Muchos afirman haber visto llegar la inexistencia y no lo dudo ni un ápice. La gran mayoría manifiesta ante la comparecencia de ésta, ver luces, túneles, familiares e incluso hilos dorados salir de sus bocas. Pero la inexistencia, tiene tantas formas y colores como humanos hay en la faz de la tierra. En lo personal, la inexistencia llegó a mí, como una amorfa oscuridad, oscuridad negra como el silicio, oscuridad avasalladora que se adhiere a ti como tinta indeleble y que te va abrazando cual Drosera burmannii» a su presa.Tus pupilas buscan inexorablemente algún punto de luz, pero nada, la oscuridad todo lo abarca, entumeciendo tu frágil cuerpo hasta dejarlo desconectado a cualquier sensación, sólo quedas tú, tus pensamientos, la oscuridad y una tenue percepción a lo hablado en el exterior del ya capullo tejido por la inexistencia.
Confieso que al principio se apodera de tu ser momificado para éste entonces, una sensación de claustrofobia, la cual junto con la poca adrenalina en reserva, te hace empujar y empujar hacia afuera la forma de lo que no tiene forma, la imagen de la no existencia; miedo, si, mucho, a lo desconocido tal vez, a la soledad puede ser; hasta que llegas a un punto que te acostumbras a ese umbral silencioso y te dejas llevar, te dejas ir, levitas, si, levitas sobre tu propio eje y aunque algunos muchos se les permite regresar estamos claros que más temprano que tarde, la no existencia, la inexistencia volverá.