Corina, Enrique Capriles, El Ciudadano, Obama, el Tío Sam y hasta a Vargas Llosa lo meten en el cajón de sastre de su cacería de brujas.
¿Por qué perpetuamos una tradición tan intolerante, arcaica, primitiva, negadora de la alteridad y de la diferencia? ¿La muerte simbólica no es la antesala del exterminio físico y real del otro? ¿Las hogueras de caricaturas nos sirven de catarsis o de ensayo y error?
No en balde, los principales genocidios del mundo fueron precedidos por la destrucción de las imágenes de los considerados enemigos y adversarios. Por supuesto, no vamos a comparar un simple domingo de resurrección con un preámbulo al infierno del Holocausto.
De cualquier manera, es una fecha para ponerse a pensar. Yo por mi lado me abstengo de participar. Le tengo respeto al fuego y a sus implicaciones metafísicas, éticas y antropológicas.
Como me dijo una vez Gerardo Zavarce, algo no marcha bien cuando se normaliza la justicia por la propia mano, al linchar a un persona a la luz del día, para de inmediato proceder a carbonizarlo. No se les olvide. Ello sucedió en Valle Coche y ocurre actualmente, según la crónica policial.
Ojalá podamos perdonar algún día a nuestros Judas. Comprenderlos no desde la otredad,sino desde la mismidad. Es la única vía para conjurar el fantasma de la polarización.
Por lo pronto,disfruten del show medieval de costumbre.
Excelente pana!!!