Días de Ira: Los “Pranes” de Allá y de Aquí

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Dedicado a Jesús Santana y Adriana Pérez Bonilla
Es bueno reencontrarse con el hijo extraviado y mutante de Spike Lee, cuyo genio “afrodescendiente” responde al nombre de Gary Gray, toda una joven “esperanza negra” del cine americano, con larga experiencia en el ámbito del video clip,la televisión y la industria indie. Suyos son los mejores trabajos de raperos como R Kelly,Babyface, ICE Cube y Cypress Hill.
Según recuerda el portal IMDB, el realizador obtiene el principal galardón del MTV Music Awards del año 1995, por una de sus obras maestras, “Waterfalls», al servicio del legendario trío femenino de hip-hop(TLC). Antecedente fundamental del género.
Por ello, nada extraña resulta la inclusión del solista y actor Jamie Foxx en el reparto de su nueva cinta, “Law Abiding Citizen”, protagonizada también por el espartano, Gerard Butler, ícono del revanchismo fascista de los tiempos republicanos, tras la caída de las dos torres. No en balde, fue héroe del asesino de Oslo en virtud de su papel para la polémica y sangrienta, “300”.
De hecho, “Días de Ira” parece encarnar los fantasmas del terrorismo posmoderno, así como el sentido vengativo de la época a la hora de impartir justicia, a consecuencia de la debacle institucional del sistema.
El film es entonces una perfecta excusa para sentar en el banquillo de los acusados a las víctimas y victimarios de la corrupción del derecho constitucional, desde los abogados envilecidos por el dios metal hasta los magistrados reunidos en la corte a efecto de repartirse sus cargos y prebendas, tal como en una revisión contemporánea del cine de la era del “New Deal” y de la década de los setenta, según los modelos conspirativos de Pakula y los estándares comerciales del efectismo pirotécnico del siglo XXI.
Por eso, el ánimo kamikaze y tira bombas del personaje principal, lejos de opacar a la puesta en escena, lo contribuye a dinamitar y deconstruir de forma harto inquietante, al punto de lucir como un pase de factura contra la gestión hipócrita de los Obama en la Casa Blanca. Incluso, hay una villana idéntica a Oprah, mientras el viejo zorro de “Ray” se contenta con hacer arreglos por debajo de la mesa para seguir manteniendo su estilo de vida, de ricos y famosos.
El subtexto de “Días de Ira” es generoso en reflexiones metalinguísticas sobre el hundimiento moral del propio Hollywood, con sus chicos dorados a la cabeza.
En el plano geopolítico, el guión se lee como un enfrentamiento entre los polos ideológicos de la realidad americana, al calor de sus respectivas hecatombes y ruinas.
Por un lado, el abogado Jamie Foxx es el clásico arquetipo del apocalíptico integrado, del desclasado emblanquecido por la pintura uniformadora del partido demócrata. De allí su parentesco con Barack.
Por el otro, Gerard Butler personifica la ancestral tradición del jinete pálido de la fábula western, dispuesto a izar las banderas de los padres fundadores, en pro de la limpieza y reivindicación de su orgullo herido. Emblema republicano del individualismo en defensa del ojo por ojo, el honor de la sangre y el desagravio por la violación de su propiedad.
En “Días de Ira”, se le vuelve a brindar legitimidad a las acciones del llanero solitario, a la luz de la masacre de su familia( guiño post once de septiembre por excelencia), a manos de un grupo de forajidos y fuera de la ley(antiguo cliché del melodrama vaquero). Por supuesto, los matices brillan por su ausencia y la paleta adquiere un tono demagógico y maniqueo en “black and white”.
Afortunadamente, el director no es un necio del promedio de la meca y sabe explotar la ambigüedad ética de su dilema, de su polémica a través del duelo, cara a cara, de sus fichas y naipes del “Casino Royale” del mercado de consumo.
Lo mejor del argumento estriba en el juego, de gato y ratón, propuesto por la mente perversa, por el Hanibal Lecter, por el “Guasón” de la partida, una vez encarcelado y recluido en prisión, cual remake de “Dark Night”.
A partir de ahí, comienza el verdadero plan del “Jocker” de la función, para desafiar la integridad y los cimientos del caballero oscuro, del vigilante de la ciudad, satisfecho y conforme con alcanzar el status de un “pequeño burgués”, a costa de su egoísmo y deshumanización.
Irónicamente, su adversario quiere propinarle una lección de humildad y profesionalismo, pero a base de chantajes, extorsiones y asesinatos selectivos. Es decir, en el fondo se recupera aquella teoría anarquista y subversiva de combatir “el terrorismo judicial del estado” con “el terrorismo ciudadano” al margen de la ley. Una tesis, por cierto, debatida y discutida con antelación por documentales y ficciones como “Carlos” y “The Weather Underground”.
Salvando las distancias, el mérito de “Días de Ira” consiste en traducir un debate de altura y de élites intelectuales, al idioma y al lenguaje de un blockbuster “serie b”, de una pieza directa a la parrilla de las cableras, de un thriller psicológico con desenlace predecible.
Naturalmente, hay una enorme concesión en el “happy ending”( de lo más autoconsciente y cínica), al resolver el caso a último minuto y conjurar la estrategia de subversión del ángel caído en desgracia.
La corrección y la censura obligarán al cierre, a traficar con el material trillado de mea culpa del “hombre confundido”, aunque redimido al desarticular la estrategia del trasgresor de la estabilidad social.
A pesar de todo, si borramos el amargo recuerdo del epílogo forzado, “Días de Ira” se deja colar como una de las sorpresas de la temporada, como el “guilty pleasure” del 2011, como una divertida tomadura de pelo, donde lograremos evocar y resucitar pesadillas del pasado y el presente.
En lo personal, la imagen del reo de lujo de “Días de Ira”, exigiendo prebendas para negociar detrás de rejas, me refrescó el teatro del absurdo de películas como “Celda 211” y “El Profeta”.
De igual modo, es ineludible la comparación con la Venezuela de hoy, a merced de los “Pranes” del Rodeo y del gobierno. Mutatis mutandis, “Law Abiding Citizen” es lo más cercano en la cartelera a un “biopic” de nuestro “Oriente”.
En paralelo, acá el cine se refugia en la historia, la pintura de caballete y los paisajes bucólicos.
Después no hablen de la eterna evasión de la oferta digitada por Paramount, Warner y Disney.

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