Se acercó detrás de mí, que estaba sentado en la barra, y con una palmadita en el hombro me saludo. Miré para atrás y no la reconocí. Su mano sostenía un vaso de gin justo a la altura de sus pechos… unas tetas majestuosas, ni muy grandes, ni muy chicas. Sus labios, de un rojo intenso, empezaron a moverse. Como la música estaba demasiado alta, no logré escuchar lo que me estaba diciendo. No sabía si me estaba preguntando la hora, pidiendo el asiento o invitándome a bailar. Su cuerpo era hermoso y voluptuoso. La desnudé mentalmente y con eso pensé quedar satisfecho.
Había entrado a ese bar para tomar algo tranquilo antes de volver a casa a dormir después de un día mas en el trabajo. No tenía planes de terminar con una mujer, ni siquiera me había cambiado los calzones esa mañana. Creo que tampoco me había duchado. Fui a pensar y a tomar una ginebra… ya llevaba tres y no tenia planes de irme. En mi cabeza estaba componiendo un blues a fuerza de tarareos y la letra no llegaba de ninguna manera. Igual no importaba, no sabía tocar la guitarra tan bien para tocar lo que estaba tarareando. Y hasta cruzarme con alguien que pueda pasar el tarareo a notas ya me habría olvidado del tarareo. Lo hacia por simple diversión… para despejar la mente.
Acercó sus labios a mi oído, sentí el calor de su aliento y todo mi cuerpo estremeció. ‘¿Cómo te llamás?’ preguntó sensualmente. ‘O es ninfomana o es puta’ fue lo que pensé antes de poder decir mi nombre. ‘R.’ respondí nervioso. ‘¿erre?’ preguntó molesta, como diciendome que sabía mi verdadero nombre. Se sentó a mi lado sin preguntare si estaba ocupado, igual de todas maneras era obvio que estaba solo.
Me preguntó cuales eran mis sueños. Le respondí alguna mentira, no tenía sueños. Dije algo de viajar, conocer el mundo y diferentes culturas y no se que otras ganzadas. No podía creer que una mujer de esa calaña estaba sentada a mi lado, mostrando interés por mí. Era una de esas mujeres que uno espera ver casada con un futbolista, una modelo o vedette… y estaba hablando con migo. Todos los hombres que pasaban le dedicaban miradas lascivas y mi pija se ponía cada vez mas dura.
‘Che, ¿qué es lo que querés con migo?’ pregunté ya desesperado, llevábamos casi una hora hablando… ‘¿Querés poner a tu marido celoso o algo así?’ la miré a los ojos que eran verdes con unos tintes de rojo, hermosos, profundos, amistosos….
‘No te voy a mentir’ respondió sin sorprenderle mi pregunta mientras acomodaba su pelo, soltándolo de un rodete. Su pelo era infinito, voluminoso, castaño y brillante. ‘No tengo marido, ni novio, ni nada por el estilo y no me interesa tener. Me gustas y quiero que cojamos.’ quedé congelado, era la primera vez que una mujer me hablaba con tanta franqueza. Supuse, di por sentado, que era una puta. ‘Y no soy ninguna puta’ parecía que me estaba leyendo la mente, ‘digo, no cobro si eso es lo que te preocupa. Medio trola soy’. Mi cabeza daba vueltas sobre su eje de la excitación. Ni en mis mas salvajes sueños hubiese imaginado que iba a terminar con tremenda mujer, que una mujer de esa calaña quisiese pasar conmigo la noche.
Fuimos caminando hasta su departamento, un departamento lujoso a tres cuadras del bar. En el transcurso del camino no hablamos de nada. No tuvimos ningún contacto mas que esa palmadita en el hombro y su aliento en mi oreja. Pero por lo que decía íbamos a tener mucho contacto. Mi cabeza maquinaba un millón de escenarios, uno de ellos era que me iba a despertar en un bañera llena de hielo y sin unos cuantos órganos. ‘El que no arriesga no gana’ me repetía en mi mente. La luna estaba en lo alto, llena y brillante. Iluminaba su rostro con una luz pálida y plácida.
Cuando entramos a su departamento fuimos directo a su habitación. A medida que iba caminando de su cuerpo se iba deslizando el vestido rojo que tenía hasta quedar pura como Eva en el paraíso con tacos negros. Se recostó en su cama y lanzó sus tacos. La habitación estaba a oscuras, salvo por el haz de luz de luna que entraba desde la ventana e iluminaba todo su cuerpo y la luz roja de neón de alguna publicidad del edificio de enfrente. La luna parecía seguirla, la luna la adoraba.
Me desnude rápido y nervioso. No tenía forro, pero no me importo. ‘Una mina así seguro se cuida. Que ella se ocupé’ pensé. Y de nuevo, como leyendo mi mente habló. ‘No te preocupes por los forros’ dijo. Me acosté en la cama, y empecé a besar todo su cuerpo, las tetas, los pezones… su concha mojada de tanta excitación… gemía como una bestia. Pronto ella agarró el control. Beso todo mi cuerpo, lamió las partes mas erógenas. Poco a poco fui enamorándome de ella. ‘Entregame tu alma… y cogeme’ me susurró entre gemidos mientras intercambiábamos caricias, besos, salivas y lenguas. ‘Sí’ le respondí.
La penetré y gritó como una virgen al recibir una pija de treinta centímetros. Pidió mas y le di más mientras acariciaba su cuerpo con mi rostro perdido en sus pechos. Entonces me di cuenta que algo no estaba bien. Su piel era cada vez mas aspera, mas seca. Justo donde terminaba su espalda me di cuenta que tenía como una cola, era una cola muy cortita, de unos tres centímetros o cuatro y terminaba puntiaguda como la cola de un dragón, pero en miniatura.
Aterrado levanté la vista, sus ojos eran de un rojo intenso y de su cráneo asomaban unos pequeños cuernos. Me desesperé, pero en mi menté se lo atribuí a alguna droga o a demasiado alcohol. Y cuando quise desprenderme de ella me resulto imposible. Su cola creció con una velocidad increíble y me envolvió, sus cuernos se hicieron mas largos y el rojo de sus ojos mas intenso. Toda su piel se torno roja y mas aspera aun, como la de un reptil. No podía separarme de ella y tampoco quería.
‘Soy Lamia’ me dijo ‘Cogeme mientras me quedo con tu alma’, quería parar pero no podía. Sabía que mi alma supuestamente valía para algo. Pero era el mejor polvo de mi vida. Seguí besando su piel de reptil y pronto sus cuernos desaparecieron, junto con su cola. Después su piel perdió el color y la aspereza que habían tomado y volvió a ser esa pálida y suave tentación. Seguí haciéndole el dulce amor desesperado, sabiendo que la noche acabaría. Lo ofrecí mi alma mil veces y mil veces la acepto mientras extasiada me devolvía las caricias y los besos.
Llegó el sol y ella ya no estaba. Me vestí y salí del departamento, evidentemente sin alma, y con mi corazón que ya no me pertenecía. En la puerta me fije la altura de la calle, para volver esa misma noche y ofrecerle mi alma mil veces mas, y me fui para mi casa. Tenía que ir a trabajar, pero llamé y avisé que estaba enfermo y me quedé esperando la noche.
Volvía a la dirección que había anotado, pero no existía. La entrada no estaba, podía ver el anunció del hotel internacional alumbrando sus luces de neón rojas. Pero frente al hotel, donde esa misma mañana había un edificio, había un estacionamiento. Le pregunté al encargado del estacionamiento si la dirección que tenía coincidía y el número coincidía. Me desesperé, volví al bar donde había estado la noche anterior. ‘¿Sabés si estuvo por acá la mina con la qué estaba hablando ayer?’ le pregunté al barman que nos había visto hablar juntos. ‘No’ respondió ‘anoche fue la primera vez que la vi, hoy no apareció. ¡Tremenda perra! ¡Eh! ¿Te la curtiste anoche?’
No le respondí, salí por la puerta aterrado con mi corazón hecho mil pedazos. Se había llevado mi alma, pero se había olvidado de mi corazón, me lo había dejado para que pueda sufrir. Lo único que quería era verla, sin importar que fuese en el infierno.
Es por eso que viole y maté a esa nena, Señor Juez, es que quería asegurarme de ir al infierno. Esperaba que el padre de la nena me mate, pero obviamente hay gente que todavía cree en el proceso de la ley. Tendré que esperar en esa celda hasta que llegue mi día o quizás pueda usted ser tan bondadoso y proporcionarme la pena de muerte. Intenté quitarme la vida, pero lamentablemente no tengo el estomago para eso. Esa fue la noche que conocí al diablo.