No sé de cuánto tiempo para acá, pero me he dado cuenta de que ciertamente mi percepción acerca del arte se ha profundizado mucho mas. El único momento definitorio en esa revolución que puedo recordar es un día que me tomé el tiempo de entrar al Museo Contemporáneo de Caracas con un panita hace como unos 5 meses. Teníamos planes de ir a un toque de Los Paranoias en Discovery, nos fuimos trempanito de Valencia para llegar a dar vueltas, conocer un poco y pasear por Bellas Artes, pendientes de unas fotos, un 420, y achantarla un rato. Justamente en la plaza que caímos es en la que está al frente del museo, encima de la avenida, nos quedamos un ratico haciendo unas fotos y luego nos decidimos a entrar, bien carepapas por la vida, sin ni si quiera unos lentes para meter el paro.
Lo que me encontré en ese museo fue puro oro, era increíble como un lienzo de 120×80 me podía hablar TANTO sobre la percepción de su autor. Cada detalle en estas obras se hace completamente relevante, es impresionante ver tal manifestación del inconsciente en algunos casos, miedos sexuales, obsesiones, placeres, etc. Aquello era todo un orgasmo sensorial, era como estar conectado a la obra mediante algún sistema de puertos y este estuviera descargando, a una velocidad increíblemente rápida, millones de bits por segundo de información.
Allí es cuando empecé a entender la pintura, me di cuenta que para pintar, mas allá de lo técnico, para que ocurra toda esa experiencia sensorial, para querer expresar ideales y sentimientos, mas allá del mero talento, habría que tener un discurso. Y es que es lógico, no es pintar por pintar, es pintar por tener algo qué pintar.
Pienso que lo mismo ocurre con la fotografía callejera al menos. ¿Por qué nombro solo la callejera? Por el simple hecho que últimamente me he estado desenvolviendo en ese ambiente, con esos ojos, jugando el papel de observador social. Entiendo toda esta idea desde ese punto, mas no quiere decir que sea el único. Solo aclaro.
De golpe y a primera instancia, muchos creen (Yo también lo hice) Que la fotografía callejera, al igual que la mayoría de las otras clases de fotografía, se basa solo en captar la belleza estética de un momento específico, sin embargo esto es completamente falso, suena obvio, pero de igual forma lo veo muy poco en práctica. Desde un punto de vista antropológico, desde el punto de vista que lo vería un observador social, la fotografía callejera sirve para registrar fenómenos sociales, pero es el artista el que le da el sentido a la reunión y exposición de dichos fenómenos. Es el artista el que juega con su significado, maniobrando tales fenómenos a la necesidad de su expresión, sirviéndose a la par de la ciencia. Por eso alabo el trabajo de hombres como Dalí o Cruz Diez. Dalí si bien no era un científico, siempre estaba al tanto de nuevos descubrimientos sobre diferentes campos de la ciencia, desde la física al psicoanálisis, y se servía de estos avances como herramienta para sus obras. Cruz Diez en cambio dice: “La pintura era una tragedia, un drama. Los colores negros, oscuros, feos para mi manera de ver. Reflexioné que si yo disfruto pintando y la pintura es sufrir, yo no soy artista, yo me equivoqué…” (Cruz Diez, La Vida en color) Y “Estoy convencido de que, cuanto más profundice en el conocimiento del color, más podré hacer evidente y simple mi discurso, tal como lo haría un científico. Por eso, ciencia y arte van siempre en paralelo. Tienen como denominador común la desconfianza en los conceptos establecidos, el deseo de modificar situaciones e ir siempre más allá del conocimiento” (Cruz Diez, Color en Mutación).
Esto nos demuestra profundidad en el arte, ya sea desde un punto científico o filosófico (Sin dramas de que la filosofía es la madre de las ciencias, por favor). Por mi parte veo muy existencialista este asunto. Al buscar profundidad en el arte, dejando en claro el arte como expresión del ser, se está buscando profundidad en la consciencia del artista, es el resultado de la mera introspección.
Por todo eso es que actualmente digo que mi percepción acerca de la fotografía ha madurado radicalmente y que la importancia del discurso dentro de la fotografía, como en muchas artes, es fundamental. Después de todo recuerden que el hombre y lo estético mueren, sin embargo las ideas son inmortales.