The Beaver: La Nueva Pasión de Mel Gibson

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La mejor comedia del año hasta la fecha, sin discusión ni competencia. Gran regreso de Jodie Foster y Mel Gibson, quienes deberían dedicarse de lleno al género.“The Beaver” es una película sorprendente, deconstructiva y memorable.

Su contenido goza de innumerables capas de lectura gracias a un guión urdido como un cuarto de espejos donde se reflejan innumerables problemas y temas de completa vigencia para la realidad y el cine, como la crisis de la edad madura(encarnada en un alter ego del intérprete de “Arma Mortal”), la depresión colectiva de la época, la debacle de cierto sueño americano, la erosión de los pilares de la familia y la búsqueda de una salida o redención humanista(a través de una desmitificadora metodología de autoayuda).

Además, el libreto se proyecta con verosimilitud en la pantalla, a la luz del plantel de actores principales, amén del recital del protagonista, en un papel clave de su carrera, casi al estilo de un biopic. Lo podríamos titular “La Pasión de Mel”. De hecho, sería una revisión irónica del argumento redentor de aquella versión de las sagradas escrituras, según el enfoque de una directora modélica encargada de no dejar títere con cabeza.

La autora se vale de su muñeco para barrer el piso con todos los tópicos y argumentos del melodrama contemporáneo. Al mismo tiempo, reflexiona sobre la decadencia del séptimo arte y la necesidad de resucitarlo por medio del restablecimiento de la sensibilidad de los padres fundadores de la barraca de feria, del período primitivo.

No en balde, el castor de “The Beaver” le hace guiños al pionero de la tendencia, “The Angry Doll”, del año 1904 bajo la responsabilidad de George Meliés. De igual modo, le rinde homenaje a los clásicos de la vieja escuela,desde Edgar Bergen con su marioneta Charlie McCarthy, hasta rarezas del fantástico como “The Unholy Three” y “Dead of Night”, siempre unificadas por la idea terrorífica del “ventrílocuo acosado por su dummy”( Natán Solans dixit). Diferentes variantes del fenómeno psicoanalítico del doble y la esquizofrenia, las dos piedras miliares de “El Castor”, cuyo humor negro a la vez recuerda al hilarante personaje de “Late Night with Conan O’Brien”, llamado “Triumph, the Insult Comic Dog”, un perro conocido por burlarse de las estrellas de Hollywood y por volverle añicos las acampadas a los fanáticos de “La Guerra de las Galaxias”.

Mutatis mutandis, el devastado y descorazonado Mel Gibson descubre su salvación, tras intentar el suicido, al encontrarse un títere de castor en la basura. A partir de entonces, rompe con sus atavismos, halla una forma de expresión propia y se libera de la mano de su monigote, en una suerte de absurda terapia de superación de la adversidad.

De nuevo, el cinismo y el distanciamiento gobiernan la mecánica de la puesta en escena. El chiste jamás se agota y solo amenaza con tambalearse en un par de secuencias de mea culpa, para consentir a la audiencia. Aunque la conciencia en la manera de trabajar de los creadores, los exime de las acusaciones de costumbre por incurrir en prácticas demagógicas al servicio de los inversionistas y de las demandas cautivas del mercado del vacío existencial.

Naturalmente, por ser un producto industrial, Jodie Foster sabe dosificar el tono de sus acciones, para quedar bien con dios y con el diablo en momentos estratégicos de la dramaturgia. Por ejemplo, en la mitad del desarrollo, durante el clímax y el desenlace. Por supuesto, el happy ending restaurador no tarda en llegar, pero tampoco molesta porque se cuida de pecar de triunfalista, moralista, almibarado y esperanzador.

En el último fragmento, el reparto herido y mutilado se reencuentra con una oportunidad de catarsis, de escape y de felicidad, paradójicamente en el vagón de una montaña rusa, diseñada por la madre, verdadero elemento de equilibrio de la tragedia.

Después del descenso a los infiernos, el espectador merece despedirse con un ligero mensaje de ascenso y levantamiento de la estima, no exento de melancolía y pesadumbre por los golpes recibidos.

A pesar de todo, “The Beaver” alcanza el estatus de obra maestra por su madurez feminista, por sus tramas secundarias( la del hijo con la niña del colegio es otra pequeña lección de retorno al origen), por sus brillantes encuadres(dispuestos a encarar al público), por sus monólogos de denuncia social, por su meditación de la industria, de la meca e incluso de los dilemas empresariales y políticos del presente.

De repente, el castor es la promesa mesiánica del consumo infantil,la mediática y el narciso posmoderno. Al final, es un espejismo brutal, un efecto boomerang y acaba por hundir a su principal promotor. En un plano demoledor, los castores de juguete regresan a la basura,al olvido.

Mel Gibson pierde su poder y debe castrarse así mismo para volver a crecer. Su hijo lo perdona y ambos se reconcilian en el fondo de una clínica de rehabilitación.

Mel hace las paces con sus demonios internos, con los demás y con nosotros.

“The Beaver” es,en resumen, una estupenda crítica a nuestra alienación,a nuestra hipocresía y dependencia por elementos ajenos.

Quizás apela demasiado a fórmulas deglutidas y no supondrá un avance sustancial ante la imposición de una oferta unidimensional, concebida para aportar soluciones fáciles a problemas difíciles, en un tiempo de búsqueda de sentido y colapso institucional, donde la familia parece ser el único refugio contra el apocalipsis.

Sea como sea, me gusta la honestidad, entre conservadora y neoclásica, de la Foster. Nos permite vislumbrar un avance en su trayectoria. Una ocasión de progreso y futuro en el seno del mainstream.

Su cine es una bocanada de aire fresco en la cartelera.

“The Beaver” es la comedia más atípica de la temporada.

Fija en mi lista del 2011.

Prepárense para escupir las cotufas y sacar el pañuelo.

El perfomance y la lengua del Castor son pura y genuina manifestación de disenso y descontento.

Encima te arranca carcajadas a diestra y siniestra.

Es un exorcismo,un acto de purificación del star system.

Desnuda la corrección política del establishment.

Devela la entronización de la mentira.

Apuesta a la transparencia,la horizontalidad y la empatía intergeneracional.

Sugiera alternativas.

Mis respetos.

Recomendable al cien por ciento.

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