Este 27 de junio se celebró en Venezuela el Día del Periodista, una fecha donde la reflexión sobre la profesión queda hundida bajo las palmadas de felicitaciones colectivas, vacías, de te-veo-y-te-felicito-porque-somos-colegas, de autocomplacencia. Mientras tanto, el twitter se convierte en una retahíla de saludos interminables. Mientras muchos periodistas se enfocan en armar grupos de arrobas para felicitarlos, o quizá uno por uno, la realidad avanza dando noticias, que no serán.
En los medios emiten las promociones de auto felicitación, no a sus periodistas, sino a la empresa como la síntesis de todos ellos. Un logo se apropia de una fecha que le pertenece a personas y a sus talentos. No lo podemos olvidar.
También hay iniciativas discutibles. Globovisión anunció un concurso para estudiantes que premiaría el «talento periodístico». Así reza: Dale play a tu creatividad, haz un video de un minuto y medio sobre el país en el que quieres vivir y mándalo. El envío, en DVD con formato .mov y 3 copias, debía estar dirigido a la Dirección Creativa del canal.
Nos preguntamos: ¿El talento periodístico se mide por la capacidad de inventar? ¿Un buen periodista habla del país que quiere o reporta el país que tenemos? ¿Filtro para evaluar las inclinaciones ideológicas de las firmas de mañana?
No se trata de la imagen del periodista que bebe café, mientras teclea la vieja y ruidosa Olivetti al ritmo de un cigarrillo que baila y se consume solo entre sus labios. No es el sombrero con etiqueta PRESS. No es el atribulado y bebedor narrador de tragedias diarias. Se trata del periodismo de los nuevos tiempos, que toma lo mejor de aquél, y lo ejerce como debe ser hoy.
El periodismo no puede olvidar tener los dos pies en la tierra, literal y figurativamente.
El periodismo debe celebrar su acción cuestionadora, no una visión positivista de ONG.
El periodismo debe ser periodismo.