1)Por la cantidad de obras censuradas durante el último año, a manos del gobierno y la oposición. Ambos factores de poder comparten la idea de supervisar contenidos, de cancelar temporadas y de ejercer control sobre temas vinculados con política, sexo y manifestación de la resistencia.
Juntos y revueltos, los de la izquierda y la derecha firman un pacto tácito para imponer una oferta homogénea y estandarizada, donde la libertad de expresión no existe y predomina un clima de terror laboral. Hay cacería de brujas de lado y lado. Resultado: ganancias económicas y plusvalías ideológicas a diestra y siniestra. Derrota del pensamiento.
2) Por la completa victoria del modelo populista y demagógico del vodevil, de la revista protagonizada por estrellas de la televisión en horas bajas. Un pésimo efecto del cierre de canales por parte del gobierno. Los protagonistas del horario estelar quedaron sin trabajo y entonces procedieron a colonizar las tablas, con el respaldo de una cadena de exhibición controlada por cogollos, mafias y macollas del sector, cuyo propietarios le cierren las puertas a los advenedizos y se las abren, de par en par, a los integrantes de la rosca dulce.
Allí triunfa el nepotismo, la trata de blancas, la operación colchón, la corrupción,el tráfico de influencias y el compañerismo, muy por encima de los méritos reales de los intérpretes. Por tal motivo, Misses y Misters llegan a ser personajes reconocidos de la escena criolla, a pesar de sus bochornosas “incapacidades” histriónicas.
3) Por el exceso de monólogos, diálogos trillados y parlamentos flojos. Se habla demasiado en el teatro nacional y nunca hay tiempo para el silencio, para el necesario reposo, para la reflexión. Siempre es una gritería, un zaperoco, un bochinche y un relajo.
Por lo general, reina el efectismo de la palabra hueca y de la verbalización de sentimientos encontrados.Los conflictos son de escasa y nula definición. La dramaturgia tiende a lo obvio, a lo cronológico, a lo lineal, a lo literal, a lo redundante, a lo cíclico. La impresión de “deja vu” es total.
De repente, surge un grupito experimental con ánimo de romper esquemas, pero a base de llover sobre el mojado de las vanguardias del pasado y el presente. Al final solo se los cala su familia y ellos mismos se condenan al ostracismo. Son incomprendidos, exiliados en su propia tierra, genios malditos conocidos en su casa a la hora del almuerzo. En la noche pactarán con el enemigo y matarán un tigre para garantizar la supervivencia de su especie indomable. A lo mejor los invitarán a improvisar con los panas, para recuperar la fe en la técnica interactiva, aunque haya pasado de moda. Jamás perderán las esperanzas de alcanzar fama, fortuna y gloria.
4) Por el ombliguismo, el onanismo, el conformismo y la autoindulgencia del gremio. Las zonas de discusión fueron canceladas de facto, mientras los precios de las entradas suben como la espuma. Carecemos de un auténtico entorno favorable a la crítica, y por ende, somos víctimas de un curioso bombardeo publicitario impulsado por los principales medios de comunicación.
Por algo y en vista de los intereses en juego, se cerraron las columnas de análisis del fenómeno en los periódicos de mayor circulación del país.
Los teatros compraron el silencio de los barones de la prensa, a punta de anuncios. Por tanto, se les prohibe cuestionar la dieta de consumo, prefabricada, de un menú presto al empaquetamiento, la clonación, la falta de identidad,la frivolización y la chabacanería. Cuestiones supuestamente superadas, caducas y desfasadas. Lamentablemente, en Caracas son la norma y la regla.
5) Por defecto, el panorama es rotundamente sombrío y oscuro. El teatro criollo navega en aguas tormentosas, dirigido al abismo de la nada y la nausea, conducido al borde de la extinción por el agotamiento de sus signos manidos.
Ayer fue grande y supo responder a la altura del compromiso social y cultural de la época. Hoy es un tímido reflejo de su memoria al servicio directo e indirecto del “Discurso del Rey”.
Su escapismo, su nivelación pedestre, su inseguridad, su uniformidad kistch, su retroprogresismo, su afectación modernilla y su permanente subestimación de la audiencia, benefician ciertamente su rendimiento de taquilla, al costo de atornillar en su silla a los tiranos del oficio.
El teatro es otra conspiración en marcha, para ahogar a la disidencia, y por consiguiente, debemos plantarle cara y exigirle un cambio de ruta, distinto al derrotero habitual.
Procuramos menos autoayuda, menos falsas adaptaciones de Broadway, menos refritos de los escritores de costumbre, menos espectáculo decadente, menos comedias aburridas, menos drama risible,menos pan y circo.
Es el instante de volver a las fuentes, a las raíces y empezar de cero.
Recobremos la humildad, la creatividad y el compromiso de los padres fundadores.
Mirémonos en el espejo del extranjero.
Rompamos con el molde.
No olvidemos la historia, el futuro, la informática.
Sigamos el ejemplo de compañías retadoras de retorno a la abstracción o en búsqueda de nuevas propuestas.
Claudicar ante el régimen del teatro actual en Venezuela,es morir.
Es hundirse en la ruina.
Nos toca salvarlo y redimirlo.
Una tarea difícil.