-Estoy cansada. Es la cuarta vez que los malandros de allá abajo me roban las bolsas de comida.
-Tranquila, mija. No te vayas a amotinar, que ya sabes lo que le pasó a tu papá cuando les fue a reclamar por la moto que le robaron.
-Si, lo dejaron tullido de por vida. Por cierto, este sábado es su cumpleaños, ¿no?
-Si, mija. 48 años. Pero no tiene ánimos de nada.
-Yo se como alegrarlo, ya vas a ver.
La muchacha se dirigió al cuarto en donde yacía su padre, postrado en una cama debido al balazo que le pegaran en la espalda los malandros de allá abajo. Con cariño se le acercó, le dio un beso en la frente y le dijo:
-Papá, te quiero dar un regalo especial por tu cumpleaños.
-Que cumpleaños del carajo, tu sabes que no quiero nada…
-No seas tan gruñón, déjame alegrarte un poco la vida. Cuéntame, ¿cual es tu bebida favorita? Me dieron un bono en el trabajo, así que dime cual te comprarías si pudieras elegir cualquiera.
-No, chica. Esos reales deberías usarlos para algo más útil.
-Tu me conoces, y sabes que no voy a rendirme. Dime, chico, o te compro yo lo que se me ocurra…
La discusión duró unos minutos más, hasta que el hombre, por cansancio, le dijo:
-Tá bien, tu ganas. Una vez un señor al que le manejaba hace años me dio un diciembre una botella de whisky que le habían regalado en su oficina, el más divino que yo haya probado en mi vida: Etiqueta Verde, se llamaba.
-Etiqueta verde vas a tener entonces, el sábado, y vamos a brindar todos.
El sábado siguiente, la muchacha, después de haber hecho algunas diligencias en los comercios de la zona, se dirigía hacia las escaleras que conducían a su humilde vivienda. 320 escalones la separaban de su casa, 320 escalones que representaban toda suerte de peligros. Fue tarde cuando se percató de la presencia de los malandros, la misma cuerdita que le había desgraciado la vida a su famila.
-Déjenme tranquila, ¿no les basta con haber dejado inválido a mi papá?
-No seas pendeja, mira que ya te estás poniendo buenas tardes…-le dijo uno de los individuos, tratándola de agarrar.
-Déjame tranquila, ya sabes que tengo un novio que es policía.
-Llámalo, si es tan macho- pero se apartó de la muchacha.-¡Que bueno, nos hiciste mercado otra vez!
-Por favor, no me vayan a quitar la comida… ¡por lo menos déjenme la botella, es para mi papá!
Por toda respuesta, la despojaron de la bolsa y la dejaron tirada en el piso, corriendo entre risas. La muchacha se levantó y lentamente subió los 320 escalones. Cuando llegó, en la sala estaba el padre en su silla de ruedas. Al verla llegar, con la respiración jadeante y las manos vacías, le extrañó la mirada de satisfacción que brillaba en sus ojos.
-¿Te volvieron a robar?
-Si…
-Grandes carajos…¿Y mi regalo también?
-Tu regalo… lo vas a recibir mañana- respondió enigmáticamente, con una sonrisa desafiante.
La mañana siguiente el barrio amaneció conmocionado; la noticia corrió como pólvora por las escalinatas, y llegó también a la casa del escalón 320: cinco malandros habían aparecido tirados en un callejón, sin signos vitales. Aparentemente estaban envenenados. En medio de los cinco ya rígidos cadáveres, dispuestos en macabro semicírculo, yacía un objeto. Una botella, vacía: Etiqueta Verde.