El séptimo arte puede explicar la vida y la muerte de Osama Bin laden,quien nació como un experimento de la CIA,al estilo del Frankestein de la saga Bourne, para defender la causa del bloque occidental contra el soviético en suelo Afgano, durante el tercer y último acto de la guerra fría,cuando “Rambo III” traducía el sentir de la gestión de Reagan, al tratar a los mujaidines como los indios buenos de la campaña colonizadora, en respaldo de los intereses de la Casa Blanca en la región. Así fue la doble moral sobre el caso a lo largo de los años.
Ahora, el reality show debe continuar de la mano del comediante en jefe, Barack Obama, cuyo lenguaje lo asemeja el sheriff del comando republicano, al afirmar en cadena global: “misión cumplida, lo hemos eliminado”. La pregunta es,¿muerto el perro,se acabó la rabia? Sin olvidar, la otra interrogante políticamente incorrecta en boca de todos:¿será verdad o mentira?
En realidad, como diría Valentina Francisco alrededor del fenómeno Wikileaks, ya no importa porque su noticia pertenece al campo del imaginario de la ficción, del simulacro y la puesta en escena, instrumentalizada por el poder a objeto de legitimar y perpetuar su hegemonía.
En efecto, Osama surgió como una presencia fantasmal del régimen de sombras, adecuada para convertirla en pasta de celuloide. No por casualidad, lo elevan a la categoría de mito y lo exterminan de igual manera,gracias al contagio viral de su iconografía mediática. Por ello, jamás logrará salir del espacio maniqueo y polarizado del estamento audiovisual, donde lo consagraron y condenaron de por vida.
De ahí la denuncia de Susan Faludi en “La Pesadilla Terrorista”. Según ella, el vaquero de texas, alias W, lo transformó en su enemigo principal, a la manera de un villano unidimensional del género western, con el exclusivo propósito de afianzar su dominio en el lejano oeste de la tierra de las oportunidades.
Irónicamente, su sucesor en el trono tiende a imitarlo en su arenga presidencial, para avisarle al mundo no sólo de la captura sino de la exterminación física del bandolero.
Imposible entonces no encontrarle afinidad con la tradición y el legado de películas como “True Grit” y “Yo Maté a Liberty Valance”.
Precisamente, la segunda gira en torno a la persecución y cacería de un forajido, asesinado por John Wayne, aunque de inmediato su caída y derrota se le atribuirán al enclenque de James Stewart, en aras de levantarle la autoestima al pueblo deprimido, pues necesita de héroes de carne y hueso.
Mutatis mutandis, la historia se repetirá dentro y fuera de la sala oscura en el 2011, bajo la impronta del éxito de taquilla “Rango” y de la operación pentágono en curso, adjudicada al número uno, a pesar de no jalar el gatillo.
Por tal motivo, su reelección queda garantizada y se le volverá a colgar su placa de vigilante del planeta,por los próximos cuatro lustros. Parece un guión de Hollywood filmado por Gore Verbinsky e interpretado por Johnny Depp.
De forma legal y no metafórica, Osama Bin Laden irrumpe en la pantalla grande y chica de los cuadros por segundo y los video de alta definición, tras el atentado del once de septiembre, de inmediato imputado a él, al margen de las pruebas. Por algo, instituciones respetables como el F.B.I. nunca se atreverán a llegar a semejante conclusión, so pena de hacer el ridículo.
De cualquier modo, el cine descubre al máximo chivo expiatorio del siglo XXI, al diablo reencarnado, al boogieman de la posmodernidad, y decide emprender la aventura de exorcizarlo como farsa, tragedia, mercancía degrada, caldo de cultivo, marca registrada, fuente de inspiración, patente de corso y línea de producción en serie, con no pocos antecedentes.
De hecho, para definirlo estéticamente, se le aplicarán y adaptarán las fórmulas y clichés de sus predecesores en el trono del patrón del infierno: el extranjero, el comunista, el psicópata, el alien, la bestia salvaje, el fenómeno de la naturaleza, el freak, el millonario megalómano, el déspota ilustrado, el comanche, el espíritu burlón y el monstruo de la Universal rescatado en tiempos de crisis.
Por ejemplo, en 2009 la profesora Malena Ferrer y un servidor realizamos un documental de una hora para estudiar el arquetipo del monstruo en el cine, como colorario geopolítico de los diferentes períodos de la humanidad. Pues bien, cuando arribamos al siglo XXI no había duda en la mayoría de los consultados: el monstruo de nuestra época era Osama Bin Laden.
Para Boris Muñoz, dicha ecuación resultaba problemática, porque alimentaba una visión reduccionista del conflicto, mientras proyectaba la fantasía catártica del estereotipo. En palabras de los demás entrevistados, Bin Laden fungía de heredero del conde Drácula en el pedestal de la “American Nightmare”.
Paradójicamente, la meca lo considerará tabú y apenas lo buscará resucitar como una referencia distante de filones de la teoría de complot.
Solo los documentales se atreverán a llamar a la cosa por su nombre y a invocarlo en sus trabajos de no ficción. El primero de la lista comercial es el oportunista Michael Moore, destinado a desnudar los lazos de unión entre la dinastía Bin Laden y la familia Bush en el polémico largometraje, “Fahrenheit 9/11”,coronado con una discutida Palma de Oro en Festival de Cannes, concedida por Quentin Tarantino en uno de los peores fallos de la década, por la cantidad de incongruencias y adulteraciones encontradas a posteriori en el ensayo del pez gordo de “Roger and Me”.
El film perdería automáticamente su vigencia y su valor de uso, al conocerse el segundo triunfo de George Bush. Ni una película, ni un blockbuster de verano, pudo impedir su victoria. Aun así, “Fahrenheit 9/11” es una mancha oscura en el expediente de W.
Ante las omisiones e imprecisiones de su colega, Adam Curtis responde con “El Poder de las Pesadillas”, constituido por capítulos candentes y demoledores consagrados a la tarea de ilustrar el asunto censurado, la manzana de la discordia. Recordamos su monólogo introductorio:
“En el pasado los políticos prometían un mundo mejor. Tenían distintas formas de lograrlo. Pero su poder y autoridad surgía de la visión optimista que ofrecían a su pueblo. Esos sueños fracasaron y, hoy, la gente ha perdido la fé en las ideologías. Cada vez con más frecuencia, los políticos son vistos simplemente como administradores de la vida pública.
Pero ahora han descubierto un nuevo rol que restaura su poder y autoridad. En vez de repartir sueños, ahora los políticos prometen protegernos de las pesadillas. Dicen que nos rescatarán de peligros terribles que no podemos ver y que no comprendemos. Y el mayor de todos los peligros es el terrorismo internacional. Una red poderosa y siniestra, con células asociadas en países de todo el mundo. Una amenaza que necesita combatirse con la guerra al terrorismo.
Pero la mayor parte de esta amenaza es una fantasía que ha sido exagerada y distorsionada por los políticos. Es una oscura ilusión que se ha divulgado sin ser cuestionada entre los gobiernos de todo el mundo, las agencias de seguridad y los medios internacionales. Esta es una serie de documentales acerca de cómo y por qué se creó esa fantasía y a quién beneficia.
En el corazón de la historia hay dos grupos: los neoconservadores norteamericanos y los islamistas radicales. Ambos eran idealistas que nacieron del fracaso de los sueños liberales de construir un mundo mejor y ambos tienen una explicación muy parecida sobre qué causó ese fracaso. Estos dos grupos han cambiado el mundo, pero no de la forma en que pretendían. Juntos, han creado la actual visión pesadillezca de un mal secreto y organizado que amenaza al mundo. Una fantasía que luego los políticos descubrieron que restauraba su poder y autoridad en una época de desilusión. Y aquellos con los miedos más oscuros se volvieron los más poderosos.”
Después, la red conspirativa de internet desbancaría a sus émulos del circuito oficial, a la luz del estreno de “Loose Change” y sus respectivas secuelas de fotocopiadores. A la vanguardia del movimiento, también destacarán los reportajes de Alex Jones y los debatibles y dudosos panfletos del colectivo “Zeitgeist”, unidos por sus errores amarillistas y sus pecados sensacionalistas.
Juntos sostendrán una tesis paralela a la convencional, intentado deconstruir las inconsistencias del informe oficial del 11 de septiembre. Un tiro al piso, considerando el desastre de aquella publicación. Sin embargo, de allí a culpar a los halcones de haber perpetrado el atentado, hay un largo trecho por recorrer.
A propósito, Penn & Teller desmontarán las falacias e imprecisiones de los teóricos de la conspiración del once de septiembre en un capítulo memorable de su franquicia “Bullshit”.
Pero la tendencia no tocará fondo hasta el lanzamiento de “Where in the World Is Osama Bin Laden?” en 2008,saldado con pésimas críticas y una recaudación inferior a lo estimado por sus promotores.
El ridículo de Morgan Spurlock se empeñó en vender una oferta engañosa, de Jinete Solitario e Indiana Jones en medio oriente, y regresó con las tablas en la cabeza, reconociendo el fracaso de su misión imposible. Al menos, su óptica etnocéntrica de antropólogo inocente, devino en la perspectiva de un hombre blanco menos inmaduro por el afán de venganza y más comprensivo hacia la alteridad.
Con todo, Quentin seguirá predicando el ojo por ojo como válvula de escape, para corregir la historia y ajustar cuentas con los “Bastardos sin Gloria” del pasado,el presente y el futuro.
Su doctrina, su dogma de fe, su dilema binario conseguirá con la muerte de Bin Laden, una continuación y una prolongación en clave de pote de humo,de tapadera, de cortina kistch. Detrás de ella, se esconderán las verdaderas razones de la guerra y los auténticos móviles de los titiriteros de la marioneta Bin Laden.
El reto y la materia pendiente serán eludir la orgía de celebración en boga, para vislumbrar y hallar el equilibrio o el centro en la balanza de la justicia, inclinada actualmente por el peso de los manipuladores de turno,a la izquierda y la derecha del espectro.
Ojalá podamos hacer o ver una película sobre Bin Laden, capaz de sortear los límites del lugar común, impuestos por los glorificadores y satanizadores de costumbre.
Lastimosamente, es la hora de la loca evasión y del reinado artificial del espectáculo.
Pura demagogia, pura pantalla.
PD: alegóricamente, “V de Vendetta” se enmarca en el entorno de los justificadores de la causa de Bin Laden. En cambio, “Osama Bin Laden, La Dinastía del Terror” se ubica en el plano del cuestionamiento,medio simplificador.
Para terminar,»The Hunted» sirve de reflexión simbólica de un soldado alienado, formado para matar.Posteriormente retorna para enfrentar a sus creadores,como el mutante de Mary Shelley.
Ni hablar de la hipocresía del sistema,de la industria.Se forraron de dinero,especulando con el miedo desde el ámbito del renacimiento del terror.Verbigracia,las ramificaciones del gore en «Saw» y sus derivados.
Realmente lamentable la sarta de especulaciones y lugares comunes que contiene este artículo, basadas todas, claro está, en el antiamericanismo tan de moda por estos tiempos en los que cualquier intelectualoide, o afin, se cubre de gloria atacando al «imperio» mesmo. El apoyo de EEUU (pais del que no soy incondicional, ni mucho menos, como seguramente pensará el autor y otros para defender sus absurdos supuestos, pero es que estupideces son estupideces, vamos) en Afganistan para ayudar a los locales a dale un parao a la invasión soviéticaes aqui criticada. Prefiere el autor que los soviéticos se hubieran apoderado del pais. Osama Bin laden se radicaliza y se concierte en extremista. O sea, en Terrorista. Y resulta ahora que es una pesadilla inventada, o al menos exagerada a limites épicos por la porpaganda. No señores, Bin Laden es no más, ni menos, que un radical islámico. Eficiente, instruido, entrenado, inteligente y con real, que logró armar en la sombra una red poderosa y descentralizada. Si se trata de hacerle el juego a los regímenes totalitarios, a los extremistas o cuadrarme con los EEUU, me decanto por este ultimo, aunque, por supuesto, no se trata de ninguna perita de agua. Lo que pasa, repito, es que está de moda atacar a USA, rinde provecho. El peor enemigo del mundo son los terroristas, de derecha, de izquierda, islámicos, xenófobos, del bando que sean. Y el gobierno de USA dista mucho de esa calificación de terrorista que se le quiere dar. Terrorismo es otra cosa. Es violencia ciega. NO es el caso. Vea bien a quien le hace el juego, señor autor.
No le hago el juego a nadie.Tampoco escribo desde un antiamericanismo desfasado.No me interesa.Hablo de la relación de Bin Laden con el cine. Por lo visto,usted es quien desvía el debate hacia el terreno del lugar común,hablando del trabajo heroico de Estados Unidos en Afganistan. Por favor,y después los señores se radicalizaron y crearon una dictadura de las peores de la tierra,controlada por los talibanes,con apoyo de Estados Unidos.¿Es mentira?Tampoco estoy con los rusos.Pero así fueron los hechos.
Lamentable es la sarta de afirmaciones banales de su comentario.
Sergio: Comediante en Jefe hay uno solo. Llamar a Obama de esa forma es un abuso intolerable que no permitiremos y una blasfemia contra nuestra soberanía.
Para Saida, amiga bombas de uranio empobrecido no es terrorismo, daños colaterales, ocupacion militar de paises, sangre por petroleo? si eso no es terrorismo entonces no entiendo francamente que puede ser terrorismo? Si usted viviera en Afganistan y vienen unos gringos a partirle la puerta a patadas y se llevan a su esposo o a su hijo porque tiene un reloj casio para Guantanamo o para Abu Grahib, y lo torturan y lo tienen aislado 6 u 8 años sin ningun tipo de juicio, tal vez pensaria de otra manera.
Me quitaba un dedo si no habías escrito sobre esto. Como siempre, es tu oficio, lo llevas al análisis del cine y los medios. Muy bueno aunque esperaba algo más lapidario. Yo tampoco soy anti estadounidense «porque está de moda» como dijeron en un comentario. Antes, en mi bella y malograda adolescencia sí lo fui. Me conozco muy bien ese discurso, sé como quemar banderas. Puro facilismo ideológico, donde hay buenos hay malos y así es fácil vivir, no hay que pensar mucho.
El problema es que la vida no es así. Esta película no se acaba cuando matan al «villano».
Por ensayo y error, últimamente prefiero estar del lado de los vaqueros, en esta película de vaqueros. Vuelvo a la realidad cuando veo a cientos de manifestantes en las calles «celebrando» la muerte de Osama. Me queda un mal sabor de boca.
Yo no comparto los ridículos escrúpulos del islam y del cristianismo hacia la muerte o el «respeto» del cuerpo humano, por mí es cuerpo muerto y además de un criminal, que hagan lo que se les dé la gana. No estoy triste por su muerte tampoco, pero no veo razón para celebrarlo. Murió un hombre no el terrorismo ni el radicalismo islámico. ¿Ellos creen que niños y adultos no están viéndolos del otro lado del mundo, esperando algún día poder hacer lo mismo con Obama o el de turno?
Yo puedo entender que el ciudadano norteamericano común sienta esta euforia, pero entenderlo no es compartirlo: yo también soy ciudadana común. ¿Que el gobierno capitalice esta euforia de la forma más descarada y que la promueva desde los discursos oficiales, rumbo a la reelección? Perdónenme, pero no lo entiendo en lo absoluto. Es el colmo de la estupidez y de la imprudencia. No hemos aprendido nada como humanidad, es de nuevo 1933. El fascismo está de moda, yo pensaba que era sólo aquí. Qué inocente si hay más de un Chávez en este mundo.
Ditto