La habitación está oscura, poca es la luz que logra colarse por la ventana desde los faroles de la calle. Sobre la alfombra se encuentran, como esparcidas por la prisa y el azar, prendas de ambos sexos. Las sombras se entreveran y caen desesperadas sobre el lecho. Los sonidos generados en y por el tálamo despiertan a la gente de los departamentos colindantes y provocan golpes en las paredes, piso y techo de la pieza. Los gritos de los vecinos se confunden con el jadeo extasiado del hombre al eyacular. ¿Terminaste? Si. La mujer continúa con el movimiento erótico como si nada hubiera pasado, se acurruca y con ambas manos sobre su sexo emprende su solitaria faena. Él, con el control remoto en la mano, busca la guía de programación televisiva.
Bien bien
como se lla el autor del libro «amores perversos». he escuchado buenos comentarios del libro.