Russian Red se ha declarado de derechas. Una frase simplona para una afirmación simplona. Lourdes Hernández ha dado pie a impetuosas reacciones en medio de la promoción de su Fuerteventura. Ahora el foco es la política, como si faltara más de eso, y no su material artístico.
La compositora ha contestado a una pregunta de la revista Marie Claire diciendo que «si me tengo que decantar, derechas”. De esta tímida y escueta confesión, marcada por un condicional, se ha desatado un pandemonium digital de comentarios, ataques e intolerancia de aquellos quienes creían que su nombre Russian RED era un estandarte ideológico (y no, es tomado de la marca de un labial de MAC). Las redes sociales, las páginas digitales y las secciones de comentarios se han llenado de mil ideas, algunas francamente lamentables.
La Razón ha golpeado primero, incluso con la foto que han usado para ilustrar. Ha buscado a Lourdes para ahondar más en aquella declaración, con el objetivo de justificar su idea de que “la cultura rompe uno de sus grandes tabúes”. ¿Eh? ¿Quién ha dicho que todos los hacedores culturales son de izquierdas? ¿Acaso La Razón intenta contrabandear que muchos artistas de derechas lo ocultan?
Jenesaipop hace una serie de preguntas que traemos a colación y las suscribimos en la búsqueda de respuestas: ¿Puede influir la orientación política de un artista para que dejemos de escuchar su música? ¿Por qué buscamos que nuestro artista favorito tenga las mismas opiniones que nosotros? ¿Cuánto nos pueden importar las opiniones políticas de una cantante de pop de 24 años? ¿Es la izquierda más tolerante que la derecha o en absoluto? ¿Ya no tiene asegurado ‘Fuerteventura’ un lugar en la lista de mejores discos del año como hace unas semanas? ¿Qué dice de nosotros mismos que planteemos estas preguntas?
El torbellino sobre Russian Red ha desatado intolerancias y posturas maniqueas. En el facebook de una amiga persona que me borró de sus contactos leo estos comentarios: “pues acabas de empezar a darme mucha pereza, querida”; “me parece que su nombre entonces es una tomadura de pelete”; “como va de moderna y fíjate!! qué sopor!! me ha olido a armario de viejuno!!”; “si vamos de creativos y modernos, luego no me cuadra que seas conservador en tus ideas”; ” la tipa ésta de repente me da pereza, y por tanto no la voy a escuchar. punto”; “poco la escucho, me suena a música entre algodones, mientras no le afecte el paro seguirá siendo de derechas”.
Se decreta: No puede haber modernos de derecha. No pueden ser creativos los de derecha. El paro sólo afecta a los de izquierda. Bah. ¿Qué imagen tenían estas personas de la chica?
En comentarios de otra web: “A ver que hago yo ahora con su primer cd, venderlo por ebay bien caro y que me lo compre alguno de derechas”; “Aqui uno de izquierdas que todavía no le ha comprado el segundo disco ni lo hará. Que se lo compren los del flequillo y las de las perlas”; “Esta señora es super-rancia”; “Sí puede sorprender que una chica tan joven sea monárquica, católica (espero que cumpla los preceptos de la Santa Madre Iglesia), etc. En fin, lo que se dice ser de derechas tout court en este país”; “Considerarse de derechas es, básicamente, saberse una mala persona”; “La gente de derechas no te compra y los de izquierdas no te van a volver a comprar. Lo vas a pagar caro”.
Dejar de escuchar su música por una declaración así de escueta revela un maniqueísmo absoluto, y absolutista. Incluso si no fuera tan escueta. Tratar de etiquetar la música, el arte en general, no por estilos o contenidos sino por afiliaciones ideológicas de sus creadores, puede ser una trampa. Es tan absurdo para quien se califica de izquierdas no escuchar a Russian Red, como aquel de derecha que vete de su vida a Rubén Blades (siendo que aquella ni mete política en sus letras). Es la aplicación exagerada de la percepción selectiva, de la huída ante la disonancia. Es el colmo del reduccionismo. “Ya no escucho a Russian Red. Soy progre”.
¿Todos los que han opinado, calificado y crucificado a Russian Red sabrán con qué se come ser de derechas o ser de izquierda, más allá de los clichés maniqueos? Qué cómodo es llevar todo debate al «nosotros contra ellos».
Dejemos de escuchar a Russian Red, pero también a los monárquicos Queen (y no sólo por el nombre), Sir Eric Clapton, Sir Elton John, Sir Mick Jagger (¡se nos van las majestades!), Sir Paul McCartney (oh, adiós Beatles). Rechacemos la música de los neoconservadores The Killers (esos a los que Aznar vio en directo en el Palacio de los Deportes). Dejemos de leer a Vargas Llosa, incluso a Saramago («antes nos gustaba decir que la derecha era estúpida, pero hoy día no conozco nada más estúpido que la izquierda»). Sepultemos la obra de Salvador Dalí, a quien Calas, en 1941, calificó como reaccionario en un artículo publicado en la revista View (“Dalí no cree ya en los valores de los revolucionarios. Ha redescubierto España, la penitencia, el catolicismo el clasicismo; adora la forma y se esfuerza por dibujar como Ingres”). También dejemos de escuchar a Bob Dylan porque, muy liberal y todo, alguna vez dijo: “para mí no hay izquierda ni derecha (políticas). Lo que hay es verdad y su opuesto. Ya saben. Hay honestidad y hay hipocresía”.
Abracemos nada más a John Lennon, a Janis Joplin, a Joan Baez, a Bono, a Silvio Rodríguez, a la movida madrileña extasiada de libertad post franquista (a pesar de que Alaska ahora sea tertuliana del programa de Federico Jiménez Losantos). Leamos solamente a Gabriel García Márquez y los materiales de The Huffington Post (incluso cuando su editor, Roy Sekoff, declara estar de acuerdo con el sistema de impuestos norteamericano que tanto critican los liberales documentalistas como Michael Moore, su excompañero de trabajo). Luego veremos qué hacemos con los artistas que no se declaran ni de un lado ni del otro. ¿Los escuchamos o no?
El mundo avanza y las etiquetas políticas e ideológicas se van quedando atrás. Que lo diga un conservador viejuno reaccionario acicalado y con naftalina como Mario Vargas Llosa que acaba de apoyar a un izquierdista reivindicador socialista trasnochado del pueblo revolucionario como Ollanta Humala mientras sigue atacando duramente a su amigo -y dicen que financista- Hugo Chávez . Al tiempo, un liberal progresista y contestatario como Jaime Bayly hacía lo propio con la derechista Keiko Fujimori. ¿Perú queda en este planeta? ¿Chávez es de izquierda, de derecha, de nada, de todo?
¿Lo rancio es la persona que se declara de izquierdas o derechas, o las etiquetas que los prejuicios de muchos le endilgan? ¿No serán rancias las posturas así de sectarias?
En un blog de El País, Víctor Lenore conversa con una Lourdes Hernández cautelosa que aprovecha para dar matices. «Me parece evidente la carencia total de contenido político que hay en mi música. Mi pensamiento es más tradicional, es más cercano a la derecha, pero no me siento completamente representada por ningún partido político en España, un país en el que ya no existe ni derecha ni izquierda como tal».
También, Lenore consulta las opiniones de otros artistas sobre el debate “ser de derechas vs. ser de izquierdas”. Participan Andrés Calamaro, Enrique Bunbury y otros tantos. Interesante leer sus visiones.
Calamaro responde a los furibundos ‘indignados’ que más nunca comprarán ni escucharán a la Red: “La confrontación política es inútil fuera del puterío electoral; pero las cosas son como son, un artista que se declare conservador es la persona más normal del mundo pero podría ser fustigado por una «izquierda a cuerda» que es más aparente que otra cosa. La confrontación es importante en el fútbol, pero a la música y a la sociedad no le beneficia en lo más mínimo; una cosa es presentar ideas, otra diferente es oponerse a las ideas solo por aparentar una ética biempensante de patio de colegio”
Nacho Vegas asume quizá la postura más radical: “Las políticas neoliberales han dejado en la calle a familiares y amigos y han recortado derechos fundamentales a la mayoría de la gente. En esta situación no puedo evitar pensar que cualquiera que se declare de derechas ha de ser un cretino o un cabrón. (…) Como en principio no tengo a Russian Red por ninguna de estas tres cosas, quiero pensar que no sabía muy bien de lo que hablaba. (…) En realidad, no me extraña tanto que Lourdes sea de derechas porque creo que su intención es solo hacer canciones bonitas”.
Tiene razón Nacho Vegas. Las políticas neoliberales han causado todo eso. Pero también las políticas de muchos gobiernos de izquierda han terminado convirtiéndolos en dictaduras que recortan derechos fundamentales a la mayoría de la gente, mientras la pobreza y la miseria se debaten el destino de los ciudadanos de esos pobres países pobres. Otros gobiernos de izquierda han terminado siendo calificados por sus propios votantes como coqueteadores de la derecha. Al final, los extremos se dan la mano.
Ahora, busca tu iPod, Spotify, carpeta del ordenador o lo que tengas. Pulsa el botón de reproducción aleatoria. Escucha.
Más sobre Bob Dylan
Por décadas se ha defendido el mito contracultural de Bob Dylan en el imaginario antisistema y de izquierda política. Pero si revisamos el libro «Bob Dylan: The Essential Interviews» (Bob Dylan: Entrevistas Esenciales), encontramos a un artista críptico, que no se afilia a nada ni nadie a sabiendas de que los tiempos cambian y las luchas se van logrando o van perdiendo sentido sino se reinventan. Nadie duda que en los 60, Dylan escribió temas que enmarcaron las reivindicaciones de una época. Su canción The Times They Are a-Changin’ de 1964 evoca perfectamente la crítica a la pobreza y el racismo y el clamor por un cambio social. Esas y otras canciones siguen estando vigentes hoy en día, en un mundo donde aún el fantasma de la exclusión camina y domina.
Pero como todo hombre pensante, Bob Dylan ha estado de acuerdo y en desacuerdo con muchas cosas. Sin importar el color de la bandera o el signo político en cuestión. Así queda claro en palabras del cantautor.
Sobre la interpretación que se hace de que A hard rain’s a-gonna fall de 1962 sea una advertencia sobre los peligros de la guerra nuclear, y por tanto un himno de los grupos antinucleares. «No, no, no era la lluvia atómica. Otros han pensado lo mismo. No es la lluvia atómica. Es solamente una lluvia dura e inevitable. No quise hablar de precipitaciones para nada, nada de eso, solo quise expresar que alguna clase de fin tiene que sobrevenir.»
Sobre las entrevistas en conversación con Nat Hentoff en 1964: «No me gusta negarme porque, después de todo, estos tíos tienen un trabajo que hacer. Pero me molesta que la primera pregunta que se les ocurre sea siempre ‘¿Vas a viajar al sur para tomar parte en las manifestaciones de derechos civiles?».
A Hentoff también le relató la historia de su discurso al aceptar el premio Tom Payne que le fuera presentado por el Comité de Emergencia por las Libertades Civiles. «Los asistentes eran todos parte de la izquierda de la década del 1930 y ahora apoyan los movimientos de derechos civiles. Eso está bién, pero se nota que tienen abrigos de nutria y joyas. Era como si dieran dinero para sanar alguna culpa oculta. Los asistentes, aquella noche, se empeñaban en hacerme ver a la gente de color como gente de color. Te aseguro que desde entonces no quiero tener nada que ver con ninguna asociación política en mi vida»
En 1966, Dylan conversaba con Hentoff sobre las protestas: «No he perdido para nada el interés en la protesta desde entonces. De hecho no he tenido nunca interés en la protesta desde el principio.»
Y sobre Vietnam: «Decir ‘causa de paz’ es lo mismo que decir ‘molde de mantequilla’. Lo que quiero decir es ¿Cómo puede uno creerle a alguien que dice que está dedicado al molde y no a la mantequilla? Quemar la citación del ejército no va a terminar la guerra. Ni siquiera va a salvar una vida. Si alguien se siente mas sincero consigo mismo por medio de quemar la carta, bien; pero si se cree más importante por hacer eso, entonces es una berraquería.»
En 1968, en entrevista con la revista de música folk «Sing Out!» le preguntan si le parecía que los artistas debían expresarse en contra de la guerra: «Conozco algunos buenos artistas que estan a favor de la guerra. La gente tiene sus propias ideas. De todos modos ¿Cómo saben ustedes que que yo no estoy –como dicen ustedes- a favor de la guerra?»
Luego le preguntaron sobre la canción Masters of War, y contestó: «Eso es una cosa fácil de hacer. Hay miles y miles de personas que querían una canción como esa. Así que yo la escribí.»
En 1986, luego de su conversión al cristianismo, las preguntas se referían a su supuesto conservadurismo (cómo cambia la cosa, vaya). «Bueno, para mi no hay izquierda ni derecha [políticas]. Lo que hay es: verdad y su opuesto. Ya saben. Hay honestidad y hay hipocresía. Vean en la Biblia, no hay nada sobre la derecha o la izquierda. Puede ser que alguien tenga otro punto de vista sobre estas cosas, yo no lo tengo porque no soy tan listo. No me gusta darle a la gente en la cabeza con la Biblia. Pero es el único instrumento que conozco y es lo único que siempre permanece verdadero».
Sí, Bob Dylan lee la Biblia. Yo no. Él sí, y le gusta. Aprendamos que la sensibilidad social no depende del color o la bandera. El deseo de un mundo mejor tampoco.