Viaje al borde de la noche: la historia detrás del cuento

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Viaje al borde de la noche es un relato que escribí hace algún tiempo, basado en la concepción de que el infierno es la condena a la eterna repetición de los mismos hechos. La anécdota central, sin embargo, es verdadera, y constituye uno de los hechos más fuera de lo común que me hayan ocurrido: el accidente antes de llegar a la autopista, la aparición del samaritano en el Volkswagen, la ida al bar, son cosas que nos pasaron a mi esposa, mi cuñado, una muy buena amiga y a mí una noche de sábado de hace unos cuantos lustros (más de los que quisiera admitir). Efectivamente veníamos de una fiesta de despedida para un amigo que se iba al exterior a perseguir su sueño de ser bailarín (lo que por cierto logró, llegando a destacarse en su línea de trabajo). La fiesta en cuestión fue en Santa Mónica;  cuando nos devolvíamos, al tratar de incorporarnos a la autopista por la entrada que está por los lados de Crema Paraíso, la dirección dejó de trabajar (posteriormente supimos que se había roto un pasador que conectaba la barra del volante con el mecanismo que hace mover las ruedas). La maniobra para mover el carro (realmente era un Fiat Mirafiori, no un Charger) fue tal cual la narro en el cuento. El hombre que nos rescató (más buena gente que el carrizo, debo aclarar) como que tenía ganas de parrandear, y nos llevó a un tugurio de mala muerte denominado «Mariela», lugar que dejó bastante escandalizadas a nuestras acompañantes, dado su aspecto sórdido; de alguna manera entre mi cuñado y yo lo convencimos de que nos llevara a la casa a dejar a las muchachas, a lo que accedió… pero después lo tuvimos que acompañar a otro bar, esta vez por los lados de Petare. Para hacer el cuento corto, la cosa culminó al amanecer, en casa del individuo, tomando ron a pico de botella y escuchando repetidas veces «El negro y el catire» (la infortunada historia de Páez y Pedro Camejo, mejor conocido como «el Negro Primero») interpretada por Gualberto Ibarreto, aparentemente la canción predilecta de Juan Antonio (como lo bauticé). Nunca más coincidimos, por lo menos hasta el sol de hoy. A pesar de todo lo inusual de la situación, le guardo una gran gratitud por habernos sacado con bien de un trance que pudo ponerse difícil.

1 Comentario

  1. Por un error mío, el enlace marcado «viaje al borde de la noche» no llevaba al cuento en cuestión, por lo que ofrezco disculpas a las personas que hayan presionado sobre dicho enlace. Ya está arreglado.

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