Volver

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Junto con la salsa, considero el tango una de las mejores y más genuinas cosas hechas en Latinoamérica. Éste es un ejercicio que hice en ICREA en 2008 para rendirle tributo a una de las mejores canciones escrita en español. No sé cómo hicieron para encapsular en esta canción tanta nostalgia.

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Carlos Gardel
Compositor: Carlos Gardel, Alfredo Le Pera

Yo adivino el parpadeo
De las luces que a lo lejos
Van marcando mi retorno…
Son las mismas que alumbraron
Con sus palidos reflejos
Hondas horas de dolor..

Y aunque no quise el regreso,
Siempre se vuelve al primer amor..
La vieja calle donde el eco dijo
Tuya es su vida, tuyo es su querer,
Bajo el burlon mirar de las estrellas
Que con indiferencia hoy me ven volver…

Volver… con la frente marchita,
Las nieves del tiempo platearon mi sien…
Sentir… que es un soplo la vida,
Que veinte años no es nada,
Que febril la mirada, errante en las sombras,
Te busca y te nombra.
Vivir… con el alma aferrada
A un dulce recuerdo
Que lloro otra vez…

Tengo miedo del encuentro
Con el pasado que vuelve
A enfrentarse con mi vida…
Tengo miedo de las noches
Que pobladas de recuerdos
Encadenan mi soñar…

Pero el viajero que huye
Tarde o temprano detiene su andar…
Y aunque el olvido, que todo destruye,
Haya matado mi vieja ilusión,
Guardo escondida una esperanza humilde
Que es toda la fortuna de mi corazón.

Volver… con la frente marchita,
Las nieves del tiempo platearon mi sien…
Sentir… que es un soplo la vida,
Que veinte años no es nada,
Que febril la mirada, errante en las sombras,
Te busca y te nombra.
Vivir… con el alma aferrada
A un dulce recuerdo
Que lloro otra vez…

Se fue. Lo decidió cuando notó que las puestas de sol, el cielo azul perfecto, el canto de los pájaros, y la mujer que amaba y no le correspondía, se volvieron insoportables. Una sensación de hastío se apodero de él. Si la vida era algo, era definitivamente rodar como una rolling stone.

Comprar un ticket y largarse era lo más sensato. Se imaginaba países maravillosos, y lo fueron. Comió, bebió, conoció y besó todo a su paso. La vida era entonces una aventura. No sabía lo que pasaría la hora siguiente y esa sensación se convirtió en adicción. Después que agotó todas las fronteras sintió, nuevamente, hastío. Su vida se había convertido en un signo de interrogación, y la sola comparación, le repugno.

Si de verdad queremos honrar nuestra naturaleza debemos, cueste lo que cueste, desafiar el orden establecido. Si el mundo es el sitio donde un hombre no se puede bañar dos veces en el mismo río, pues debemos ser un ancla del material más pesado, matarnos hasta conseguir la estabilidad más abominable.

Por supuesto, entendió esto después. Cuánto cuesta remover estos tatuajes y volver a ser el muchacho que tenia opciones y corría kilómetros sin cansarse. Mucho. 20 años son más que nada, son recuerdos rellenos de plomo, que te golpean cuando estás desprevenido.

Tenía que volver. Volver con la frente marchita. Rescatar lo que quedaba. Echar el resto. Recorrer los caminos tan conocidos y descubrir que el amor de su vida se había casado con un idiota. Que nunca la dejó de querer, que la buscó incansablemente entre todos los bombillos rojos de Ámsterdam. Que siempre se vuelve para buscar, en esa época cuando apenas sabemos quiénes somos, respuestas.

Después de tropezar con nuevas piedras, comprobar que el espejo devuelve un reflejo incomodo, sentarse en un el mismo bar donde todos tus compatriotas han exorcizado los demonios que se repiten con gracia perpetua, sabrás, que si tu cuerpo ya envejecido no aguanta un embate menor, siempre se las arregla para cargar con esa cosa pegostosa y pesada que alguien llamó nostalgia. La nostalgia crece y crece para envidia de la jirafas. Y no hay nada que hacer sino esperar un nuevo comienzo, en un mundo lleno de nombres, personas, colores, canciones, recuerdos, caminos, muchos caminos, y las sabidas consecuencias que trae conocerlos.

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