Never let Me Go:El Estancamiento del Cine de los Niños Tristes

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Basada en la novela de culto firmada Kazuo Ishiguro,cuyo nombre también figura en el apartado de la producción ejecutiva.Quizás para garantizar la extrema fidelidad del trabajo de adaptación,atribuido al guionista Alex Garland.
Por su parte,Mark Romanek fue el encargado de dirigirla al servicio de tres estrellas de la nueva generación indie-mainstream:Carey Mulligan,Andrew Garfield y Keira Knightley,quienes desarrollan el típico triángulo sentimental del melodrama devenido en tragedia distópica,con tintes de culebrón en centro de reclusión estudiantil,a pocos metros de distancia de los chantajes pasionales de la saga «Crepúsculo» o de las tensiones amorosas de «Harry Potter».
El significante es casi idéntico en términos de diseño estético de personajes.Son las mismas caras y peinados con pollina de Justin Bieber.El cambio estriba en el contenido, según el esquema industrializado del formato del existencialismo adolescente en tiempos de represión, clonación y soledades compartidas.Es el principal problema de convertir al fenómeno de la melancolía en una película para el mercado de los afectos empaquetados.
Al final, apreciamos el esfuerzo de reencarnar el espíritu de la fuente original,pero al precio de extrañar un mayor grado de sequedad y dureza expositiva,sin depender de los códigos y las estructuras impuestas por el estamento del cine artie y qualité.
Así frente a «Never Let Me Go»,tengo ideas y percepciones cruzadas.
Por un lado,valoro la impecable puesta en escena del realizador,bajo la notable influencia de su trayectoria como autor de video clips.La fotografía interpreta cada estado anímico y la narrativa se conduce con el profesionalismo cronológico de los clásicos.No pueden faltar los guiños eruditos y posmodernos en homenaje a las referencias del género.Por ejemplo, es interesante descubrir la continuidad de hitos de la ciencia ficción como «Inteligencia Artificial»,»Blade Runner» y «Gattaca», a través de la recreación de un decorado entre rústico y artesanal,a la manera de «La Aldea»,»La Cina Blanca»,»El Pueblo de los Malditos» o «Canino».
Por consiguiente, el largometraje se sitúa en un espacio retrofuturista indeterminado, aunque irónicamente cercano a nuestro presente.El film entonces no habla de mañana o de ayer sino de hoy.
Su incómoda ambiguedad radica en concebir una alegoría fantástica,donde los dilemas científicos de la actualidad son discutidos en el marco de una «teen movie».
Allí reside el gran foco de deconstrucción contra la autoestima y la hegemonía de la oferta adolescente,incapáz de asumir y entender la finitud de la vida.
«Never let Me Go» le tumba la moral de superioridad a los soberbios chicos de nuestros días,al confrontarlos con realidades como la muerte,la alienación,la programación de la voluntad,el absurdo del sistema educativo y el lavado de cerebros.Tal como ocurría en «La Ola» o más atrás con «The Wall»,aferrado al concepto de mirar el apocalipsis desde las aulas y hogares de la tradición rural.Todo en las antípodas del cliché high tech y del fetichismo tecnológico en boga a la hora de representar el contexto del mundo feliz(y 1984).
Por cierto,la gran hermana del cuento gótico la encarna una siempre resultona e intimidante Charlotte Rampling.Ella se encargará de darle las malas noticias a los tórtolos de la Hogwarts paralela,al revelarles el verdadero y único objetivo de sus grises humanidades replicantes.Es el inevitable encuentro con el creador de los relatos de viaje iniciático como «El Mago de Oz» y «The Matrix».
La invitación,fuera de campo y nuca dicha,es a despertarse de la pesadilla,salir del círculo vicioso y al menos resistir.
No obstante,lo pobres clones de «Never Let Me Go» aceptan su destino con resignación,en una metáfora pesimista de nuestros ciclos vitales.En consecuencia,los donantes activos y pasivos de la pieza son un espejo de nosotros mismos.Hasta acá me identifico con la propuesta,pues me recuerda el tono y la atmósfera minimal del animé asiático.Herencia del señor de las letras,Kazuo Ishiguro.Hay un toque triste de historieta gráfica a lo Miyazaki.
Por desgracia, Romanek invade la edición con música de orquesta,e inunda de violines indigestos a la mayoría de las secuencias de impacto.
Lo peor sería,en efecto,el subrayado y la redundancia kisth del acabado formal.
De igual modo,la insistencia en los golpes de pecho al borde del quirófano,rayan en el ridículo del telefilm y la cursilería de la miniserie cultural, con trasplante de órgano incluido en el paquete.
En general, no me convencen los pucheros,la pataletas y los rostros demacrados de los muchachos lindos de las revistas dominicales del fashion y la farándula.
Son como los príncipes en clave de disfraz de bohemios burgueses. Bobos en el paraíso.
A leguas, se huele la impostura.
Menos me trago la viabilidad y la necesidad de imaginar un régimen de facto,dominado y velado por abejas reinas. Es un alegato medio machista,si me lo preguntan.
En dos platos,un antifeminismo como de «Marte Necesita Mamás».
¿Otro matriarcado condenado al fracaso,a la desolación?Me conozco la canción.
Lo mejor es la oportunidad de comparar con Gus Van Sant. Mark Romanek no le llega ni por los tobillos.
Prefiero mil veces,»Paranoid Park».
Aun así,concluyo con una sentencia lapidaria de Cahiers y El Amante:el cine del vacío,de los niños tristes carece de porvenir.
Se agotó como signo y discurso.
Es el instante de superarlo,sepultarlo o subvertirlo.
Paz a sus restos.
PD:atención con el subtexto del tercer acto,donde el arte no redime a nadie y las galerías son meras tapaderas del control social.

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