Hay cierta subjetividad en cada hecho que encaramos. Incluso los eventos que pretendemos abordar desde la perspectiva mas alejada, terminan convirtiéndose en una extensión limitada de nuestros juicios. No quiero justificar mi postura escudandome en la temporalidad de los hechos, pero si quiero dejar claro, que todo puede ser lanzado de una esquina a la otra en pro de la libertad de pensamiento, esto es, que puedo cambiar mi posición cuando me plazca.
El Festival de cine venezolano de Mérida (2011) está caracterizado por dos importantes particularidades que parecen marcarlo con cierta diferencia de otros eventos artísticos en el país, a saber:
- La elucubración casi absurda del Star system criollo.
- La cruel delación sobre la escasez de espacios para la proyección del trabajo nacional.
Ninguna de las dos características son buenas y eso deja mal parada a la industria. A pesar de la atmósfera proteccionista; casi panfletaria; que ha creado el Estado venezolano para fomentar el cine nacional a través de sus plataformas de creación (un ejemplo que se me viene a la mente es La Villa del Cine) esta no parece ser suficiente para garantizar la calidad de las obras que produce, aún si son cuantiosas en presupuesto y en personal tecnico – artistico. ¿Que esta pasando con el cine que sale de la Villa?.
Seguramente no me tocará dar esa respuesta, pero sin duda podemos acercarnos bastante. Digamos, que lo visto en el Festival de Cine M. no es la enfermedad, sino el síntoma de una política para la protección de la herencia cultural, mal aplicada y sin duda mal gerenciada. Dos películas: «Dias de Poder» y «Una Mirada al mar» fueron, personalmente, una decepción, pero poco importa mi opinión personal sobre ellas, los que nos atañe es lo que ronda en su trasfondo.
Pero empecemos con el titulo de este post.
Llegué a Mérida con el culo congelado. Mi colega JMS me esperaba en el taxi a la salida del terminal con la siguiente premisa:
–Se atrasaron las funciones media hora. Y no pude rescatar tu credencial.
Con la cabeza llena de miseria, nos pusimos a hacer la cola para retirar las entradas y rescatar mi credencial de las malvadas manos de la burocracia del festival. Not really, la verdad es que la gente del staff fue muy respetuosa y atenta, por lo menos ese día.
Teníamos cuatro películas para nuestra elección, estaríamos ocupados hasta final de la tarde. Mi mochila apestaba, tenia el cabello como un erizo y parte de mi se arrepentia tiernamente. Sin duda esta sería una experiencia interesante.
Pero las películas son lo de menos, a mi gustaba era la fauna.
1. Mérida Iconoclasta.
Mientras JMS conversaba animado conmigo, mi mente divagaba por otros escenarios. A decir verdad, eran los mismos, pero mas pintorescos. Pra Maduro firmaba autógrafos, mientras varios directores hacían campañas para sus películas: estrechaban manos, hablaban con prensa, se tomaban fotos. En ese sentido, un puede comprender que es parte de su trabajo, que no solo incluye rodar y escribir sino también hacer campañas políticas sobre sus obras. Siempre se esta en merced de idealizar lo que se ama y lo que se admira, los premios RONDA no es algo que yo haya idealizado alguna vez, y algo me recorrió la espalda con resquemor ante el panorama mas televisivo que he visto: el telecinema.
Personalmente dudo que haya otros espacios donde los actores de cine se sientan mas como estrellas de televisión. Algunos como Wildpret no lo han hecho, han forjado su fama desde el teatro y el cine, y la gente (el público) se acercaban a ellos y se fotografiaban. Algo que me ronda en la cabeza desde el momento en que una mujer rubia abrazo a Wildpret para una foto, es que el cine (sea nacional o no) le otorga al actor la grandeza que el mercado cultural nunca le obsequió a la televisión, majestad que sin duda es alimentada por los mitos que giran alrededor del séptimo arte, porque la televisión, no esta catalogada como un tipo de arte (es solo un medio, mediatiza los elementos que la nutren) . El actor de cine, genera un tipo de respeto ajeno. Generado por la distancia entre el público y el medio donde el actor hace su trabajo, nada mas alejado de la telenovela, donde todo el trabajo actoral es (al parecer) accesible y tangible.
No digo con esto, que la admiración pueda ser duplicada a todos los actores que hacen cine. Los actores que protagonizaron «IYAWO: la Justicia de Olafi» no eran abordados con tanta vehemencia, pero eso probablemente se deba a la poca proyección que ha tenido su trabajo. ¿Necesita el público un nuevo tipo de Star mediatico criollo? ¿no es suficiente con nuestro staff telenovelesco?- Sin duda la caída de RCTV y la menguada producción telenovelera actual ha hecho que muchos actores haya migrado a otros espacios (teatro, cine, radio) y que también haya significado una migración del publico hacia nuevos objetos del deseo.
Aquí tenemos dos caminos: a) una nueva concepción para definir a las estrellas de CINE venezolano; aquellas que fomentan el deseo de su público desde la distancia y la recreación de personajes que manejan otros discursos narrativos b) el surgimiento de una generación del público venezolano que es capaz de hacer juicios valorativos sobre la calidad de las actuaciones que ve en la gran pantalla, lejos de la complacencia televisiva.
La primera opción es probable, la segunda esta íntimamente ligada a la visión que el director venezolano tenga de una película, y salvo honrosas excepciones, el director venezolano tiene una forma muy telenovelera de hacer cine. De esta forma, no podemos ir demasiado lejos.
2. La pantalla delatora.
Que 20 personas hagan fila para ver una pelicula, lo entiendo. Que 50 personas hagan fila para recoger entradas para un estreno, lo entiendo y probablemente tambien me forme en la fila. Que 100 personas hagan cola para recoger entradas para un estreno que no saben cuanto tiempo estará en cartelera y que es mejor gratis que pagar, lo entiendo, pero me desconcierta.
Todas las salas del CINEX de Alto Prado con el «lomito» de lo nuevo del cine nacional, y una chamita como de mi edad preguntando donde daban «Rápido y Furioso». Bueno, solo teníamos «Reveron» y en nada se parece a Vin Diesel. La chamita no se formó en nuestra cola numero 100 pero no tanto por desgano, sino porque Alto Prado era solo para acreditados. Esto no nos molestaba (como acreditados) demasiado, pero nos generaba cierto malestar que varias funciones estuvieran a medio llenar mientras había gente afuera esperando para entrar así sea de coleados, solo porque no tenían la acreditación de prensa o «invitados especiales» . Es una lástima, porque me pareció una discriminación injustificada, de toda esa «prensa» no he leído una sola crónica relatando el festival en sí mismo (salvo la de JMS con su consabida critica a las películas), solo la información concerniente a la premiación.
Tomemos ese hecho solo como una variable. El que solo haya 6 salas para 12 estrenos, dos cines para mas de 20 peliculas (entre largos y cortos) nos narra la falta de espacio, no solo para este evento, sino para el cine criollo en general. El panorama que describo no esta muy claro, las respuestas son difusas y muchas de ellas contradictorias, de modo que sobre este punto puedo dejar un final abierto para crear una conclusión de análisis continuo.
¿Que tan malo es el cine que hacemos? No es para nada malo, ¿ingenuo? si, por supuesto. El cine venezolano adolece de dos escenarios diferentes entre sí: «la del eterno buscador» Aquella de cineastas que siempre están tratando de reflejar de alguna manera la idiosincrasia nacional con elementos del discurso social o psicoanalíticos, aún cayendo en los graves errores de la estereotipia y «el mito de Damocles» Aquella postura donde se trata de hacer cine de manera cómoda, financiada sin mayores riesgos y con mucha reivindicación politica de por medio, para garantizar el sustento.
Estas dos son solo vertientes, subjetivas y de creación espontanea, no todos los cineastas se ajustan a ellas y en nombre de mi mal ponderada corrección, disculpen si me equivoco a la hora de lanzar mis sospechas.
¡ARRIBA MARGARITA!
«En Margarita esta la movida ahorita» fueron las palabras de una estimada vestuarista. Eso no deja de generar cierta desazón ¿porque habría de restar calidad a un festival para alimentar al otro? Todos salimos perdiendo cuando los recursos no se reparten de manera equitativa y mas cuando se trata de proyectar las creaciones nacionales. ¿ trasfondos politicos? sin duda, pero eso no justifica el engrandecimiento de una muestra en detrimento de otra. Claro, en Mérida pueden mejorar las cosas en cuanto a logística y tratamiento al público «not press» para la dignificación del cine nacional.
*****************************
No debemos ver los Festivales de Cine como algo Grandioso y ajeno a nosotros, es algo tan necesario para nuestra identidad como los festivales de música, de poesía y de libros. Y mas aún cuando el público al que llega una pelicula es mucho mayor al alcance que podría tener un libro o un recital. Nos toca ser menos impresionables y mas exigentes, solo así se fomenta la creación de una postura critica, tan necesarios en esta epoca de diablos.