A veces olvido el movimiento.
Es entonces cuando siento
mi inercia al detenerme.
Observo a Desde y Hacia en caminata quiescente
y a su idilio antípoda y sublime que me enternece
porque no hallan sentido
el uno sin el otro.
Observo a Desde desde el centro;
mi madre inalcanzable en cuyos ojos
tengo mis raíces y de cuya sangre
se hizo mi carne.
Al otro extremo encuentro a Hacia
donde guste de buscarle,
donde el eco de mi habla
sea la voz que me llama.
Y es así únicamente
como he aprendido a ubicarme,
pues no se existe únicamente
en un instante.
Sino en dos.
Un paso atrás.
Otro adelante.
Un pie bajo tierra.
Otro amenzante.