Esta mesa
donde disecciono los animales
que nací en un pasado
donde creía en la inocencia.
Esta mesa manchada,
este espejo sangriento
que quiebro con lagrimas pesadas
como piedras.
Un vino dulce
llegó a embriagarme
de algo que llamé alegría.
Pero ahora es un vinagre
que me estrangula,
embebiendo mi lengua encastrada
de qué lenguaje imposible,
de qué constelación de abismos
riendo con su aliento
riendo , apagando
este brillo
que quiso ser perpetuo.
Veo mi sombra:
un mármol oscuro
con mi nombre que no es,
que no quiere ser
que no quiero ver.
Llamo a las hienas
para que devoren mis ojos.