Breves (Caracas: Monte Ávila Editores, 2010), de Daniela Jaimes-Borges, se constituye de dos obras de teatro que, como índica el título, apuestan a la brevedad. Ambas están escritas en un registro distinto, incluso contrapuesto; mientras “Sala de espera” le apuesta a la comedia, “La muñeca sin boca” es decididamente dramática.
La primera de las obras toma lugar en la sala de espera de una comisaría. Cuatro personajes, tres hombres y una mujer, se encuentran esperando su turno de ser interrogados, todos están ligados de un modo u otro a la muerte de un baterista ocurrida recientemente. A medida que la obra avanza cada personaje va develando un nuevo lado de sí mismo, cual matrioska rusa; es una obra construida por capas que se van develando a medida que la observamos, o en el caso del libro, leemos.
Aunque se trata de una obra de suspenso —puesto que toda la pieza busca develarnos quién es el culpable de la muerte del baterista—, el tono satírico empleado por la autora eleva el texto muy por encima de lo que podría ser un simple ejercicio de género.
Por ejemplo, en los tragicómicos diálogos que sostienen los personajes, se dejan entrever ciertas tipologías fácilmente reconocibles. Así, el Acusado 1 es el típico fracasado que decide un día dejar de serlo: “Mi única culpa fue negarme a tener una vida de mierda. Ella sabía, de sobra, que los estudios no me iban a complacer, que seguía aburrido. Y nada que dejaba de meterse en mi vida. Tratando de decidirla… pero eso es otra historia. Lo importante es que aquí estoy, haciendo lo que sí me gusta…” (8).
Mientras, Inocente, trabaja como corrector en una editorial, pero en realidad es un escritor frustrado: “¡Soy también escritor! Lo que pasa es que nadie me quiere publicar. Y por eso necesito ser el único en esto, por lo menos en esa editorial. Es mi manera de estar cerca de lo que más me gusta, a pesar de que me tengan marginado por no escribir libros con títulos populares.” (26)
Este personaje sirve para satirizar, de manera sutil, ciertos comportamientos del mundo editorial: “No, señora, yo no corrijo autoayuda ni que me paguen miles… Eso es pecado para la profesión. Es pura basura. La gente que quiera resolver sus problemas, que vaya a pedir ayuda face to face no es los anales de unas páginas muertas. Este libro que le comenté, lo corregí porque no quedaba de otra, y órdenes son órdenes, pero hasta ahí.” (29)
Todos los personajes cargan una derrota y una frustración lo que los convierte en sospechosos del crimen. Ya al culminar, cuando se revela el final de la trama, toca al lector releer la obra para reinterpretar las claves que inteligentemente se nos habían dejado sembradas a lo largo del texto.
“La muñeca sin boca” tiene a sólo dos personajes, Ella e Hija, quienes en una casa abandonada, y viéndose siempre a través de un espejo, sostienen un amargo intercambio. Se trata de la más logradas de las dos obras del libro, tal vez porque en ella se respira un cierto aire autobiográfico, un dolor que parece ser muy real.
Una vez que los personajes sostienen una tensa conversación alrededor de un grupo de muñecas, surgen entre ella viejos rencores que insinúan algo más profundo que lo que las palabras dicen: “Ella (tomándolas): Y son las que menos me gustan… eso de robarles la boca fue muy ingenioso. ¡Me gusta! Antes me pareció una cosa muy rara, pero ahora me parece hasta artístico… quitarles la boca es como quitarles el derecho a pedir postergación de su castigo. Será ahora cuando tú quieras y no cuando ellas quieran ser castigadas” (57)
El tema del dolor es abordado de forma directa; se trata de personajes apesadumbrados y tristes. A medida que avanzan las escenas, la obra va adquiriendo un tono más oscuro y depresivo. El lenguaje, que en la primera pieza le apostaba al coloquialismo y a cierta verbalización del habla caraqueña, aquí se maneja de forma más poética y críptica: “Ella: Te voy a mostrar algo, mientras te decides a quedarte. (Saca unos vestidos de una de las pocas cajas que quedan) Este azul es mi preferido. ¡Cuántas veces lo usé! Tiene unas memorias tristes y otras no tanto. Mi madre me obligó a usarlo en mis quince años y luego en el funeral de mi padre. Decía que el luto no tenía que ver con el color, sino con una sonrisa desdibujada, una amargura de ojos y un leve parpadeo. Yo también lo veo así. Aunque ese día me pareció algo cruel. ¿Azul para unos quince años?
Hija (abandonando la actitud de partir): Pensé que cuando hablabas de obligación te referías a que tu madre te había forzado a usarlo en el funeral, no en tus quince años.
Ella: Querida, la vida te acostumbra a ver la celebración de un año más de manera similar a la conmemoración de la muerte. Celebrar mis quince era conmemorar mi muerte por adelantado. Es casi lo mismo: un año nuevo que llega es un año menos de existencia. Mientras más años, más cerca de la muerte. En ese trayecto en el que cumples años también los pierdes de vida. ¿No te parece?” (67)
La muñeca sin boca es una obra que golpea, el abuso infantil, el abandono, la depresión y los conflictos familiares son temas tratados de manera desprejuiciada y dura, dejando al lector incómodo y dolido: “Nadie tiene alma. Lo que uno debe buscar en el otro es sólo compañía. Nada más. Nunca «alma»” (78)
Leí Breves hace meses, me gusta leer los libros que han figurado en el Concurso para Autores Inéditos de Monte Ávila. El libro de Jaimes-Borges ganó este premio en 2009, en la mención teatro. Hace semanas se anunciaba, con total descuido por parte de los otorgantes que ni se molestaron en emitir un comunicado, que Breves obtenía el Premio Municipal de Literatura 2011, para el género dramaturgia. Personalmente, no entiendo por qué las editoriales del estado tratan con desdén a sus propios autores; ni en la web se encuentra información sobre el galardón.
El jurado, conformado por José Gabriel Núñez, Roger Herrera y Alfredo Sandoval valoró “los valores literarios asociados al apropiado y eficaz uso del lenguaje, la acertada conformación de la estructura dramática de las piezas y la visión renovadora de los temas planteados”. Se trata de un premio justo a una de las voces más interesantes de la dramaturgia joven en Venezuela. Sólo falta que ahora se animen a montar las obras, para que se confronten con el público.