UN DEBATE ACCIDENTADO.
RAZONES, DISCULPAS Y DESPEDIDA DE LA DOCENCIA.
[Mi última pelea, una semana antes de jubilarme]
El problema que aquí relato está a la orden del día en toda Argentina y América latina.
Para Amelia Viviana Dworesky
Estimada Viviana:
Agradezco profundamente tu intervención y tus correos expresándome las inquietudes suscitadas en vos y en muchas alumnas que asistieron al acto por el 25 de Mayo (realizado el día anterior en el IFD de Villa Regina), así como también las muestras de afecto y de reconocimiento de tu parte y de tantos alumnos y alumnas que por tu intermedio o directamente se han comunicado conmigo en estos días.
Intentaré responderles con la mayor sinceridad, aunque para ello esta respuesta se extienda un poco. Parto de que lo sucedido en esa ocasión amerita mi respuesta, además de sentirme moralmente obligado a hacerlo.
En primer lugar, comprendo tu decepción y la de otras alumnas. Lo que me decís es tan cierto y tan honesto, desde la óptica de una persona honesta como vos y como las alumnas que habrán compartido ese sentimiento contigo, que por un lado me causa tristeza no haber estado a la altura de las circunstancias, pero por otro lado me hace sentir orgulloso de ustedes porque así queda demostrado que “sigue dando criollos el tiempo” (como dice un famoso recitado). Los criollos en este caso, o las criollas, son ustedes, la juventud en suma. Las que independientemente de cómo hayan sido o sean actualmente sus relaciones con el área de sociales, con la materia historia, o con este profesor, tenían -por lo que expresás en tu carta- y tienen aún (¡estoy seguro que sí!) un sentimiento de valoración personal hacia mi.
Al respecto les respondo que me honra muchísimo ese sentimiento. A esta altura de mi vida sólo quiero decir lo que siento y sentir más que nunca lo que digo. Pero creo que me lo he ganado procediendo siempre con coherencia. Verás, siempre di de mi todo lo que intelectual y moralmente poseo, nunca me escondí, no fui indiferente, ni calculador, ni egoísta, ni arribista, ni especulador, ni acomodaticio. Por el contrario, fui frontal, directo y transparente, por haberme tomado la vida siempre en serio, quizá demasiado en serio.
Podría contarte anécdotas, situaciones, hechos, tanto en democracia como bajo dictaduras, para demostrar mi coherencia entre el decir y predicar y el actuar y vivir, pero prefiero sepultar ciertos recuerdos y, sobre todo, demostrar que el pasado no tiene remedio, en consecuencia, lo que vale más en la vida es el futuro.
De modo que si los compañeros alumnos que esperan una explicación de mi parte me han querido bien, tal como me contás, creo que ha de ser porque comparten valores conmigo. Aunque compartir no sea lo mismo que vivirlos, pero es la parte más honesta del comportamiento humano: ésa que nadie puede impedir por más reja, esclavitud o tortura que se aplique para ello.
Por eso me alegro tanto de las buenas inspiraciones de tu carta, porque -independientemente de las vidas realmente vividas por ustedes y por mi -obviamente distintas por la diferencia de edades y de épocas- somos todos muy semejantes.
Pero si el vivir de acuerdo a las convicciones es la mejor donación de amor al prójimo, o sea, no tener doblez y mostrarse tal cual uno es, lo que hice el día 24 de mayo al retirarme de la mesa del debate “por considerar que esto es un retroceso” (sic) es darles desde lo más profundo de mi corazón una lección de coherencia y de compromiso con el núcleo de valores, certezas y acuerdos sociales que nuestra sociedad va construyendo, no sin dificultades, en el día a día. Como expliqué en esa ocasión, “pensaba hablar de otro tema pero no sería yo si no me refiero al discurso de las profesoras que me han precedido, por lo cual, con todo respeto, me voy a permitir disentir con ellas”.
Al dar mi visión de la Revolución de Mayo no hice más que ser coherente con lo que ya conocen aquellas de ustedes que ya han cursado Historia conmigo, pero allí había también otras alumnos de otras carreras que tal vez no conocieran los dilemas políticos e historiográficos que se esconden tras una convocatoria a debatir nuestros orígenes sociopolíticos. De modo que me dirigí a todos en un acto comunicativo docente, pedagógico, y político, pero no de política partidaria.
Pero me sucedió algo que no pude controlar. Y es que después de 25 años de iniciada la reforma educativa en Río Negro -reforma que ha tenido una riqueza y profundidad muy grandes- y que sintéticamente caracterizaré como una revolución copernicana en educación: el cambio del paradigma tradicional y conductista (positivista) por el constructivista, paradigma imprescindible para construir subjetividad, ciudadanía y democracia…
¡Si será importante, entonces!…
Después de 25 años -reitero- de tremendos esfuerzos políticos, económicos y educacionales generados desde el gobierno provincial (y a cuyo partido político no pertenezco, como todos saben), esfuerzos muchas veces incomprendidos, resistidos incluso al punto de mantener indirectamente la supervivencia del viejo paradigma en muchas establecimientos educativos, como vos bien mencionás en tu carta…
Pero -aclaremos rápidamente-, esfuerzos y políticas que secundó la sociedad rionegrina en su conjunto aunque más no fuera porque el dinero de los contribuyentes financia las obras y las transformaciones públicas, por lo que todo ese esfuerzo nos pertenece a todos: a los simpatizantes del partido gobernante y a los de otros partidos, incluida la oposición (aún a despecho de algunos rechazos de ésta en el pasado y eventualmente en el futuro), por lo cual a todos nos debe enorgullecer. ¡Y a todos nos debe obligar a exigir su continuidad y su mejora constante!
Especialmente a los educadores…
¡Cómo admitir tranquilamente, entonces, que en nuestro Instituto de Formación Docente, integrante del nivel educativo que constituyó y constituye la centralidad de la reforma educativa en el pasado, y de su continuidad en el presente de la educación rionegrina (aún con virtudes, defectos y dificultades varias, reitero), tengamos que escuchar, ¡que los alumnos tengan que escuchar como si fueran verdaderas y legítimas las explicaciones históricas de nuestros orígenes nacionales a la luz del paradigma de la dominación oligárquica, hoy totalmente desenmascarado y condenado por las mayorías sociales de mi país!
La readmisión pública del viejo paradigma huele a restauración, pues representa echar por tierra los esfuerzos y las luchas por la democratización de la historia y la educación, y por la búsqueda de la verdad (por más que ésta nunca sea absoluta ni nadie en particular sea su propietario). Ambos paradigmas son antagónicos, como lo son el bien y la verdad respecto del mal y la mentira (considerados todos en sentido ético, no metafísico).
¡Para colmo de contratiempos, este profesor apasionado y vehemente, no pudo olvidar que el discurso que fue expuesto antes que el mío es el que estructuró, legitimó y justificó durante casi dos siglos las bases ideológicas del poder oligárquico del estado argentino, bases que estuvieron presentes durante gobiernos civiles y dictaduras militares, y en cuya defensa y conservación aquel poder mató a tantos seres humanos en nuestro país y fuera de él!
Yo había llegado con la intención de que los presentes nos pusiéramos a pensar qué balance histórico nos permite hacer el Bicentenario de la Revolución de Mayo, ¡pero cuando escuché decir que la Revolución triunfó el 25 de Mayo de 1810, no lo podía creer!
Y tuve que cambiar de plan…
En ese momento sentí mucha bronca, porque admitir ese debate en tiempos de democracia, poniendo a un mismo nivel ambos paradigmas (la misma exposición de las distinguidas colegas demuestra la vigencia y convalidación implícita del paradigma conductista, tradicional, positivista, en nuestro sistema educativo) es cómo sugerir que Hitler debió haber tenido, al fin y al cabo, algunas buenas razones para asesinar seis millones de personas, y Stalin otras tantas para asesinar otros 30 millones, y Mao sus correspondientes 50 millones para expresar sintéticamente los in finitos asesinatos causados en nombre de supuestas razones y verdades.
Por elevación, admitir ese debate bajo apariencias de discusión intelectual democrática es como debatir acerca de si el mal es tan malo como lo pintan o si tiene alguna parte de bueno que, por alguna misteriosa razón, los profesores o los religiosos no se atreven a elucidar.
No, Viviana, no se puede servir a dos señores…
Esto dijo el hombre más importante, a mi juicio, que haya existido, a la vez Dios si lo preferís. Creo que no es vano tenerlo en cuenta.
“De qué lado estás” se llama un excelente programa de radio de un ex alumno mío. Ese título interpela la conciencia de todos, nuestra conciencia, de modo que, más allá de lo complicado de las discusiones intelectuales al uso y de la complejidad de tantas teorías de moda, uno debe tomar partido por lo que siente que es más justo, o más correcto humanamente, y no por lo que le convenga circunstancialmente para ser un hombre de pro o un hombre exitoso en su medio. La verdad cuesta y duele, más aún la que se busca a través de la perspectiva epistémica constructivista, es decir, como aproximación, como formulación provisoria, en construcción, en constante cambio, refinamiento, crecimiento y superación, así como también con retrocesos, como sucede siempre en la historia.
Por eso, por considerar como la más elevada expresión de los derechos, libertades y garantías humanas a la libertad de conciencia, al derecho a la objeción de conciencia, al rechazo absoluto a toda clase de obediencia debida que clausure la libertad y la justicia en las acciones humanas individuales y grupales, incluyendo fundamentalmente el rechazo a la razón de estado, me retiré para no menoscabar mi dignidad, derecho humano que siempre debe ser respetado por encima de todo.
Pero mucho más aún debe ser respetado en un acto patrio…
Por otra parte, ello no implica falta alguna al respeto debido a las personas presentes, por más que los organizadores así lo quieran presentar. De hecho, es una práctica frecuente en asambleas y debates de claustros universitarios, ámbitos en los que no es habitual que lo sustantivo rinda pleitesía al decoro y las formalidades cuando ello implica que la dignidad y la rebeldía paguen tributo a la mentira.
En alguna parte escribí que los actos patrios deben ser resignificados como asambleas en las que la comunidad se detiene a mirarse a si misma y a reflexionar sobre su marcha hacia el futuro. Eso lo escribí para promover que los actos patrios dejen de ser ceremonias ritualizadas y con liturgias trasnochadas, o como vacuos espectáculos pasatistas, de entretenimiento, modalidades ambas que históricamente nos han llevado y continúan llevándonos a mirar constantemente al pasado para estancarnos en él, señal de que tememos enfrentar colectivamente las tareas del futuro. Y el futuro, como se sabe, empieza ya, porque es una sucesión de presentes.
Pues bien, ese pretendido “debate” estaba organizado con la lógica pasatista y formalista que sobrevive en materia de actos en la educación argentina: o sea, un acto “culturoso”. Lo grave es que la responsabilidad de su organización bajo esas condiciones y con los implícitos y previsibles alcances derivados de ellas corresponda a la propia conducción del Instituto de Formación Docente de Villa Regina.
Esto significó para mí una evidencia del desconocimiento de dicha conducción de por dónde andan los debates históricos y sociales en la sociedad actual, y por dónde deberían ir admitiendo con sentido pluralista y democrático un camino ancho y variado por el cual transitar en la búsqueda del conocimiento histórico y de lo social en general.
En compensación por tanta amargura concurrí más tarde a dar una charla-debate referida al mismo tema en el CEM 128 de Ingeniero Huergo, y allí todo fue absolutamente distinto, comenzando por el alto interés y participación del alumnado en el debate, lo cual fue resaltado al final por el señor director, prof. Anibal Patiño.
Así fueron las cosas en aquella ocasión.
Por cierto que es auspicioso que exista un interés por parte del alumnado en escucharme para hablar sobre lo que entiendo fue aquel proceso revolucionario. Me alegro mucho por ustedes y agradezco el honor. Lamentablemente, por razones éticas no podría asumir tan halagadora solicitud. Mi cargo en la orientación Historia, del área de ciencias sociales, ha sido ganado legítimamente por el Prof. Pedro Pérez Pertino, compañero actualmente integrante del área y de sólida formación intelectual, quien sabrá ilustrarlos al respecto seguramente mejor que el suscripto.
Por el momento me dedicaré a terminar mi libro Manual de Zonceras Pedagógicas, en el que examino ciertas prácticas pedagógicas que presentan una tremenda contradicción entre el deber ser pedagógico actualmente reconocido e instalado en el sistema educativo, y sus aplicaciones concretas en el proceso de enseñanza-aprendizaje en nuestra provincia. Dentro del mismo me ocuparé, precisamente, e in extenso, de este asunto. Prometo que cuando se concrete su publicación les avisaré de inmediato.
Espero que puedan comprender mis razones. Dado que no fueron aquellas unas circunstancias felices, ni para ustedes ni para mí -lo cual deploro sinceramente- quiero presentarles mis más sentidas disculpas.
Al mismo tiempo quiero despedirme de ustedes, y en ustedes lo hago también de todos aquellos que han sido mis alumnos en el pasado, tanto en el nivel terciario como en el secundario. Ninguno me debe nada, queda todo compensado por lo que todos juntos representaron en mi vida: un apoyo y un motivo más, junto con otros, para seguir viviendo y para ser como he querido ser durante los últimos 35 años.
Muchas gracias, y hasta siempre…
Prof. Carlos Schulmaister
Villa Regina (Argentina), 31 de mayo de 2011.
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