Luego de bajarme encabronado del Metrobus, por soportar una cola que un lote de carros ocasionó por estar viendo el choque de la vía contraria, una reportera con ademanes engreídos se me acerca sonriendo con grabadora en mano y me pregunta:
– «Chicooo una pregunta — dice mientras detallo rápidamente el pronunciado escote que literalmente reposa encima sus estáticas tetas quirúrgicamente modificadas, y termino fijando mi mirada en una considerable y visualmente incómoda mancha de lápiz labial en su colmillo derecho — ¿Cuáles son las medidas que consideraas, eeeem – revisa la pregunta en su Blackberry – se deben tomar en los próximooos años para hacer frente a los problemas en nuestro país?» – dijo con ese un tono típico en sus colegas de profesión. Por cierto, ¡que pregunta tan estúpida!. En este país, nada bueno sale de un Blackberry.
Esa pregunta me hizo querer imaginar a dos médicos cubanos realizándole respectivamente al «Innombrable» una circuncisión y una diálisis usando únicamente un corta uñas, un destornillador de mecánico y un pitillo de McDonald’s usado. Ahora que lo pienso, sería ideal que luego lo arrastrara un Dodge Dart destartalado – valga la redundancia – hasta Sabaneta de Barinas para que sea crucificado al revés. Obviamente, la cruz debe ser el epicentro de una estrella de David dibujada con la lengua del la victima usando de tinta la sangre de todas sus focas/jalabolas y algún político que aparenta oponerle. Dejo a libre imaginación los métodos empleados para la obtención de la sangre requerida.
El potencial lucrativo de estos rituales es alto, ya que existe el «target» y la demanda necesaria. Somos muchos los que ya tienen el estomago acostumbrado gracias a tantas películas violentas, noticieros amarillistas, videojuegos bélicos, cadenas de correo electrónico con fotos y videos de autopsias, infieles ajusticiados a machete, de cuerpos que recogen literalmente con espátula en accidentes de tránsito, etc. La desinhibición es parte de nuestra evolución. Así que, con una buena campaña de mercadeo y de las bondades del Pay Per View, transmitir semanalmente sacrificios y ajusticiamientos – de toda clase de gremio, grupo, personalidad, etc. – no sólo serviría para desahogar las frustraciones creadas por diversas élites, también crearía fácilmente los fondos para financiar dicho espectáculo y alguna que otra obra benéfica, pensando en los moralistas. ¹
Al no poder ni plantearme en decir lo que pensé anteriormente al no ser políticamente correcto y por sobre todo debido a la apatía que porto siempre, respondí:
– «Eeeh, no sé… ¿Comprarse unos flotadores y nadar hasta Trinidad y Tobago para vivir vendiendo Bon Ice?» – respondí apresuradamente, ya que había quedado demasiado tiempo en silencio. ¡Qué respuesta tan estúpida!.
– «Ook… Esta buena esa, chamín. Con razón tardaste en responder» – comentó la «reportera» con el ceño un poco fruncido. A lo que yo respondo sonriendo diplomáticamente y señalándome un colmillo:
– «Tienes…» ²
Era el momento idóneo para detallar de nuevo esas mamas; sin importar mi descaro y dudando que a ella importe, debe estar acostumbrada. ³ Volviendo al tema, mi respuesta fué con un tono serio, creo que es el mal chiste en el que nos dejamos convertir. De todos modos, es muy tarde para importarme y no merece discusión. Una vez despachada la reportera wannabe y siguiendo mi camino, veo como un cojo – con el ceño tan hundido que me dio la impresión por un instante que era bizco – deja caer al piso una bolsa mordisqueada de lo que era un BonIce. ¡¿De donde lo sacó?! Ni siquiera veo ya quien los venda en la calle!. Clichés tan descarados no pasan por tu nariz tan seguido o con tanta convicción para ser notados. Esto debe ser documentado.
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¹ Quizás métodos como estos encuentre alguna voz crítica que la tilden automáticamente como fascista; pero en mi defensa alego que he tomado como referencia prácticas de entretenimiento aplicadas por civilizaciones pioneras como los romanos, inspirados a su vez por la busqueda de la utopía social de los filósofos griegos, para así reducir flajelos sociales como la estupidez, la ignorancia, la pobreza, la vanidad, la corrupción, el fanatísmo, el patriotismo, la avaricia, entre muchos otros, que se repoducen a velocidad relámpago.
Entonces, de aplicarse dichas actividades en estas latitudes; sería un modelo potencialmente autosustentable, y un futuro modo de financiamiento alternativo para la lucha de problemas fundamentales como hacinamiento, la falta de educación (académica y de casa) y la pobreza creada en estos 12 malditos años, que ayudados por los anteriores y trillados 40, han malacostumbrado a 4 generaciones de las bondades de solo saber chupar de las tetillas de «Papi Estado». No hay tiempo para soluciones racionales. Punto.
² ¿¡Chamín!? ¡Chamín tus nalgas! – Me grito mentalmente con ese orgullo que no me ha llevado a ningún lado. * Si le hubiese contado lo que había imaginado, ni se hubiese reído de mí, ni de mi comentario. Sin darme cuenta, le hice el favor de ahorrarle la molestia de escuchar una verborrea rebuscada, para que pueda así ocuparse de esa atorrante mancha una vez que deje de insistir en limpiarse el colmillo equivocado.
³ Quizás sea por las condiciones de mi interacción con ella lo que me hace querer suponer que en su caso pasó por el quirófano para destacar a simple vista, o levantar una autoestima posiblemente maltrecha, o intentar olvidar esos complejos que arrastran las féminas desde su primera menstruación, o quizás es debido por todas las anteriores.
Mayor divagación sobre el tema fué extensamente redactado y con una mayor disección; después de tanto revisar la línea narrativa y el potencial que un tema como las tetas genera decido mejor descartar, dejándolo para una próxima publicación, dependiendo primeramente de la recepción de este primer «BonIce».
* Lo único capaz de consolar a un hombre por las estupideces que hace, es el orgullo que le proporciona hacerlas [Sic].