[Para Marlene, una lectora que en su condición de estudiante universitaria de la licenciatura en historia me ha solicitado ayer que la ayude a comprender el tema “ideología” con una explicación personal clara y sencilla, sin recurrir a citas de autoridad ni a clichés (ni a marcados de cancha tradicionales, agrego yo). Lo cual he realizado a vuelo de pájaro, prescindiendo de los materiales disponibles en mi biblioteca y en Internet. Espero que le sirva.
Puesto que deliberadamente no he querido poner ejemplos de cada cosa que digo, te pido que seas vos, Marlene, quien piense los ejemplos posibles para apropiarte personalmente de esta explicación.
Por último, hago pública esta nota por si puede serle útil a otras personas.]
PARA QUÉ SIRVE LA IDEOLOGÍA
POR CARLOS SCHULMAISTER
Todo sistema social constituye una espacialización del poder. El poder es ínsito al espacio social, es decir, a esa totalidad de naturaleza y cultura que se desarrolla en el tiempo dela historia. Puesbien, a esa totalidad sirve el poder y le sirve como ordenador.
Por un lado, todo ordenamiento es fruto o efecto del sistema de creencias precedente, y por otro lado es un sostenedor del mismo, un factor causal.
El ordenamiento social se desarrolla mediante dispositivos ideológicos, por un lado, y por otro mediante relaciones concretas entre los componentes del sistema, es decir, en el universo de individuos, grupos, clases, estratos sociales e instituciones que lo integran; pero también sobre y entre ellos.
Estas relaciones se despliegan entre los extremos de dominación y subordinación. En consecuencia, dado que el poder implica fuerza disponible, ejecutable y aplicable por parte de quienes lo controlan sobre los que lo aceptan, lo acatan, lo padecen o lo resisten, las relaciones de poder -que son siempre polares- tienen por ello mismo dos puntos de vista ineludibles por donde se pueden observar, correspondientes a los puntos extremos de las mismas, y obviamente, otros más correspondientes a los enfoques intermedios entre los de los extremos.
Pero no se trata sólo de la intervención de miradas diferentes sino de fuerzas contradictorias realmente operantes en las correspondientes relaciones, por lo tanto, los extremos de esa relación forman parte de una misma relación como las dos caras tradicionales de la luna forman parte de una única luna.
Quiero decir que la realidad es una con diversos puntos posibles de enfoque que van desde la aceptación hasta el rechazo conscientes y/o inconscientes entre los respectivos opuestos. Téngase en cuenta que toda posición entraña su correspondiente opuesto, así como cualquier punto de la Tierra tiene sus antípodas, de modo que la aceptación de un orden o de una premisa ideológicos concretos conlleva implícitamente la existencia y el rechazo de su correspondiente opuesto, tanto a nivel teórico como en un plano práctico, tal como sucede con la experiencia de los valores.
De hecho, todas las relaciones de poder tienen lugar con la participación más o menos consciente o inconsciente de los sujetos o agentes sociales.
A la base de todos y cada uno de los posicionamientos individuales concretos se hallan diversos principios y actitudes que actúan como fundamentos y justificaciones que, a su vez, explican en cada momento histórico el estado de una totalidad social, y por lo tanto de cada una de los campos de la actividad humana: ideológico, religioso, filosófico, político, económico, social, psicológico, espiritual, etc.
La posición individual, la de grupos, de clases sociales, de etnias, de confesiones religiosas y la de las instituciones es relativamente dinámica en si misma y entre ellos.
Por otra parte, no se expresa solamente en premisas o desarrollos teóricos, es decir, en el plano intelectual, puesto que se es sujeto de adhesión o impugnación (y de todas las variantes intermedias) como una unidad personal. Ello implica la intervención de la totalidad de lo humano, es decir, del plano intelectual, del sentimental, del emocional y del espiritual, configurando un magma de principios, actitudes y sensibilidad que constituye la materia de eso que se llama ideología.
He aquí, entonces, que la ideología explica, justifica y legitima la realidad, haciendo que los sujetos antes mencionados la piensen, la sientan o la experimenten (a menudo, todo eso junto y entremezcladamente) como adecuada, conveniente o verdadera, o que eventualmente se sitúen en sus respectivos opuestos.
Toda posición ideológica en el plano teórico y todo posicionamiento ideológico en el plano práctico desarrollan necesariamente su correspondiente formulación discursiva que la hace inteligible.
Pero la ideología principal o dominante en un sistema no es única, hermética y uniforme, sino que presenta modalidades que expresan dinámicamente los enfoques e intereses correspondientes a las posiciones y jerarquías sociales particulares en las situaciones cambiantes que atraviesan cada uno de los factores o agentes intervinientes.
Por lo tanto, la diversidad real de posiciones e intereses sociales ha de tener su correspondiente reflejo en múltiples discursos que aquella ha de engendrar. En consecuencia, los discursos ideológicos presentarán concursos y oposiciones, consensos y disensos múltiples y diversos. Algunos serán particulares, pero otros muchos serán compartidos por todos en líneas generales.
Ideología y discurso actúan, pues, como factores cohesivos al interior de los grupos y sociedades, a tenor de las respectivas coincidencias, preferencias u opciones históricas de sus integrantes. Los iguales harán causa común y marcarán la frontera con los otros, es decir, con los diferentes, pero puede que -como ya adelanté en el párrafo anterior- no todos sean conscientes de ello, es decir, que entre ellos compartan elementos ideológicos precisos y explícitos de los cuales tienen conciencia, y que simultáneamente posean elementos ideológicos informes, ambiguos e implícitos que actúan como supuestos subyacentes de sus conductas.
De modo que las ideologías, que están relacionadas, ensambladas y entremezcladas, actúan como elementos cohesivos a nivel de conciencia y de conducta de los individuos y de los múltiples y eventuales agentes colectivos con los que se relacionan.
Asimismo, actúan como signos y significantes a través de los cuales se canalizan las múltiples interacciones sociales en ambos niveles, de modo que a la larga ellas operan como moldes, o sea como patrones de pensamiento y de conducta normalizados y oficializados.
La ideología también disciplina, es decir, no sólo muestra los moldes preferenciales de conciencia y conducta en un espacio social y un tiempo concretos sino que exige explícita e implícitamente su cumplimiento, y del mismo modo corrige, reprueba y castiga lo que considera anormal o heterodoxo respecto del deber ser marcado ideológicamente.
Además, al moldear comportamientos también los modeliza en perspectiva, es decir, provoca consensos y disensos implícitos, que persuaden y disuaden a los sujetos de actuar “siempre” en un sentido u otro, es decir, comprometiendo el tiempo futuro.
Ahora bien, las ideologías no constituyen lo otro de la conciencia de cada sujeto, sino que son ellas mismas. Por lo tanto, no actúan unidireccionalmente, sino en ambos sentidos: de aquellas hacia los sujetos, y de éstos hacia aquellas.
De ninguna manera las ideologías existen sin sus portadores, que son seres humanos, es decir, entes concretos y materiales, no ideales. Por lo tanto, éstos, a su vez, connotan toda proposición ideológica según sus particulares e históricas formas de apropiación intelectual, así como también con insumos del plano sentimental y emocional filtrados por su respectiva subjetividad.
De ahí que la ideología suelde las diversas partes de la estructura social con una fuerza tremenda, dada la participación de esos tres planos que a menudo están tan estrechamente correlacionados como sucede en los fenómenos religiosos. Es decir, la convicción en cosas no religiosas puede llegar a un grado tan grande como el equivalente a la fuerza de la fe en los asuntos religiosos. De ahí que con frecuencia se hayan mencionado la fe laica y la fe religiosa como fenómenos relativamente análogos.
Cuando la ideología es apropiada por las personas con intervención de sus planos intelectuales, sentimentales y emocionales adquieren tal poder, si se me permite la expresión, que a menudo las personas pierden de vista que se trata de ideas generadas por los hombres, pudiendo llegar a creer que tienen vida y razón de ser independientes de ellos, es decir, que poseen una lógica que a algunos les puede resultar incuestionable, o innegable, o que no puede desconocerse, o por lo menos no en su totalidad.
En esos casos es cuando la ideología ha logrado cumplir exitosamente todas las funciones que constituyen su razón de ser.
Ahora bien, si hemos mencionado un espectro de 180º en el que se expresan en la realidad los extremos o contradicciones de los intereses humanos, y hemos admitido la pluralidad de las ideologías, y la existencia en ellas de elementos comunes tanto como exclusivos, cabe reconocer la correspondiente existencia de discursos múltiples que en la realidad expresan la diversidad de matices de los múltiples desarrollos ideológicos de los integrantes de todo sistema social.
Así, a menudo se suele hablar de contradiscursos, como formulaciones ideológicas contrapuestas. Pues bien, esa contraposición se da en el plano de la existencia real y en acto de discursos históricos contrapuestos. Pero en el plano de lo potencial, cada discurso engendra virtualmente su opuesto.
A éste se lo llama contradiscurso, por oposición al dominante, que siempre es el previamente existente. Pero entiéndase que no está fuera del mismo y único sistema totalizador de poder, sino que es su contracara a determinado nivel.
Además, cada individuo es parte del sistema global, es decir, asume, acepta y acata el orden global, es decir, lo convalida, aun con cuestionamientos, y simultáneamente se siente representado y contenido por más de un discurso que refleja matices correspondientes a los intereses y posiciones diversos y concretos que ocupa en el sistema global.
De ahí que pueda llegar a sostener principios y premisas correspondientes a más de un discurso ideológico, pero en tal caso, no se trata de dos conciencias sino siempre de una sola batallando. Lo cual constituye lo habitual en todos los seres humanos. Aunque, atendiendo a casos excepcionales en la historia deberíamos decir que representa el estado habitual de casi todos los seres humanos.
En consecuencia, todos y cada uno de los humanos tenemos contradicciones de conciencia, del mismo modo que tenemos contradicciones identitarias.
Dicho de otro modo, puesto que nos constituimos como un nosotros frente a los otros, somos parte de ambos simultáneamente. Por eso necesitamos y recurrimos al otro u otros que segregamos de nosotros, transformándolos en malos y diferentes a nosotros, para justificar nuestra incapacidad para resolver mis/nuestros problemas, en suma la contradicción esencial de la condición humana, por otros medios que no sean el silencio, el monólogo y la violencia.
Con lo cual, y para terminar, hemos de reconocer aquí que el poder no es algo externo al sujeto individual, sino que existe en nosotros potencialmente, se halla disponible en proporciones diferentes respecto de todos y cada uno de los individuos y agentes sociales.
Siendo así todos poseemos porciones y grados de un poder virtual que a menudo desconocemos. Pero que aprendemos a reconocer viviendo, es decir viendo vivir a los demás, que es lo mismo que convivir con los demás, uno en todos, y todos en uno.
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