La Bola de Cristal brilla en sus primeros cinco minutos,donde funciona a la perfección el sistema improvisado del director,productor y actor.
Develado el secreto de la fuente de poder audiovisual del hijo de Albertina, la no trama y el esquema caótico de realización comienzan a sufrir pequeños baches antes,durante y después del desarrollo del absurdo guión,cuya principal virtud será nunca tomarse demasiado en serio,aunque al final el aire de “autonconciencia chaborra” le juegue en contra a la duración de la cinta.
En capítulos de medio hora, las “Conde Aventuras” jamás perdían fuelle y sabían conservar la tensión hasta el desenlace,como en una suerte de irónicos programas de comedia populista y enlatada,a la manera de “Batman”,salvando las distancias.
Ahora con la traslación a la gran pantalla, dos factores del show de televisión no logran y consiguen una óptima adaptación al formato del largometraje: la estructura del libreto y la apuesta formal,ambas recaídas sobre los hombros del mismo protagonista e inversionista.
De tal modo,al querer controlar todos los aspectos de la puesta en escena bajo su puño y letra, el resultado del trabajo del autor acaba por ser desigual e irregular,cuando pudo aspirar a una cierta uniformidad dentro de su modelo de comedia chabacana,paródica y demagógica.
Verbigracia,el termómetro de la risa alcanza temperaturas dispares al calor de los diferentes actos. Al principio las condiciones climáticas son óptimas para el despertar de la carcajada de grandes y chicos, ante la insólita aparición del ídolo de una generación de venezolanos.
Después, la repetición de chistes,frases con doble sentido y rutinas del personaje, hacen descender el grado de emoción y jolgorio colectivo, bajo las desafortunadas intervenciones del reparto secundario.
En específico, tengo problemas con la insustancial compañía de Honorito, la predecible participación caricaturesca del villano y la estereotipada contribución de Juliet De Lima,fruto de la tradicional subestimación machista del antihéroe hacia el género femenino,al reducirlo a la casilla de mera comparsa, princesa a conquistar, obscuro objeto de deseo o simple distracción ocular de su mirada fetichista.
Las chicas deambulan y desfilan por el set, para exhibir sus dotes físicos,mientras hablan tonterías y complacen los designios del dueño de la batuta.
Apenas Erika De La Vega le propina identidad a su rol de estrella, invitada por un par de minutos. Lo de Luis Chaiting es publicidad descarada de su monólogo. A Moncho lo suben y tumban de un avión animado en cuestión de segundos.
Si acaso, el único capaz de competir con el carisma del caudillo del humor oriental, sea Don Chile Veloz, encargado de personificar a una especie de “Gran Dictador”, de General envilecido, de proyección de las fobias nacionales por los emblemas de la cúpula militar.
Con un cuerpo de López Contreras y una actitud tiránica de Pérez Jímenez, el arquetipo de las fuerzas armadas supone el ajuste de cuentas de Benjamin Rausseo de cara a sus fantasmas del gobierno y la mesa de la unidad. No es una conjetura propia,sino un mensaje desprendido por el contenido de la pieza.
En efecto, “Er Conde Jones” encarna,para bien y para mal,el ideario político del candidato del movimiento electoral,”Vota Piedra”. Según su óptica decididamente elemental y binaria, él es la salvación del país al conjurar a los demonios y forajidos de la república, incorporados por compatriotas vendidos y traicioneros,por Judás de la comarca, por “Malinches” al servicio de las garras de los extranjeros de origen argentino y árabe.
En tal sentido, hay una curiosa relación entre el subtexto etnocéntrico de la saga “Jones” y el patrón kitsch de colonialismo tropical alentado por la versión del Conde de “El Templo de la Perdición” y “Cazadores del Arca Perdida”. La enorme diferencia estriba en la cantidad de recursos y matices empleados por cada espectro. Imposible la comparación con Spielberg. Tampoco con Torrente.
Con mucho, el presupuesto de “Er Conde Jones” llega para pagar una involuntaria operación guerrilla de robo de tomas turísticas en Nueva York, París, Jordania y Egipto, a objeto de variar el decorado postalero de la fotografía. Un lujo innecesario, por demás, si consideramos las potencialidades de la técnica de la pantalla verde.
En cualquier caso, los viajes “Lumiere” del imitador de Chaplin,parecen justificarse en el registro de no ficción de las calles de la capital de Francia, alrededor de las locuras silentes armadas en vivo por el equivalente de Musipan del reportero “Borat”.
Allí la veta documental del largometraje encuentra una brújula acertada. Lástimosamente, el rodaje plano y frontal impide la superación del paradigma impuesto por Sacha Baron Cohen. Aparte, el americano se olvida de las concesiones y golpea bruscamente a la platea.
Por el contrario, el Conde se conforma y contenta con divertir a la familia, en la reafirmación de los valores tradicionales digitados y articulados por la Ley Resorte. Extrañamos la falta de censura en la exposición satírica del trámite. Por ende, el cierre de la función peca de obvio,reaccionario y previsible. Incluso, huele a remake tardío de “Austin Powers” a la búsqueda de su “Mojo Perdido”.
En su favor rescato el emprendimiento independiente de la iniciativa al margen de las roscas dulces. Grosso modo, disfrute del decorado de cartón piedra,de los efectos especiales chirriantes y la escenografía emparentada con el filón amateur del porno, el gore y la explotación de Asia, India y Nigeria.
En paralelo, me preocupa el aprovechamiento de la movida para alimentar el culto a la personalidad de un empresario local con pretensiones de Berlusconi.
¿Reflejo invertido de su Némesis,Hugo Chávez?
Por lo pronto, el saldo es positivo en términos de recaudación.
Veremos si el futuro es color de rosa frente a la emergencia de lenguajes análogos por la red social.
El carácter episódico y fragmentario de la faena, bebe del zapping pero también del discurso desenfadado de youtube.
Guste o no, “Er Conde Jones” proporciona un espectáculo de masas digno de su tiempo.
La engreída y cerrada industria nacional debería verse en su espejo. No por nada, consiguió el éxito con el menor esfuerzo económico,a diferencia de nuestros autores derrochadores,condenados a quebrar y fracasar en el contacto con el público. Ahí el Conde brinda clínicas y lecciones de gerencia, de administración de plata.
Para las de moral y ética, nos quedará el foro.
Lo mejor:el gag con la bicicleta(Bárbara Barrios dixit),el de las caraotas chimbas y el del río con la tripa «expropiada».La burla con las palabras del PSUV es de escupir las cotufas.
Me agradó la autoreferencia a la propia construcción de la película,verbalizada en los diálogos.
Lo peor:el happy ending de telenovela(a la espera oportunista de su secuela).
PD:por último,la película guarda correspondencia histórica con la obra de Toco Gómez y Jóselo en el cine.Recuerden «El Reconcomio» de Alfredo Lugo.