Crear un «nuevo artista» es cosa sencilla. Por un lado, la industria del entretenimiento es una maquinaria solidamente establecida, teniendo sus medios de producción y distribución bien arraigados en la cultura pop. Podría decirse, incluso, que son su sistema arterial, con los medios de comunicación como ese corazón latiente, y con sus productos como la sangre que llega hasta la última célula, el individuo. El cerebro, por supuesto, tiene su parte ejecutiva en productores y cazatalentos, mientras que su corteza, la parte pensante, está en los dueños de medios y, más allá, en la lógica del sistema mismo.
Por el otro lado, dado el poder de esta industria, siempre habrá quien quiera formar parte de la maquinaria, ser un ladrillo mas en la pared del entretenimiento y el espectáculo. Los que terminan entrando son, usualmente, niños con los requerimientos mínimos (físicos sobretodo), que luego de adolescentes decidieron identificarse completamente con esas características superficiales, comenzando su carrera ajustándose aun mas a ese ideal vacío (gimnasio, cirugía plástica y la actitud -¡esa actitud!-, serían sus ejes fundamentales).
Dentro de este grupo están los prácticos, los que hicieron su curso de modelaje, canto, baile o teatro como puente para entrar a la televisión. Los mejor dotados intelectualmente, además, cifran sus esperanzas en la comunicación social como carrera. Es una lucha titánica para entrar a una de las profesiones mas codiciadas y mas sencillas de transitar. ¡Todo por tener un micrófono entre manos frente a una camara! «Pedro Pérez-Solano, Tu noticiero» (¡Obvio que necesita el guión y el segundo apellido!).
En cualquiera de los casos, el entrenamiento consiste en asimilar las reglas que rigen el sistema y, como consecuencia, en el adormecimiento de cualquier sentido critico hacia el cómo y para qué se hacen las cosas en el mundo del espectáculo. La mesa está servida: agarrese una mami operada y pintarrajeada, alguien que le enseñe lo básico del baile seisy, la gente para hacer el refrito de una canción de antaño en versión regguetonera para que pegue; fílmese y distribúyase, que ahora es muy fácil gracias a la Internet. ¡Listo! «La Bomba más Sexy de Venezuela (Vedette y Modelo)». Mas ná’!
Lo interesante de todo esto, a mi entender, no es este resultado fácil; tiro al piso que le dicen. Como conocemos las características de la maquinaria y de quienes quieren ser parte de ella, podemos anticipar el resultado, incluso en el largo plazo. En lo inmediato, la Diosa grabará un disco que pasará sin pena ni gloria. Quizás salga en Súper Sábado Sensacional. Si no persiste será olvidada como tantos otros artistas de un único disco. Si tiene suerte y se las ingenia para seguir en el medio, puede que salga en una novela (de doméstica primero) o que pegue en un programa cómico, en cuyo caso usara menos ropa.
Con esto llegamos a la parte que más me llama la atención de este fenómeno. El tiempo pasará, y en esta sociedad empeñada en la juventud (aunque sea la mentira más falsa del mundo), la Diosa hará lo suyo; como todas las bombas sexys, especialmente las mamis venezolanas. La dieta de moda y el cirujano de confianza serán sus temas de conversación. Se estresará ante la posibilidad de las arrugas, querrá «mejorar» su cuerpo -«es que me debo a mi público»… «mi imagen es mi instrumento de trabajo»- sufrirá en silencio yendo al gimnasio y terminará donde ya todos sabemos.
Entonces por fin será famosa. Saldrá en fotos y revistas; la gente comentará de ella («no importa de qué, mientras hablen de uno»). Y algún desadaptado del futuro la usará como referencia para escribir acerca de un tema candente y contracultural: envejecer con dignidad.