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Thor:El Paraíso Perdido de Kenneth Branagh


A punta de martillo, Kenneth Branagh introduce en un mortero sus conocimientos en mitología, los tritura a discreción y los sirve en un empaque de lujo a la forma de una papilla,para grandes y chicos,con sabor a caldo de cultivo de la factoría Marvel,compañía especializada en cocinar refritos de sus éxitos y glorias pasadas.
Así nace otra de sus franquicias audiovisuales, tras la caída en ventas de sus historietas originales.
Por ende, la película resume la filosofía corporativa de la compañía, siempre a camino entre la celebración del materialismo histérico de sus figuras de acción y el encumbramiento populista de los ideales heroicos del inconsciente colectivo en tiempos de crisis, a través de la glorificación de la hazañas de los defensores del sistema y de los vigilantes del orden instituido,en contra de sus enemigos, adversarios y desestabilizadores.
Con tal bagaje a sus espaldas, la empresa rediseña el paquete reaccionario del cine de la seguridad nacional,post once de septiembre, a la luz de las batallas maniqueas y binarias de sus personajes, donde los buenos hombres blancos le darán su merecido a los villanos oscuros, a pesar de su torpeza,su ingenuidad, su ignorancia y su banalidad, en una representación romántica y demagógica del hombre americano promedio, quien salvará la patria en el último minuto gracias al descubrimiento de dos bendiciones: su enorme corazón de león y la consciente administración de sus poderes sobrenaturales.
A grosso modo, es la síntesis de la corrección política y la doble moral de la clase dirigente, desde la época de la guerra fría hasta la era de Obama,cuyo discurso del rey evoca los dilemas hipócritas desarrollados por “Thor”.
No en balde, su guión comprime las angustias de una tropa de élite(como la de Hollywood,Washington,el Pentágono y Wall Strett), preocupada por seguir ejerciendo el dominio del planeta, a costa de enfrentar sus complejos de responsabilidad social con sus deberes de impartir injusticia infinita,al margen de los límites territoriales y las fronteras nacionales.
Por consiguiente, se trata de un fenómeno de la globalización conservadora, ajustado a la agenda de las cruzadas imperiales y monopólicas de hoy en día.
De hecho, “Thor” busca justificar,alegóricamente, el papel de la hegemonía y la monarquía de la fuerza bruta, en su misión restauradora de erigirse en el centro del universo, para garantizar la paz de los bandos en pugna, declarar las guerras necesarias y convertirse en el vigilante máximo del cosmos. En suma, es una metáfora condescendiente y complaciente, a favor de los intereses en juego,dentro del status quo. Léase,una carta de amor dedicada a la meca, a la aristocracia y a la principal autoridad de la represión militar.
Según el director, el único conflicto reside en neutralizar a la manzana podrida, a fin de restablecer la calma y la cordura,después de la tempestad shekespereana de los dioses confudidos por los alzamientos de sus colonias.
Kenneth Branagh construye una puesta en escena retrofuturista, de raigambre kistch y new age al estilo de “Flash Gordon”, para refrescar viejas tramas palaciegas, anticuados parlamentos de teatro isabelino, anacrónicas intrigas palaciegas e impostadas conspiraciones de folletín, a la usanza de un decorado de opereta camp, ensamblado en computadora con gráficos de Photoshop clonados de una enciclopedia de estética grecolatina, romana,colosal, fascista, corsaria, porno chic y peplum. El colmo de la imaginería trash deluxe, derivada de las escenografías neobarrocas de los «Episodios» de George Lucas, intervenidos por fondos de caricatura medievalista de ciencia ficción.
En paralelo, la ironía llega tarde para disimular un poco el distanciamiento del realizador mercenario, ante semejante cantidad de disparates e incongruencias ornamentales,como de carnaval organizado por Lady Gaga y la Organización Miss Universo,con Donald Trump a la cabeza.
En consecuencia, alcanzamos el extremo del ridículo con las participaciones del reparto, empezado por el pirata de Hopkins y terminando por el regreso de Amidala en blue jeans, mientras los demás parecen sacados de un casting fallido de “American Idol”, para volver a interpretar los temas de “Village People”.
El protagonista luce como un luchador libre y su pelea con el forajido constituye un chiste involuntario, de profundas resonancias homoeróticas,disputándose el control de una puerto interestelar, a golpe de cachiporra.
Por su parte, Jeremy Reener le perdona la vida, con cierta autoindulgencia, al galán de la partida, cuando en realidad soñaba con atravesarlo con su ballesta y dejarlo tirado en el lodo,para enseñarle a aprender su lección de hacerse el muertito.
Nadie entiende muy bien el rol de reina consorte de Rene Russo, a no ser como un compromiso con la burocracia de las estrellas femeninas en decadencia.
Para rematar, el amor de bella y bestia,huele a refrito puritano de Superman con Luisa Lane, al punto de compartir la cursilería caballeresca y demode de la Boda Real,en versión censurada,clase «A».
En efecto, el ángel caído arriba al desierto de Nuevo Méjico, para conseguírsela por casualidad, resolver sus problemas con el olimpo, darse un besito de despedida con ella, y sellar los lazos de unión de los miembros de la sangre azul con los integrantes del pueblo plebeyo,en un happy ending como de “Avatar”,”Shrek” y cualquier bodrio de la casa Disney.
En dos platos, mucho ruido y pocas nueces para el trabajo hueco e insulso de Kenneth Branagh.
Ojalá la secuela venga con mayores dosis de ironía.
Mal inicio para la saga del semidios del martillo.
Larga vida a la mediocridad del humor “wasp” de la Marvel.
Fija en el listado de las peores del 2011 y de la historia del género.
Es la “Dick Tracy” o “La Daredevill” del año.
Un ramillete de defectos y eventos desafortunados.
Incluso, el 3D es un gato por liebre.
Los gigantes de hielo mueven a la risa.
¿Y el monstruo de hojalata con aires de dragón?
Pura carcajada.
Así es el paraíso perdido de Kenneth Branagh.
El pana necesita reemplazo con urgencia.
No funcionó su esquema de fusión ortodoxa, pop y qualité.
Punto.
Es previsible,amelcochada,infantil y acomodaticia.
Me quedo con «Dark Night».
PD:solo rescato la secuencia costumbrista y campechana en el bar,tipo «Superman II»,salvando las distancias.Pero aquí el héroe ni se inmuta con los tragos,a diferencia de su colega.
Le faltó cerveza y locura a la adaptación.
Recuerden la dosis iconoclasta de Richard Lester con Christopher Reeve.
A su lado,»Thor» es demasiado acartonado.
O sea,tampoco me creo su redención estereotipada del desenlace.
En cristiano,es una «Epic Movie» por todo el cañón.
Son los escombros de Zeus,la Iliada,La Odisea,La Biblia y Milton,procesados y masticados por una máquina de fabricar churros largometrados como «Spider Man»,»Hulk» y «Los Cuatro Fantásticos».
Pobre Stan Lee.Es el hermano gemelo de Hugh Hefner.
Ambos amasan fortuna al precio de perpetuar su utopía decadente,su legado convaleciente.
Con ustedes, los Mubarak y Gadafis del reino artificial de la cultura de masas.
Un cine de geriátrico para los más jóvenes.

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