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Misiva para el señor amor

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Misiva para el señor amor

Mi muy querido y evocado señor:
Sobre los cristales, mis manos temblonas, lentamente se atreven a dibujar
un: ¡Le presiento, mi señor amor!
Se me antoja ahora enviar mil mensajes, de textos, correos electrónicos , que circulen por el espacio sideral , sobre las alas de un Pegaso mitológico, tal vez en aquellas hojas de árboles amarillentas que caen, asimismo encontrar el remitente del destinatario…
No sé cómo explicar, las nostalgias de éste su pobre corazón, desde aquel día en que usted, decidió alzar el vuelo en las alas de aquella mariposa multicolor, dejando mi espíritu huérfano de esos sentimientos de amor,
¡Que ahora no son míos! A decir verdad “nunca lo fueron”,
¿Cómo, hacerle saber? ; De las ansiedades, vividas diariamente por
“su abandono”. Me asusta el intuir que partiré de este mundo, sin haber distinguido su rostros entre tantos y tantos semblantes: Angustiados, alegres, severos, reales y fantásticos, mas ¡no es el suyo!, mi señor amor.
¡Que mis tiempos son lluviosos! y nada más. Un manto gris cubre mi horizonte,
Mostrando marchitas las flores, aun siendo hermosas sus formas, texturas y colores.
¡Numerosas noches! empezarán amargada mi figura, si mis tiempos son; lluviosos y todo comienza adormeciéndose, inclusive esta alma mía, que se ahoga lentamente en; “esta confusión”…
En aquel segundo exacto, en que pareciera que más allá del horizonte, no hay nada que esperar y la noche se apresura en caer, trayendo consigo la obscurecida… A la que tanto temo, deslizándose por entre mis cortinas, cual ¡figuras fantasmal! …
Las emociones de éste, su pobre corazón, sangra por; ¡no pulsar!, acorde
Junto al suyo.
¡Cuanto lloro su ausencia! en mi cama, urdiendo cruelmente el susurrar en su oído que; “mí cuerpo se trastorna agitado de pasión”. Debajo las sábanas húmedas, al sentir su respiración junto a la mía, su tibieza, su aroma, sus besos, sus manos ¡sosteniendo las mías!
¿Cómo explicarle mi señor? que por las noche, estos pechos se excitan con violencia. Derramando leche que escurre, agrietando esta “piel añosa”.
Y las ansias de concebir un hijo nuestro “oprimirán mis extrañas”.
Agolpando de improviso, arrullos, canciones de cuna, ojitos traviesos, manitas pequeñas, boquitas de fresas. Cuentos de hadas se estrangulan en mi pecho sin narrar.
Mil nombres “fantaseados” sólo por mí circulan por; cada nervio de mi sentido… Andrés, Humberto David, se delinean suplicantes, en cada rincón de esta esfera azul.
¿Como implorarlo? Si; “de ningún modo acude a esta cita nuestra”, fugándose por el sendero del olvido, en una extraordinaria ilusión desapareciendo en el aire cual llovizna en primavera.
Mis labios resultan aquí desterrados, marchitos, sedientos condenados a la eternidad al no ser tocados.
¡Mi alma agonizante! Vaga, arrastrando cadenas que atan mis manos y buscándole, le llamo.
¿Que de nuevas palabras revelare? Solamente para traerle de regreso a mí,
¿En donde esta? ¿Por que no responde?
¿Por qué no acude a esta nuestra cita?
Como cada noche continuare mi inmortal espera, contando estrellas, luciérnagas fugases destellan nubecillas blanca y doradas, oyendo lejanos el coqueteo de la rana en su pantano.
Aguardando su regreso, ¡como ayer!, “hoy y siempre” debajo la sombra del limonero. No obstante esta espera mía, en ningún tiempo llegue a su fin. Reciba; un beso mío, en aquellos labios suyos.

Autora: Herana López.

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