La vida es una cola

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Toma tu tomate
Toma tu tomate

Para el venezolano, una diligencia diaria que no venga con su cola incluida, es una sorpresa en medio del día, un regalo del olimpo para favorecernos mientras nuestra paciencia se recarga de los brincos entre cola y cola que debemos religiosamente hacer -a menos que tengamos un conocido en el banco, la oficina o doquiera que sea el lugar donde va tanta gente (o atienden tan pocos empleados) que la consabida cola ya es predeterminada- asi lleguemos a un cuarto para las cinco de la mañana. Claro, también existen paliativos, como el nunca siempre bien ponderado iPod, o las versiones baratas cabezas-de-perro mp4, con software dificil de manejar y teclas duras de presionar…tener un libro siempre ayuda, si son dos o tres, aún mejor… Lleva siempre por lo menos dos géneros distintos, para poder brincar de las tramas tecnológicas de espías de Tom Clancy a los relatos de nóveles autores universitarios que apenas se inician por estos lares, todo, con Coldplay, Foo Fighters o Red Hot Chili Peppers de fondo (o si andas suicida, Radiohead), cortesía de Steve Jobs y los doscientos dólares que le pagaste por un reproductor que no te queda mal… Otro aspecto de las colas es poder usar tus ojos y tu cerebro al mismo tiempo, creando historias como si fueran tareas por cumplir en vida, averiguando vidas y tratando de leer caras, posturas corporales, gestos y vestimentas como si fueran curriculums. A veces en medio de estos milagros de la ingeniería social venezolana (¿redes sociales por internet?¿Subir fotos y redactar posts, mientras dejo mensajitos lindos a otros «amigos»? ¿Cambiar mi código html y su fondo? ¿Para qué, mas o menos? O sea yo tengo mi cola en el Provincial, y si esa me queda mal (por obra y gracia del espíritu del Monstruo de Pasta Volador, los diez milones de ahorristas que posee decidieron no sacar, ni meter platica ese día) siempre tengo la opción de brincar para el Venezuela, donde por lo menos me preguntarán la hora unas cuatro veces, y si me ven realmente concentrado leyendo, entonces no perderán la opción de solicitar mi lapicero. Menos mal que no es una Mont Blanc, por que si no deberé empezar a solicitar una garantía de devolución… El caso es que en el microcosmos que es una cola, todos somos partícipes, somos protagonistas y tenores a nuestra manera: unos con su cara de buey y mirada seria son los vigilantes del orden, los que tratan de restringirnos a los que bailamos cual orangután en Lsd al ritmo de Underworld, está la bella de la cola, aquella que en rara ocasión nos les presentaremos, pero que llegamos a fantasear con ella, con su pelo y su aroma creado, ya que como se encuentra a diez personas de distancia, lo mas que podemos sentir es su mirada… Hasta que llegamos al cajero, que nos recibe con una sonrisa abnegada, luego de que nuestros pies nos han soportado en todo el sentido de la palabra, y con toda la sinceridad que puede salir de su alma nos informa: «Coño mi pana, se acaba de caer la línea».

2 Comentarios

  1. Dicen que la eficiencia de una empresa se mide por el tamaño de sus colas. Yo incluiría la eficiencia de los países también.

  2. Tienes mucha razón, adrianonimo. Acá en Noruega se hacen colas bastante pequeñas. La única cola larga que hice fué para sacar la tarjeta del pago de impuestos (Skatteetaten) y aunque tenía 230 personas por delante, tardé menos de 2 horas en salir de ahí. Ojo, tenían solamente 6 personas en las taquillas trabajando… para administrar su tiempo son bastante eficientes.

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