Desperté más que por entusiasmo, por el ruido del viento en la ventana o quizá la lluvia golpeando el viejo tejado, los últimos días intenté olvidar que el mundo sigue afuera y busqué con afán olvidar que a la noche sucede el día, porque los recuerdos se empeñaron en llevarme a una noche permanente, de donde ha parecido no podría volver a capturar los ruidos de la alegría y no era que me quejara de ello, quería permanecer hasta hoy sumida en la soledad, que el ruido se desvaneciera y que aquellos desastrados instantes se alejaran de mi mente, quizá por el agotamiento, quizá por el desconsuelo, por la sensación desdichada de sentirme maltratada…abusada.
Y cuando pensaba que podía alejar a todos, que desconectar el móvil y dejar que la contestadora hiciera de guardián de mi empeño de no saber de nada y nadie, me encontré pensando que la lluvia se empeñaba también en no dejarme olvidar el presente, permitirme evadirme como he hecho durante dos largos meses, de aquel día nefasto cuando sin imaginarlo tomé el camino equivocado y me encontré de frente a la sumisión, a la bestialidad, y sentí que aunque luego los médicos curaran mis heridas, y aquella buena mujer se empeñara en darme consejos sobre cómo llevar lo que dijo «trágica experiencia» no curé mi alma rota en pedazos…la ilusión que sentí durante muchos años…de ser dueña de mi vida y mis decisiones…porque en un momento alguien robó el control de mi vida…
Y el sentirme utilizada no me ayudó a superar las muchas noches de llanto, el pensarme que no estoy sola en el mundo y que muchas tantas superaron lo que a mi me ha parecido insuperable, tampoco calmó la sensación de asco primero, el dolor luego y el temor de hoy…pero hoy, cuando la lluvia me despertaba y el sueño otra vez rehuía, ese sueño que he forzado a base de pastillas para evitarme las pesadillas de verme transportada a un recuerdo que quiero olvidar, me dí cuenta por la cara de tristeza y extrañeza de mi viejo gato, que parece reprocharme el olvido en que lo he sumido…que la vida sigue su curso…y que a los sentimientos extremos que he sentido desde el momento en que lo sigo sintiendo así, mi fe fue rota, mi privacidad invadida y un extraño robó mi confianza y trazó un camino de amargura que no conocía…le suceden también los momentos que he dejado transcurrir, 60 días de renunciar a retomar la vida, yo que parecía hasta hace poco no estar nunca dispuesta a renunciar nada…
He alimentado al gato, y he decidido ducharme pero porque siempre disfruté una ducha tibia mientras la lluvia caía en la ventana, más que por hacerlo tanto como me duché estos meses intentando, ilusión mía, borrar lo que sentía las huellas de un mal recuerdo…y mientras casi me agotaba bajo la ducha caliente, pude ver la toalla rosa que me regalaron mis amigas en navidad, con sus nombres y el mío y aquella frase que tanto me ha gustado «hacia el futuro siempre»…decidí que aunque costará mucho que retome el futuro, que no podré borrar la sensación de impotencia, que muchas palabras de consuelo no aliviarán mi corazón, aún tengo el espíritu que sonreía pensando en el futuro, aún tengo ese futuro, aún puedo recuperarlo, aunque tarde mucho, aunque lo tenga que intentar mucho, porque lo merezco porque no quiero seguir llorando cuando debería estar buscando la luz del túnel, esa luz que me llevará a donde yo quiera, a asumir que nadie puede robarme, sino lo permito, la vida que aún quiero vivir…