Bueno, por suerte yo no, que soy extranjera en Venezuela y, por lo tanto, no puedo ni siquiera abrir una cuenta bancaria en el país -en algunos bancos-. Pero todo venezolano que haya querido viajar al extranjero desde el año 2003 en adelante se ha enfrentado a CADIVI (si lo dices tres veces delante de un espejo a las doce de la noche, se aparece Manuel Barroso).
La Comisión de Adminsitración de Divisas es un órgano del Gobierno Bolivariano que se crea para controlar las divisas del país. Al parecer, el señor Presidente del Gobierno se dio cuenta de que la gente sacaba demasiada plata del país -¿sería por la inestabilidad económica? ¿tal vez por la inflación? ¿quizá es que el bolívar vale demasiado poco? Ellos dan sus razones aquí – y decidió cortar por lo sano. ¿Cómo? Controlando el dinero que la gente gasta cuando sale de viaje.
El modus operandi es bien sencillo: cuando decidas salir de viaje me tienes que decir a mi, a tu Gobierno, dónde vas a viajar y por cuánto tiempo y entonces yo autorizaré (o no) que tengas una cantidad determinada de dólares en tu tarjeta y en efectivo para gastar.
En el trámite ya se complica la cosa. Primero tienes que tener un pasaje para el destino elegido, tener tarjeta de crédito -algo muy discriminatorio por parte del Gobierno Socialista, porque no todo el mundo puede tenerla en Venezuela-, ingresar en la página de CADIVI y meter tus datos. Tras obtener chorrocientos documentos originales, otros tantos en copia, más tu cédula de identidad, más la solicitud de internet, tienes que meterlo todo en una carpeta especial de un color concreto y decidir en qué banco quieres que se haga el trámite. Luego de todo eso, CADIVI recibe tu expediente, lo analiza y decide si el dinero que tu has ganado con tu trabajo te lo da en dólares o no.
Cadivi, visto por Edoilustrado |
Como todo proceso administrativo, no se tarda un día. Así que debes planear cualquier viaje con tiempo para poder presentar tus papeles y que el órgano regulador estudie tu caso con detenimiento. Una vez hecho, te avisa por internet de tu status: tienes dólares o no tienes dólares. Mientras esperas las hasta dos semanas que dura el trámite, en tu cabeza está el runrún de qué harás si no te los dan. Yo he visto a gente saltar de alegría gritando «me aceptaron el cupo de CADIVI». Como se les hubiese tocado la lotería… Sólo que -y déjenme repetirlo una vez más-, el dinero es de ellos, no es un premio que les da el Estado.
Ganado el kino, digo, el cupo, tienes que ir hasta la sucursal que ellos te digan del banco que tu elegiste y ver si tienen tu dólares o no. Hay veces que, lastimosamente no los tienen… «Vuelva usted mañana». «Es que, mire… mi avión sale en unas horas». «Qué lástima». Y te quedas compuesto y sin real.
Ahí no acaba la cosa. CADIVI, «una medida necesaria» en pos de la eficacia y la transparencia, te pide algo más por tu patria: que traigas de vuelta de tu viaje una factura de hasta el último céntimo que has gastado. Por si acaso se te ocurre guardarte alguno de tus dólares para quién sabe qué cosas malvadas. Puede que te pidan esas facturas, o no. Pero igual tendrás que recopilar en tu travesía hasta el último recibo de la última bolsa de patatas que compraste y cuadrar ese dinero.
Desde el desconocimiento propio de una extranjera que no estaba aquí en 2003, yo me pregunto: ¿Cómo una medida hecha para una coyuntura especial lleva 8 años en vigor? ¿No es curioso que el Gobierno quiera acabar con el mercado negro de dólares y aún así siga restringiendo su circulación legal con tanto trámite administrativo? ¿Cómo puede el sistema llegar a entrometerse tanto como para decidir si puedo o no tener dólares para gastar de un dinero ganado con el sudor de mi frente, de mi trabajo, de mi esfuerzo? ¿Cómo un Gobierno que dice llamarse socialista promueve este sistema tan discriminatorio?