Es viernes, el avión llegó a tiempo desde mi acostumbrada Bruselas, rompo la rutina y estoy en Dublín, llegamos al hotel y como era temprano, tomamos el desayuno, mi amigo Thijs Hendrix y mi persona, hicimos algunos pasos por la ciudad, en Dublín hay un background de protesta que está a la vista, es evidente el murmullo desenfrenado en los rostros de los habitantes, quienes calladamente se hacen notar. Es raro de explicar, bueno serán los colores y el desorden de la arquitectura que te aturde y te hace buscar algo mas.
Luego de caminar nos regresamos al hotel donde nos esperaba Julio Bouley y Ricardo Mendoza, teníamos seis años y algo que no nos veíamos y a pesar de ese lapso, sentí que fué ayer la última vez que nos vimos, retomamos las calles, esta vez fuimos al lado norte del rio Liffey, caminamos y hablábamos al unísono, hablábamos sin parar, de esas conversaciones insólitas que solo amigos hablan y que jamás terceras personas entienden, solo lanzas palabras al viento y sin remediar te ríes y valla! Te sientes «Dueño del mundo».
Ya cansados, regresamos al hotel, Julio y Ricardo tenían que prepararse para la función de teatro, el verdadero motivo por lo que estábamos allí. Resulta que ‘’Circulo Vertical’’ grupo de teatro que dirige Mendoza y Bouley, se presentaba con el monologo; ‘’Lets Pretend We’re Having Coffee 30 Years Later” que en español es; “Vamos a imaginar que estamos tomando un café juntos 30 años después”, escrito por José Luis Perez y Julio Bouley quien también actúa y dirige; Ricardo Mendoza hace una atinada asistencia de dirección.
Eran las ocho de la noche, mi reloj decía las nueve, ya que hay una hora menos, entre Bruselas y Dublín, caminábamos por Capel Street y entramos a “Pantibar”, adquirido por Panti, una de las más famosas drag-queen de Dublín y que está muy de moda últimamente, el ambiente era agitado, ya que los dublinénses comienzan la fiesta bien temprano, con un pequeño escenario en la planta de abajo, donde una treintena de personas esperaban la aparición del actor en escena, desde mi silla podía ver a Ricardo quien operaba el sonido y luces. Estas, se apagaron y solo un foco tenue descubría a Julio vestido a la moda, quien inmediatamente se despojaba de su ropa, quedando completamente desnudo sobre el escenario .
El cuento de Julio me hizo estremecer de emoción haciéndome llorar, reír, y sí, volé a Isla de Margarita y retrocedí el almanaque unos cuantos años atrás.
La historia era mía, tan mía como de Julio, de Jose y de Ricardo, era parte de mi vida contada de manera justa, honesta e inteligente, Julio no solo desnuda su cuerpo, desnuda su alma y sin mezquindad hace que el espectador se solidarice y desnude sus sentimientos dándole paso a la complicidad que te involucran en la historia.
La música colándose desde arriba, me hacia creer que estaba en la disco MIKONOS en Porlamar, lugar de muchas nuestras noches por allá en 2.002 y Jose estaba allí, diciéndome cuanto amor, cuanta tolerancia, cuanto pasión por dar a su pareja y algunas otras cosas que nadie jamás quiero que comprenda, porque son para mi nada mas, para mi corazón, para mis pensamientos, para mi.
La obra además de hacerme reflexionar sobre temas como la promiscuidad y las enfermedades de transmisión sexual, me hizo entender muchas cosas y me regaló un generoso aprendizaje: que no sé donde llegaré, no sé que me voy a encontrar, pero que si tengo un bolsillo sin agujeros, intacto, como nuevo, que se llama sentimiento, que aun tengo alma y amo y que tengo a mi lado seres de luz que me aman .
Un abrazo al terminar la función de Julio y Ricardo, me llenó de fuerzas y me tomé una Guinness con gusto.
Esos tres días en Dublín, fueron tremenda experiencia, lástima que la puerta del ascensor se abriera y Julio y Ricardo dieran un paso al frente, dejándonos en silencio, mirándonos a los ojos sin decir nada, hasta que la puerta del ascensor se cerrara nuevamente.