Creo que los cineastas tienen un reto pendiente. El género de las posesiones y los exorcismos, conforme salen más películas, resulta más y más patético. Cuando hice mi comentario a El Rito, tenía una vaga idea respecto a la totalidad que compone esta categoría. De hecho el post se centra más en el contexto y las implicaciones de la película que en el contenido de la misma.
Ahora que me pongo al día, viendo las películas que supuestamente deconstruyen en género de las posesiones, debo confesar que me siento completamente decepcionado.
- ¿Por qué la posesión siempre se presenta como demoníaca?
- ¿Por qué esa predilección del diablo – o los demonios – por las mujeres?
- ¿Por qué siempre sospechan que es un fenómeno del más allá luego de considerar, únicamente, el diagnóstico de esquizofrenia?
Estas tres inquietudes revelan que la documentación para las películas de este estilo es pobre y estereotipada. Entre otras cosas porque:
Es cierto que el diablo tienen una larga tradición en occidente y que se remonta al zoroastrismo babilónico. Aún así, es solo una de muchas posiciones respecto a esa dimensión metafísica que siempre ha intrigado a los humanos. Para los griegos antíguos, por ejemplo, la posesión podía deberse, entre otras cosas, a una venganza de la diosa Manía o la manifestación de las diosas agrícolas en el contexto de los Misterios Eleusinos; para los romanos a la presencia inminente de Baco.
Este asunto de la posesión como fenómeno occidental ha sido sesudamente analizado por Michel Foucault y editado como texto (Los Anormales, FCE). Si seguimos a este autor, es fácil despachar la estructura presente en estas películas como el resultado de la presencia del discurso cristiano a la base de la subjetividad. Es decir, no veremos a un «no-cristiano» (la mayoría del mundo) afectado de las posesiones que vemos en las películas, simplemente porque ellos no ven la realidad de ese modo. ¿Cómo voy a estar poseido por una cosa llamada diablo si este objeto no forma parte de mi visión del mundo? El exorcismo es la solución inventada por los mismos que crearon el problema. Así de simple.
Es por esto que el fenómeno de la posesión está instrinsecamente vinculado a la dominación del cuerpo femenino; a que sean las mujeres, encarnación del mal para el cristianismo misógino, las que necesiten el control por parte de un hombre – sacerdote, por supuesto – para contener lo que ocurre en ese cuerpo convertido en teatro. Esto no lo digo yo, está en el texto aludido más arriba, referencia obligada para los interesados en el tema (y para los cineastas para que, por favor, no sigan haciendo películas que se repiten a sí mismas).
El último punto de mi lista de frustraciones es la psicología ramplona para justificar la existencia de un fenómeno «inexplicable» de acuerdo a los parámetros de la ciencia. Es común ver cómo se descarta el fenómeno de la locura clásica – la esquizofrenia – sin siquiera nombrar el asunto de los trastornos disociativos, síntomas directamente relacionados con los fenómenos de la posesión, en cualquiera de sus vertientes culturales.
De hecho, este fenómeno de la disociación da en el clavo con respecto al funcionamiento de la mente, y abre el espectro a muchas otras historias posibles acerca de qué es lo que ocurre «realmente» en los casos de posesión (dejando el asunto de los exorcismos como una de muchas otras alternativas para hacer frente al problema). ¿Los personajes siempre recurren a un cura porque los médicos no saben qué hacer? ¡Por favor! Hay psicólogos y psiquiatras de muchas orientaciones, muchas de ellas incorporando chamanismo y saberes tradicionales que apuntan a verdaderanente deconstruir la idea de la posesión/exorcismo.
En este sentido, el género de la ciencia ficción, con películas como The Matrix, Inception e incluso Limitless (aunque no caiga en esta categoría) demuestran un mejor manejo de los conceptos relacionados al funcionamiento de la mente. En la primera parte de The Matrix, Neo aprende artes marciales a través de la carga directa de softwares en su mente (una versión un poco exagerada de cómo se transforma la gente mediante el uso de la hipnosis); el mundo del sueño de Inception retrata muy bien cómo se percibe el tiempo a medida que una persona profundiza en el trance hipnótico, a la par que ejemplifica muy bien la lógica onírica; finalmente Limitless, a pesar de ser la fantasía de un perdedor, muestra el potencial de la mente para generar y utilizar el conocimiento de manera práctica. No es, como dice el protagonista, que ahora aprovecha todo su cerebro, porque es falsa la creencia según la cual usamos solo 10% del cerebro (lo usamos todo, como bien muestran los mapeos cerebrales). Lo que sí puede ser cierto es que sólo estamos conscientes de una parte de nuestra actividad mental, ya que la mayoría (se estima que un 80%) es inconsciente. Mente y cerebro son dos conceptos distintos, de manera que actividad cerebral y actividad mental aluden a cosas completamente diferentes.
Además, en un mundo tomado por la Nueva Era hay hipnotistas metafísicos, parapsicólogos, sanadores espirituales, espiritistas y pare de contar. ¿Por qué los personajes no recurren a la miríada de opciones «razonables» dada la manera de concebir el fenómeno? La película El Orfanato, por ejemplo, da una lección magistral en cuanto a cómo lo paranormal puede ser conceptualizado y manejado. Puestas en esta perspectiva, las películas de exorcismos revelan, como indiqué en mi nota sobre El Rito, su caracter panfletario; propaganda gratis para la dominación mediante el discurso cristiano.
En resumen, los creadores de películas de exorcismos siguen apelando a una idea muy limitada de lo que es mal (la del demonio cristianismo). Además, cuando estas películas aluden a lo mental, lo despachan rapidamente con lo limitado de la noción de esquizofrenia, sin nombrar nunca una categoría mucho más pertinente, la de la disociación y los trastornos disociativos. Sin contar con que jamás apelan a otros modos metafísicos de abordar el problema. De manera que el punto crucial, a mi entender, es que las películas se escriben desconociendo completamente la base psicológica y sociocultural que puede dar mejor fundamento y consistencia al género.
Para que las películas en esta categoría sean originales, digo yo, pueden apelar a ese potencial inexplorado de nuestra mente, esa sustancia inasible que nos habita, antes que supuestos espíritus externos de dudosa y limitada veracidad. Y aún en el caso de buscar respuestas en un más allá, pueden dar visiones mucho más interesantes y novedosas, opciones posibles a la architrillada historia de la(s) muchacha(s) poseida(s), el cura mayor y el sacerdote joven y ambivalente (o, en general, los hombres víctimas de mujeres sobrehumanamente locas).
Mientras aparece ese director que se embarque en la tarea de crear una propuesta original sobre exorcismos y posesiones, yo sigo mi modesta búsqueda, la de ejemplificar con un video una visión alternativa a estos lugares comunes del cine comercial. Les agradezco las sugerencias que me puedan dar sobre películas que podría ver para concretar este proyecto personal.